La dolorosa “caza” de colaboradores en los pueblos ucranianos liberados de la ocupación rusa

Ayudaron a las tropas invasoras y los buscan por traición a la patria. Pero también están siendo acusadas personas inocentes. El drama de los que buscan justicia mezclado con el odio y la sospecha.

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La fatídica calle Yablunska de Bucha, en las afueras de Kyiv. Sembrada de cadáveres de los asesinados por las tropas rusas. Allí, ahora, buscan a los vecinos que colaboraron con las fuerzas de ocupación. (AFP)
La fatídica calle Yablunska de Bucha, en las afueras de Kyiv. Sembrada de cadáveres de los asesinados por las tropas rusas. Allí, ahora, buscan a los vecinos que colaboraron con las fuerzas de ocupación. (AFP)

Cuando se disipa el humo de las bombas baja la niebla de la conspiración y la sospecha. Los ejércitos invasores siempre se valen de espías locales para encontrar a sus objetivos. Con esa información, los soldados ocupantes cometen atrocidades, violan, torturan, matan. Al retirarse, queda la destrucción y la muerte. También el rencor y el odio. Las víctimas y sus familiares buscan justicia, algún tipo de reparación. Y muchas veces tienen muy cerca a los que ayudaron a los victimarios. Sus propios vecinos, conocidos de la escuela o el trabajo, parientes de amigos. Gente que ayudó al enemigo. Las guerras terminan, el dolor y la memoria permanecen.

En Ucrania, las fuerzas rusas llevaban listas con los nombres y direcciones de las personas que habitaban los pueblos y ciudades que iban conquistando. Pero también tenían informantes locales. Muchos pro-rusos que veían a los invasores como libertadores. Estos colaboradores ayudaron a las fuerzas rusas a rastrear objetivos, a localizar casas de familias ricas para saquearlas y a obtener información sobre las posiciones militares ucranianas.

Ahora, los que andan con listas son los ucranianos. Se está llevando a cabo una caza de presuntos colaboradores en las zonas reconquistadas de todo el país. El Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) trabaja con la policía nacional y local, las unidades de Defensa Territorial y el Servicio Estatal de Emergencias para encontrarlos y procesarlos por traición. De acuerdo a la agencia AP, ya hay más de 400 arrestados en Kharkiv y sus alrededores. Y el portavoz del SBU, Artyom Dehtyarenko, informó de otros 300 detenidos en la región del oeste de Kyiv. “Tenemos muchas denuncias y las estamos investigando. La mayoría de los acusados ya se escaparon, pero otros continúan entre nosotros. El problema que tenemos es determinar cuándo se trata de un acto de justicia y cuándo de una simple venganza entre vecinos”, dijo Oleksandr Omelyanenko, jefe de la policía del distrito de Buchanskyi, al diario Kyiv Independent.

Tetyana Boikiv, 52, derecha, abraza a su vecina, Svitlana Pryimachenko, 48, poco después del funeral de su marido, Mykola, en la villa de Ozera, cerca de Kyiv. Junto a estas muestras de solidaridad, también surge el rencor y la sospecha sobre otros vecinos que pudieron haber colaborado con las tropas rusas. (AP Photo/Emilio Morenatti)
Tetyana Boikiv, 52, derecha, abraza a su vecina, Svitlana Pryimachenko, 48, poco después del funeral de su marido, Mykola, en la villa de Ozera, cerca de Kyiv. Junto a estas muestras de solidaridad, también surge el rencor y la sospecha sobre otros vecinos que pudieron haber colaborado con las tropas rusas. (AP Photo/Emilio Morenatti)

El inspector Olelyanenko también explicó que hubo casos en los que las personas denunciaron a otras para salvar la vida de sus familias y la propia. Los soldados rusos entraban a una casa y tomaban a todos los habitantes como rehenes. Amenazaban con violar a las mujeres si no les decían dónde estaban los que se enrolaron en las milicias populares de defensa o si no les señalaban una casa donde hubiera dinero y elementos de valor. “Hay un caso en Irpin que tomaron al padre y lo llevaron atado por todo el pueblo para que señalara a sus vecinos mientras otros soldados violaban a sus hijas. Cuando les señaló la casa de la familia más rica del barrio, lo asesinaron”, abundó el policía.

Un enviado del Washington Post contó una de esas historias de traición ocurrida en la villa de Ivanivka, no muy lejos de Odessa, en el sur del país. Allí, a principios de marzo, Olena, escuchó unos ruidos a la madrugada. Cuando se asomó a la ventana de su habitación vio a su vecino, un hombre alto apodado Girovka, saliendo de un coche con distintivos rusos para empezar a lanzar bengalas al cielo. Antes de que amaneciera se despertó otra vez con el ruido de la entrada de una columna de tanques y vehículos blindados rusos. Olena, de 66 años, se guardó el secreto hasta que los rusos se retiraron a principios de abril. Cuando lo comentó a las fuerzas de defensa, le dijeron que ya otros vecinos les habían hablado de Girovka. Lo habían visto en otras acciones sospechosas, observando las posiciones ucranianas minutos antes de que fueran bombardeadas por las fuerzas rusas. Junto a los invasores, desapareció Girovka que vivía en el pueblo desde hacía una década. “No lo puedo entender. La única explicación es que lo hizo por dinero. Era un hombre tranquilo. No se metía con nadie. Sé que tenía deudas. Sí, lo hizo por plata…”, reflexionó Olena cuando la entrevistaron.

Dmytro Ivanov, jefe de la administración civil y militar de la región de Chernihiv, dijo a la prensa italiana que estaban investigando casos de presuntos colaboradores que marcaron las posiciones ucranianas con fósforo, que puede identificarse desde el cielo y que ayudó a los rusos a dirigir el fuego de artillería hacia las posiciones ucranianas. Comentó que otros indicaron a los rusos donde estaban los depósitos de alimentos y suministros. “Por lo que sabemos, algunos colaboraron porque tenían hambre y necesitaban alimentar a sus familias, a los otros los estamos buscando. No son de la zona. Entre los locales, no hay muchos casos, porque las comunidades aquí son fuertes y están más unidas que nunca”, agregó.

La abuela con sus nietas en una aldea cercana a Kharkiv que estuvo ocupada por los rusos durante casi un mes. En estos pueblos se suceden las denuncias sobre personas que habrían señalado a los soldados rusos la ubicación de los centros de acopio de alimentos. REUTERS/Ricardo Moraes
La abuela con sus nietas en una aldea cercana a Kharkiv que estuvo ocupada por los rusos durante casi un mes. En estos pueblos se suceden las denuncias sobre personas que habrían señalado a los soldados rusos la ubicación de los centros de acopio de alimentos. REUTERS/Ricardo Moraes

En las aldeas del Donbás, donde se encuentra el grueso de la población pro-rusa, actuaron los que en Ucrania son denominados “Rusistas”, una contracción para decir “rusos fascistas”. “Apenas vieron a los rusos se entusiasmaron como chicos de escuela. Salieron a vivarlos e incluso algunas vecinas les tiraron flores. Se creían que estaban en París el día de la liberación. Pero no pasaron esa raya. O, por lo menos, nadie se enteró de nada. No anduvieron denunciando a los vecinos. Se expresaron y punto. Para mí son unos traidores, pero no creo que hayan infringido la ley”, contó Andrii a ABC News.

De todos modos, estos pro-rusos se beneficiaron durante la ocupación. Cuentan los vecinos que ellos se podían desplazar sin mayores problemas y utilizar recursos como generadores de energía en las zonas en las que se cortó la electricidad. También siguen viviendo en sus casas y departamentos que quedaron intactos cuando los de sus vecinos fueron asaltados o tomados por los rusos. “Y siguen ahí. La gente del lugar los mira mal o no los atienden en los comercios, pero, por ahora, nada más”, dijo Andrii.

Otros, realizaron movimientos sospechosos poco antes de la invasión. Cuando Vladimir Putin ordenó la movilización de su ejército hacia las fronteras de Ucrania, a mediados del año pasado, una pareja se mudó a la calle Lermontova de Bucha, en las afueras de la capital. Venían de Luhansk, uno de los dos enclaves pro-rusos del este ucraniano. No tenían mucho contacto con la gente del pueblo, pero todos dicen que eran amables y se interesaban por las actividades de los vecinos. Cuando entraron los rusos, fueron unos de los muy pocos que salieron a la calle sin problemas. Eran muy simpáticos con los soldados invasores y se los vio entrar y salir varias veces de la escuela donde habían instalado el comando. Ahora, están siendo investigados por la fiscalía local.

Vira Pylypenko llora a su hijo Sergii Pylypenko, de 36, que era un integrante de las milicias de defensa de la villa de Myrots´ke. REUTERS/Zohra Bensemra
Vira Pylypenko llora a su hijo Sergii Pylypenko, de 36, que era un integrante de las milicias de defensa de la villa de Myrots´ke. REUTERS/Zohra Bensemra

“Me llamaron apenas se fueron los camiones y los tanques rusos para informarme de esa pareja de la calle Lermontova. Me dijeron que había decenas de testigos dispuestos a confirmar que habían colaborado con el enemigo”, contó Viktor, un miembro de la Defensa Territorial, al Kyiv Independent. “Cuando llegué al lugar ya había muchas personas. Les pedí que no hicieran nada hasta que llegaran los agentes del SBU. Creí que iban a incendiarles la casa o algo así. Pero no, la gente quiere justicia, no venganza. No hicieron nada más que denunciarlos a la policía”, relató Viktor.

La justicia ucraniana ya detuvo a algunos de los colaboracionistas más destacados. El 12 de abril el SBU atrapó a Viktor Medvedchuk, cofundador de un partido pro-Kremlin y amigo personal de Putin. Lo llaman “el oligarca ucraniano de Putin”. Medvedchuk promocionó los intereses de Rusia en Ucrania durante décadas y ganó mucho dinero con eso. Fue acusado de alta traición en octubre del año pasado y condenado a arresto domiciliario hasta el inicio del juicio. Huyó apenas cayeron las primeras bombas sobre Kyiv. El 12 de abril, fue recapturado, vistiendo un traje de camuflaje de las Fuerzas Armadas ucranianas.

Dos días después, la Policía Nacional anunció la detención de un hombre de 62 años que había ayudado a los rusos en Bucha. No dieron su nombre. Dijeron que había participado de matanzas y torturas y proporcionó las posiciones de las fuerzas ucranianas. Y esto último es una falta gravísima de acuerdo a la nueva legislación aprobada poco después de la invasión. El 21 de abril, la fiscalía del distrito de Buchanskyi acusó a tres residentes de traición por haber guiado a los rusos por caminos secundarios para que pudieran tomar el pueblo de Mykhailivka-Rubezhivka, saquear granjas y señalar a las familias de los que se habían sumado a la resistencia civil. También se supo de un operador ferroviario de la línea Ukrzaliznytsia que fue detenido después de sabotear las vías cerca del enclave separatista de Donetsk. Otro empleado de la oficina central de los ferrocarriles fue acusado de enviar correos electrónicos masivos a sus colegas, pidiéndoles que apoyaran a las fuerzas rusas. Y dos ex policías fueron acusados de guiar a los rusos por los caminos rurales para conquistar las localidades de Irpin, Bucha y Vorzel.

Militares pro-rusos entrando a unas oficinas para llevarse las computadoras mientras son filmados por otro voluntario (AFP)
Militares pro-rusos entrando a unas oficinas para llevarse las computadoras mientras son filmados por otro voluntario (AFP)

Por supuesto todo esto se desnudó en las redes sociales en ucraniano que se llenaron de denuncias de colaboracionistas con fotos, nombres y supuestas acciones de ayuda al enemigo. El grupo de Facebook Voluntarios de Bucha publicó varias fotos de sospechosos. Una mujer de las señaladas fue detenida cuando intentaba escapar a Polonia entre un grupo de refugiados. Le encontraron joyas y dinero que había robado de una casa en la que entró junto a unos soldados rusos. El propio alcalde de Bucha, Anatoliy Fedoruk, fue denunciado. Un grupo de buchanos y miembros de la Defensa Territorial acusaron a Fedoruk de haber desaparecido durante la ocupación. “Estuve aquí, en Bucha. Pero no me podía andar mostrando. Si me reconocían, me mataban. Me escondí, pero estuve acá. Tengo testigos”, se defendió el alcalde en una conferencia de prensa y en un comunicado que después publicó en Telegram.

Las acusaciones infundadas también abundan en las redes. Está el caso de la directora de una escuela de la villa de Pisky que fue señalada como traidora en Twitter porque abrió las puertas del centro educativo a las tropas y por “señalar” a los milicianos nacionales. La policía pudo determinar que fue obligada a abrir la escuela a punta de pistola y que la información sobre los combatientes la consiguieron los rusos de una pizarra que habían armado los alumnos con varios “héroes” que combatieron a los pro-rusos del Donetsk cuando estos quisieron tomar el pueblo en 2017. Allí había una foto de Evhen Kostenasky, un ex militar que había dejado las armas y tenía un comercio. Lo identificaron, lo fueron a buscar, lo torturaron y le pegaron un tiro. Creyendo que estaba muerto, los rusos lo dejaron tirado en una calle. Sobrevivió y exige justicia. Dice que la directora es responsable de lo que sucedió. La policía asegura que la directora no tiene ninguna culpa.

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