
“Me siento fatal porque mis hijos pueden volar en Business”, admite Brian O’Kelley con una honestidad poco habitual entre los grandes nombres de la tecnología. El fundador de AppNexus no oculta su incomodidad ante los privilegios que su fortuna podría ofrecer a su familia, y subraya que, aunque él mismo se permite ciertos lujos, no desea que sus hijos crezcan sin conocer el valor del esfuerzo.
Esta reflexión, compartida en una entrevista con Fortune, revela el núcleo de una filosofía que desafía los patrones tradicionales de acumulación de riqueza en el sector tecnológico. En ese mismo diálogo, O’Kelley explica que busca que sus hijos “compartan un poco de esa lucha” que él mismo vivió para alcanzar el éxito, y que rechaza la idea de dejarles una herencia que les permita vivir sin trabajar.
La noticia que ha situado a O’Kelley en el centro del debate sobre la ética de la riqueza es su decisión de donar más de 1.500 millones de dólares tras la venta de AppNexus a AT&T en 2018. De los 1.600 millones de dólares obtenidos en la operación, el empresario y su esposa optaron por quedarse únicamente con 100 millones, una cifra que, según sus cálculos, les permite vivir cómodamente sin caer en los excesos que, a su juicio, desvirtúan la vida cotidiana.
El resto de la fortuna fue destinado a causas sociales y proyectos benéficos, una elección que, según Fortune, ha generado un intenso debate en el mundo empresarial y tecnológico.

La postura de O’Kelley se fundamenta en una visión crítica sobre la acumulación de grandes patrimonios. “No creo en los multimillonarios. Creo que es simplemente ridículo”, sostiene el empresario, quien considera que la riqueza desmedida termina por desconectar a las personas de la realidad y de las decisiones responsables.
En su conversación con Fortune, detalla el proceso que siguió junto a su esposa para determinar cuánto dinero necesitaban realmente: “Simplemente calculamos una cantidad que consideramos suficiente para comprar una casa y cosas así, la duplicamos y regalamos el resto”.
El resultado fue quedarse con un 10% de su participación en la compañía, mientras que el 90% restante se destinó a filantropía.
Esta filosofía no se limita a la gestión de su propio patrimonio. O’Kelley se suma a una corriente de empresarios que reclaman una mayor presión fiscal sobre las grandes fortunas y cuestionan la legitimidad de estilos de vida ostentosos.
“No entiendo por qué necesitas 200.000 millones, 500.000 millones o incluso 1.000 millones. La alegría de apreciar lo que tenemos y tomar esas decisiones difíciles es realmente fundamental”, afirma.
Para él, la clave reside en mantener los pies en la tierra y no perder la capacidad de tomar decisiones cotidianas, como cualquier otra persona.
“Nunca quisimos tener tanto dinero que no tuviéramos que tomar decisiones. Tenemos una vida increíble, podemos hacer casi todo lo que queremos. Pero no podemos hacer todo lo que queremos. Tenemos que hablar de nuestro presupuesto como cualquier otra persona”, explica.

El rechazo a la ostentación y la preocupación por el impacto social de la riqueza sitúan a O’Kelley en la misma línea que figuras como Bill Gates, Warren Buffett o Mick Jagger, quienes han anunciado públicamente que no dejarán la totalidad de sus fortunas a sus hijos. En el caso de Gates, el fundador de Microsoft ha declarado que el 99% de su patrimonio será donado, reservando solo un 1% para sus descendientes, con el objetivo de que aprendan el valor del esfuerzo y la autosuficiencia.
La crítica de O’Kelley a los estilos de vida de algunos multimillonarios es directa: “No puedes tener un yate, un helicóptero, una isla y un gran edificio con tu nombre y todas esas cosas, porque entonces resultas un poco insoportable. Ningún ser humano puede llegar a apreciar realmente eso. Es un desperdicio de dinero increíblemente ridículo en un mundo donde hay tanta gente que no lo tiene”.
Para el empresario, la desconexión que genera la riqueza ilimitada representa un riesgo ético y social.
“No quiero llegar a poder de actuar sin consecuencias. Creo que ese es el mayor riesgo, ¿cómo podemos ser responsables cuando tenemos tanto dinero que podemos comprar cualquier cosa?”, concluye en su diálogo con Fortune.
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