Los inesperados problemas que enfrentan los científicos que buscan la vacuna contra el coronavirus

A pesar de que el mundo entero está pendiente de su desarrollo, ni los gobiernos ni las grandes empresas farmacéuticas destinan los fondos necesarios. El papel de las organizaciones filantrópicas

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Pequeños frascos etiquetados con la etiqueta "Vacuna COVID-19" y una jeringa médica, en una ilustración tomada el 10 de abril de 2020 (REUTERS/Dado Ruvic/Ilustración)
Pequeños frascos etiquetados con la etiqueta "Vacuna COVID-19" y una jeringa médica, en una ilustración tomada el 10 de abril de 2020 (REUTERS/Dado Ruvic/Ilustración)

El Grupo de Vacunas de la Universidad de Oxford comenzó a trabajar a fines de enero en el desarrollo de una vacuna contra el coronavirus. En marzo recibió financiamiento del gobierno británico y poco después empezó con la selección de voluntarios que participarán de los primeros ensayos clínicos.

Sin embargo, con el correr de las semanas, los investigadores se dieron cuenta de que no cuentan con los fondos suficientes para completar el trabajo a tiempo, y les está costando mucho conseguirlos. Sarah Gilbert, profesora del Departamento de Medicina Clínica de Nuffield en Oxford, es una de las investigadoras principales del equipo. Según sus estimaciones, necesitan 123 millones de dólares para desarrollar una vacuna y asociarse con un laboratorio para fabricarla a gran escala entre septiembre y octubre. No cree que vaya a conseguirlos.

Hay más de 60 equipos en el mundo trabajando para crear una vacuna contra el coronavirus en este momento, según la Organización Mundial de la Salud. En entre ellos hay algunos dirigidos por grandes empresas farmacéuticas, como GlaxoSmithKline o Johnson & Johnson, que sí cuentan con el dinero necesario. El problema es que están avanzando a menor velocidad, de modo que la vacuna no estaría lista para su uso masivo el año que viene.

Los investigadores están teniendo dificultades para conseguir fondos (REUTERS/Dado Ruvic/Illustration)
Los investigadores están teniendo dificultades para conseguir fondos (REUTERS/Dado Ruvic/Illustration)

Si el sector privado avanza más lento no es porque no disponga de los recursos, sino porque tiene otras prioridades. Invertir en tratamientos de enfermedades crónicas como la diabetes y el colesterol es mucho más redituable, y en eso concentran sus fondos.

“No creo que las personas que tienen el dinero se hayan ajustado todavía a lo que necesitan los desarrolladores de la vacuna”, dijo Gilbert, citada por The South China Morning Post. “Creo que en la mente de los gobiernos eso es para después. Debido a la gran demanda de respiradores artificiales y de equipos de protección personal, es lo único en lo que se puede pensar ahora”.

Un investigador de la Universidad de Pittsburgh trabaja en una candidata a la vacuna contra el COVID-19 en Pittsburgh, Pensilvania, el 28 de marzo de 2020 (UPMC/Handout via REUTERS)
Un investigador de la Universidad de Pittsburgh trabaja en una candidata a la vacuna contra el COVID-19 en Pittsburgh, Pensilvania, el 28 de marzo de 2020 (UPMC/Handout via REUTERS)

Con el grueso de los fondos públicos destinados a contener la emergencia y amortiguar el impacto económico de las medidas de aislamiento, muchos gobiernos no están dispuestos a destinar más dinero en el desarrollo de la vacuna. De todos modos, la investigadora británica no se rinde y sigue insistiendo para obtener subvenciones o buscando nuevos socios privados dispuestos a financiar el proyecto.

“Hasta que este modelo no se resuelva a nivel económico, el desarrollo de tratamientos y vacunas para enfermedades infecciosas seguirá enfrentándose a batallas difíciles”, dijo Ooi Eng Oong, subdirector del Programa de Enfermedades Infecciosas Emergentes de la Facultad de Medicina de Duke-NUS en Singapur, consultada por el mismo medio.

Un científico de la compañía de medicamentos ARN Arcturus Therapeutics investiga una vacuna para el novedoso coronavirus (COVID-19) en un laboratorio de San Diego, California, el 17 de marzo de 2020. (REUTERS/Bing Guan)
Un científico de la compañía de medicamentos ARN Arcturus Therapeutics investiga una vacuna para el novedoso coronavirus (COVID-19) en un laboratorio de San Diego, California, el 17 de marzo de 2020. (REUTERS/Bing Guan)

El papel de las organizaciones filantrópicas

El problema de la falta de financiamiento para los desarrolladores de vacunas no es nuevo. Se vio ante el brote de ébola entre 2014 y 2016 en África, donde la respuesta fue mucho más pobre que ahora. Para llenar parte de ese vacío, se creó la Coalición de Innovaciones en la Preparación para las Epidemias (CEPI), integrada por el gobierno de Noruega, la Fundación Bill y Melinda Gates, el Wellcome Trust, el Foro Económico Mundial y el Departamento de Biotecnología de India. Esta coalición recauda fondos de fuentes filantrópicas para financiar la fabricación de vacunas para las enfermedades infecciosas, y está teniendo un papel desatacado.

De hecho, una posible vacuna contra el coronavirus, desarrollada por la compañía farmacéutica Inovio, con el apoyo de la fundación de Bill y Melinda Gates, recibió este lunes aprobación formal para comenzar a ser testeada en humanos. Se trata de la segunda en llegar a esta fase de desarrollo, luego de que el laboratorio Moderna, en Massachusetts, enviara su primer lote a mediados de marzo.

Bill Gates, copresidente de la Fundación Bill y Melinda Gates, habla en un panel de discusión sobre la construcción de capital humano durante la reunión de primavera del FMI/Banco Mundial en Washington, EE.UU., el 21 de abril de 2018. (REUTERS/Yuri Gripas)
Bill Gates, copresidente de la Fundación Bill y Melinda Gates, habla en un panel de discusión sobre la construcción de capital humano durante la reunión de primavera del FMI/Banco Mundial en Washington, EE.UU., el 21 de abril de 2018. (REUTERS/Yuri Gripas)

Si bien los expertos resaltan la velocidad con que se llegó a esta etapa, también aclaran que, aun si se confirmara que ambas vacunas son efectivas contra la enfermedad, estas tardarían entre un año y 18 meses en recibir aprobación formal para su aplicación al público. Más allá de ello, la próxima etapa de testeo de la posible vacuna tendrá lugar dentro de las próximas semanas, luego de obtener resultados prometedores en animales. Será en una de dos instituciones: o en la Escuela de Medicina Perelman de Filadelfia, en el estado de Pennsylvania, o en el Centro de Investigación Farmacéutica, en Kansas City. La empresa espera que los resultados sobre las respuestas inmunes de los 40 voluntarios estén listos para el verano boreal.

En total, los procesos de esta naturaleza constan de cuatro etapas de testeo en humanos. A medida que se avanza, los grupos de control son cada vez mayores, lo mismo que la información sobre la vacuna, su efectividad en condiciones naturales, posibles efectos adversos y la inmunidad a largo plazo que pueda generar.

La vacuna en cuestión, que es parte del grupo conocido como DNA, está compuesta de una estructura genética que, al ser insertada en un paciente, busca que sus células produzcan un anticuerpo específico que logre luchar contra una infección en particular. Las vacunas DNA han sido aprobadas para su uso en animales, pero aún no en humanos.

Equipo de laboratorio en la compañía de medicamentos de ARN Arcturus Therapeutics en San Diego, (REUTERS/Bing Guan)
Equipo de laboratorio en la compañía de medicamentos de ARN Arcturus Therapeutics en San Diego, (REUTERS/Bing Guan)

Pero Inovio ya había llevado a cabo un proyecto similar: había completado un estudio en humanos para el potencial desarrollo de una vacuna contra el Síndrome Respiratorio de Medio Oriente (MERS, por sus siglas en inglés), un coronavirus similar a la pandemia actual que se esparció por la región que le da su nombre en 2012 y 2015, Infectando a más de 8.000 personas y causando la muerte de 774.

Los resultados del estudio habían sido promisorios, considerando que los sujetos habían producido anticuerpos que se mantuvieron activos durante un período de tiempo extendido. Inovio informó que ha logrado aumentar su producción rápidamente, y que tendrá suficientes dosis tanto para la primera fase de testeo en humanos como para la segunda, cuando necesite cientos de sujetos de prueba.

Representantes de Inovio indicaron que, si los esfuerzos son fructíferos, serán capaces de producir hasta un millón de dosis para fin de año. Ellas podrían usarse en más pruebas o como tratamiento de emergencia, si fueran aprobadas para ese uso. Y enfatizaron que fueron capaces de hacerlo gracias al apoyo de la fundación de Bill y Melinda Gates. Esto debido a que Inovio es uno de los siete laboratorios seleccionados por los empresarios para recibir financiamiento en sus esfuerzos para producir una vacuna.

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