De ruinas y carnavales

Por Eugenio Monjeau

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El disfraz solo dura una noche,
pues lo queman los rayos del sol
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Carnaval, tango de Anselmo Aieta y Francisco García Jiménez

Entre el 6 de febrero y el 4 de marzo tuvo lugar la edición 52 de los carnavales de la ciudad de Corrientes. Todos los sábados y domingos de febrero y los primeros de marzo se dieron cita miles de espectadores con las otras tantas personas que componen el espectáculo. Entre las cuatro comparsas y las cinco agrupaciones musicales que desfilan en los carnavales suman más de cuatro mil personas. Toda la actividad económica de la ciudad se ve movilizada por los corsos: los trajes se empiezan a bordar unos cuatro meses antes de la primera presentación y los más impresionantes pueden llegar a costar hasta un millón de pesos.

Las comparsas, además de desfilar, presentan un musical durante los miércoles de febrero, en el Anfiteatro Tránsito Cocomarola. Cada comparsa elige un tema y ofrece un espectáculo con libreto, música y coreografía. Lo que se ve en el carnaval el viernes y el sábado es la versión más "abstracta", si se quiere, de ese show.

Emanuel Gómez (Ara Berá), ganador del Premio a Mejor Traje Masculino del Carnaval 2019 (Prensa Fénix/Carnaval de Corrientes)
Emanuel Gómez (Ara Berá), ganador del Premio a Mejor Traje Masculino del Carnaval 2019 (Prensa Fénix/Carnaval de Corrientes)

Las cuatro comparsas son Ara Berá, Copacabana, Arandú Beleza y Sapucay. Esta última es la que sorprendió a todos en la última edición del carnaval por una curiosa elección del tema con el que se presentaron.

Alrededor de 1910 un conjunto de capitalistas porteños emprendió una investigación para decidir cuál sería el mejor lugar de la Argentina para construir una villa de invierno. Buenos Aires tenía poco para ofrecer en períodos de descanso y en Mar del Plata, se sabe, las temperaturas invernales vuelven imposible cualquier tentativa de pasarla bien.

El lugar elegido para construir una villa invernal fue Empedrado, una localidad correntina sobre el río Paraná unos 50 kilómetros al sur de la capital provincial. Su temperatura media invernal es 16°, sin descensos bruscos ni grandes cambios entre el día y la noche. El clima subtropical ofrecía las mejores chances de encontrar la Niza latinoamericana.

Playa de Empedrado, Corrientes
Playa de Empedrado, Corrientes

El 17 de agosto de 1909, la Legislatura de la provincia de Corrientes sancionó una ley en la que autorizaba a construir "en algún lugar sobre la costa del río Paraná una Mansión de Invierno" (todo esto está muy bien documentado en el excelente libro La Ciudad de Invierno. Un símbolo de la belle époque, de Alberto Ariel Domínguez). La ley estipulaba además que el concesionario construiría "un edificio para hotel con capacidad para ciento cincuenta pasajeros, con salones de lectura, de conferencias, de baile, un muelle sobre el río e instalaciones para baños, un casino para todo juego autorizado en los establecimientos similares de Europa, un field para juegos atléticos, carreras, etcétera, un teatro-salón […], un edificio para escuela, con capacidad para cien alumnos; e instalará el servicio de luz eléctrica en que se hagan esas construcciones". Un 5% de las utilidades del casino se entregaría al Consejo Superior de Educación, y otro 5% a la municipalidad de Empedrado. El emprendimiento estaría exento de cualquier impuesto existente o futuro por el término de la concesión.

El parque que rodearía el hotel y otras construcciones había sido diseñado por Carlos Thays. La ciudad se dispondría concéntricamente alrededor del hotel, de acuerdo a una traza delineada por el ingeniero y ex gobernador de la provincia Valentín Virasoro.

El hotel abrió sus puertas el 29 de junio de 1913. Para su comparsa, Sapucay prefirió centrarse en el esplendor de esa noche inaugural y no en la fatídica historia que siguió inmediatamente. El lujo de la fiesta es retratado por los distintos personajes y elementos que se suceden en el desfile. Desde el gobernador Vidal y su mujer (encarnados por los legendarios comparseros Goyo Prieto y Rubia Meana) hasta los cocineros, pasando por todos los invitados internacionales de una noche que terminaría siendo única en sentido estricto.

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Tres meses después de esa noche inolvidable, la Ciudad de Invierno cerró sus puertas para siempre. El fracaso se suele atribuir al comienzo de la Primera Guerra Mundial, pero esto en realidad sucedió bastante antes y más bien se debió a las improvisaciones de los concesionarios, que presas del espíritu de la belle époque no estudiaron demasiado bien la rentabilidad del proyecto.

Julio Storni, primo de Alfonsina y habitante de Empedrado, escribe en 1926: "De aquel hervidero de proyectos, ambiciones y esperanzas, sólo queda un monstruo solitario, un mastodonte arquitectónico, allí, sobre la alta loma, en actitud de espera, como un centinela que duda del porvenir; ahora no es él, son las islas, el río y el pueblo centenario que lo miran; siguen floreciendo las islas, el permanente renovar de verderos, sigue el río andando como viajero indiferente e incansable y así como él y como las islas, sigue el pueblo su marcha, lleno de esperanzas, mientras el monstruo en el silencio de su belleza solitaria yace como una esfinge fría e incomprensible".

Varios años antes el filósofo alemán Georg Simmel había escrito cosas parecidas en su artículo "Las ruinas" (incluido en el volumen Filosofía del paisaje): "El encanto de la ruina radica en que la obra del hombre se nos aparece como un producto de la naturaleza. Las mismas fuerzas que, por erosión, intemperie, hundimientos o acción de la vegetación, han dado forma a las montañas, se manifiestan en las ruinas. […] La naturaleza habrá hecho su propia creación usando la obra de arte como materia, del mismo modo que el arte usó la naturaleza como materia para su obra".

A estas fuerzas naturales el hombre les sumó su propio poder. En el año 1942, el Hotel Continental y el Casino, abundantemente vandalizados pero todavía en pie, fueron demolidos. Según dicen algunos, en ese año los espías ingleses asentados en la Argentina en el contexto de la Segunda Guerra Mundial descubrieron que en el antiguo hotel funcionaba una base de comunicaciones nazi que alertaba a los submarinos alemanes sobre el movimiento naviero en el Paraná, y decidieron dinamitarla. Totalmente inverosímil, es cierto, pero el hecho mismo de la demolición es tan increíble que aun la más insólita de las explicaciones lo vuelve más sensato.

(Juan Renau)
(Juan Renau)

Los paralelismos o las continuidades entre la Ciudad de Invierno y Mar del Plata son manifiestos. Se fundó la Ciudad de Invierno para ocupar el papel que Mar del Plata ocupaba en verano; se fundó la Mansión de Invierno al mismo tiempo que se fundaba el Bristol Hotel. Los encargados de diseñar, financiar y habitar esos lugares fueron exactamente los mismos.

Mar del Plata también es, a su modo, una ruina, y una ruina, por su escala y lo imparable de su destrucción, más dolorosa que la correntina. De esto da testimonio el título de un libro de fotografía que se encarga de mostrar el antes y ahora de la Perla del Atlántico: Arquitecturas ausentes.

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Un último paralelismo con Mar del Plata, más feliz, me fue revelado en estos días. Una de las versiones respecto del nombre de Empedrado, "La Perla del Paraná", indica que tal nombre le vino a la Mansión de Invierno por la fabulosa araña que coronaba las mesas de baccarat en el casino y que había sido traída desde París por Pedro Luro. Leyendo la excelente sección de "Fotos de Familia" del diario La Capital de Mar del Plata me enteré de lo siguiente: "La araña que engalana la nave central de la Catedral de Mar del Plata ronda los cien años de antigüedad; recorrió miles de kilómetros y conoció dos escenarios que supieron del esplendor y la decadencia. Fue adquirida en París por Pedro Olegario Luro, noveno hijo de Pedro Luro, terrateniente y empresario de notoria influencia en la etapa fundacional de Mar del Plata. Réplica del foyer de la Ópera de París, pesa 600 kilos distribuidos en una estructura de bronce, 136 luces y 140 caireles de cristal Baccarat. Su primer destino fue la provincia de Corrientes, donde a principios del siglo XX Pedro Olegario Luro urdía un sueño quimérico junto a dos personajes de la época: el escritor Andrés Demarchi y el político y dramaturgo Gregorio de Laferrere. Los tres habían imaginado una esplendorosa "Ciudad de Invierno" para solaz de la alta alcurnia criolla e, incluso, de la creme europea. Numerosos elementos de aquel hotel -incluyendo la araña- fueron traídos a Mar del Plata, donde integrantes de la familia Luro habían fundado en 1888 el Bristol Hotel, considerado la piedra basal de la Mar del Plata turística".

Cuando el Hotel Bristol fundió a su vez en 1944 se remataron, además de los lotes sobre los que estaba emplazado, todos los muebles, objetos y utensilios que lo habitaban. El 3 de julio de ese año se subastó la araña, que, según indicaba La Capital de aquel entonces, Pedro Luro había hecho traer de París "con destino a la ciudad de invierno que se proyectaba por aquel entonces y que por circunstancias especiales no pudo concretarse". La compró el hotelero Odilio Gasparotti para donarla a la Catedral de Mar del Plata.

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Animado por las ideas de Simmel, quise creer que al ver personalmente la araña estaba un poco más cerca de esa noche inaugural: "Teniendo entre manos un objeto antiguo dominamos espiritualmente todo su curso temporal desde su misma creación: el pasado con todos sus destinos y mutaciones se concentra en un punto del presente intuible estéticamente". Simmel continúa: "Las ruinas son un escenario de la vida de donde la vida se ha ido -y esto no entraña nada de simplemente negativo ni se reduce a un constructo de la mente, como en el caso de las innumerables cosas que antes fluían en la corriente de la vida y que un azar ha depositado al margen de ésta pero que por su propia naturaleza bien podrían reintegrarse de nuevo a dicha corriente. En las ruinas se siente con la inmediatez de lo presente que la vida, con toda su riqueza y variabilidad, habitó ahí alguna vez. Las ruinas crean la forma presente de una vida pretérita, no restituyendo sus contenidos o sus restos, sino mostrando el pasado como tal".

(Juan Renau)
(Juan Renau)

La comparsa nos da una forma de ese pasado, particularmente vivaz, artificial y divertida. La presencia entre las ruinas, el mero deambular por allí, completaría esa experiencia de un modo más personal, poético e introspectivo. Lamentablemente esa opción nos está vedada. Los terrenos donde se encuentran las ruinas del hotel y el casino se encuentran hoy en propiedad privada y solo se puede acceder a ellos clandestinamente, en barco, por el río, y luego subiendo la barranca a pie Tres kilómetros separan ese lugar del camino por tierra, y allí se encuentra un campo ganadero con pocos deseos de ser perturbado por el turismo ruinofílico.

Al respecto se puede ver el documental "Mansión de Invierno se busca", disponible en Youtube. Allí mismo se sostiene que en realidad estas tierras son estatales y se reclama a la política local las gestiones necesarias para recuperarlas. De ser así, ojalá tengan lugar antes de que a lo que queda se lo termine de llevar el río.