Los autoritarismos son más eficientes y el “da-lo-mismo” latinoamericano

La región está en riesgo de tener sus propias Rusias locales... y sus propias Ucranias

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Los jefes de las dictadura de Nicaragua, Daniel Ortega, de Venezuela, Nicolás Maduro y de Cuba, Miguel Díaz-Canel durante un acto celebrado en Managua, en enero pasado (Reuters)
Los jefes de las dictadura de Nicaragua, Daniel Ortega, de Venezuela, Nicolás Maduro y de Cuba, Miguel Díaz-Canel durante un acto celebrado en Managua, en enero pasado (Reuters)

Existe un modelo que con ciertos matices se ha replicado en toda nuestra América Latina, países que tienen una institucionalidad histórica débil y por la vía de la democracia sufren de la pérdida de sus libertades. Este hecho, que parece raro, no es un proceso a corto plazo, es en general, algo que podemos apreciar en varios años y hasta décadas, pero que, a fin de cuentas, funciona a la perfección.

Podemos verificar una tendencia en la siguiente cadena de hechos: luego de elecciones democráticas que se desarrollan con bastantes garantías, si el Presidente y su grupo no tienen voluntades republicanas liberales firmes intentan modificar la Constitución -siempre en aras de una supuesta mejora al pueblo-. De esta forma, tanto el Poder Legislativo, como el Poder Judicial, quedan sometidos al Poder Ejecutivo, dándose así una concentración de poder

Esta tendencia se puede volver casi matemática: si por la democracia asume un populista, gobierna el país, sin importar las deudas económicas que contraiga o las obligaciones administrativas que estén en la agenda, su único fin será lograr el mayor apoyo popular. Luego de convocar uno o varios plebiscitos o elecciones anticipadas, - los cuales están, muchas veces plagados de inconsistencias, como el caso actual de la constituyente en Chile – logra por la vía legal y de la democracia, coartar las libertades de toda una nación en aras de una felicidad popular, que difícilmente llega.

Como fórmula final, elije un enemigo o quizá, enemigos comunes y ante ello, crea un escenario de conflicto, que, junto con la supresión de la libertad de prensa y la libertad de expresión, termina de cerrar el país al mundo internacional. Todo ello, bajo el corolario de considerar que dicho país – ahora cerrado – se vincule con otros países que recorrieron este camino o uno similar.

La propaganda del líder suele ser siempre muy buena y generalmente se basa en que dichas “reformas” mejoraran la calidad de vida de los ciudadanos, demostrando que con un régimen firme se lograra más eficiencia que la de un país con democracia plena. Para ellos la división de poderes es un sistema que crea enlentecimientos en un país.

Cuando esto sucede, es en ese entonces en que la población entra en una etapa de “da-lo-mismo”, o sea da lo mismo la democracia, da lo mismo los autoritarios, da lo mismo la institucionalidad, la división de poderes y la soberanía. Da lo mismo todo, porque… todos son iguales.

Las democracias Latinoamericanas sufren desde hace década de varios males, enmarcados en lo que más las caracteriza, un bajo nivel de sus políticos. Es posible encontrar partidos políticos muy efímeros, con poco contenido ideológico y sin voluntad de arraigo, que muchas veces funcionan como “empresas electorales”. Este tipo de movimientos tiende a tener una baja conexión dentro de las mismas zonas de un país, y no suele conciliar con la pluricultura interna.

El instrumento democrático para este tipo de partidos, es totalmente accesorio ya que, si bien la democracia es una buena herramienta, el problema es cómo y quién la usa. La falta de un aplacamiento real en la población de sus deberes, derechos cívicos y una mala interpretación moral de cómo vivir en sociedad son las claves para explicar las fallas de democracia en muchos países

Por otro lado, la autocracia se da sola, es por apatía. Como se dijo anteriormente, consta de un proceso, que, aunque la historia puede indicar que es “cuasimatemático”, se asimila a una escalera, en la que se baja escalón por escalón en cada instancia y es usada para los que faltos de escrúpulos quieran beneficiarse.

Debemos de ser sinceros en que la democracia, así como otro tipo de instituciones, no son el remedio de todos los males, sino que sirven como coadyuvantes para que con otros abordajes un país se integre cívicamente. Esto lleva a concluir que los países con democracias débiles no logran combatir la corrupción, tampoco la integración interna y menos que menos, definir una agenda sólida para atacar la discriminación por racismo, los derechos de la mujer y la distribución de la riqueza.

En algunos países el razonamiento de la población puede resumirse en la siguiente formula: si no tengo convencimiento y una elección clara, y habiendo ya probado casi todas las variables posibles, quizá ahora es el momento de probar partidos políticos armados por movimientos religiosos, confesionales, militares, agrarios o indigenistas. En el pensamiento social suele encontrarse más entendimiento a este tipo de movimientos, ya que ellos abarcan aspectos de la ciudadana que conectan más con su propia realidad cotidiana y cultural

Este pensamiento se refuerza si todo ello se complementa con una nueva casta, los populistas mesiánicos, que ayudan a su pueblo a soñar hasta el fin de semana, y no preguntarse más que eso. Al fin y al cabo, “qué sentido tiene que me digan que todos somos iguales frente a la ley o a las urnas si no lo percibo así y en algunos casos me han dado muestras de ello los propios políticos que vote”.

Es que el populismo es más atractivo para algunos grupos sociales, primero por su propia cultura caudillista y forma de ver el mundo, y luego porque impera su intento de colmar sus necesidades en forma rápida. Pero no nos confundamos, el populismo no quiere ciudadanos quiere vasallos.

Viviremos un nuevo gran ciclo de comodities al alza, pero tendremos los mismos problemas de siempre.

La historia con su manía de repetirse esta con ganas de volver a Getulio Vargas o Juan Domingo Perón, ya que con ellos se pudo estar por un tiempo seguros y no estar como en esta época de incertidumbres políticas y cambios constantes .

Podemos relacionar alguno de estos aspectos a lo que sucede al otro lado del mundo.

¿Habría guerra entre Rusia y Ucrania, si Rusia tuviera instituciones firmes, democracia fuerte y plena, una sociedad donde se han cultivado de los valores cívicos humanistas y un concepto de libertad total?, La respuesta es solo una. En ese país la corrupción no importó, tampoco su sistema de Partidos y la forma de vincularse con las Instituciones

El mundo no miró a Rusia. Era mejor un poco menos de libertad, pero mejores ingresos o tal como dice China un poco menos de libertad, pero una mayor distribución de la riqueza.

¿Acaso será que estamos creando pequeñas Rusias en Latinoamérica? ¿Cada una con su impronta y a su tiempo?, ¿Qué haremos finalmente, volver a mirar al costado y no seguir cultivado los valores cívicos y éticos en toda nuestra sociedad?

Si no lo hacemos veremos a futuro cercano… varias Ucranias Latinoamericanas.

*El autor es Presidente del Foro Uruguay Democrático.-