OPINIÓN: Luto en Culiacán

La jornada violenta que vivió la ciudad debe ser un motivo para reflexionar sobre la manera en la que se ha glorificado al narcotráfico, principalmente entre los jóvenes

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La capital de Sinaloa vivió una jornada que llenó de tristeza a sus habitantes (Foto: especial)
La capital de Sinaloa vivió una jornada que llenó de tristeza a sus habitantes (Foto: especial)

Este día estuvo fuerte. Toda nuestra ciudad se vio inundada por las balas, vehículos quemados y gente herida. Los videos empezaron a llegar de todas partes. Vehículos con gente armada que llegaban del norte y sur de Sinaloa. Audios de sicarios que enviaban advertencias y festejaban la liberación del “patrón”.

El cuartel sitiado, soldados secuestrados para servir de intercambio por un joven detenido. Sí un joven detenido, pero no cualquier joven, se trata de Ovidio Guzmán, un hijo de Joaquín Guzman Loera, el Chapo, quien aún es célebre en estas tierras y su hijo es un joven que es pieza clave de uno de los carteles más importantes de México y del mundo: el de Sinaloa.

Pero además un joven que simboliza las aspiraciones, los estilos de vida, el deseo de poder, la moda, el lujo, la fiesta, las armas, la pasión, la cultura y la moral de miles de jóvenes más en Sinaloa.Sembramos esto hace muchos años, lo cultivamos, lo halagamos, lo solapamos... ahora lo lamentamos.

¿Con qué cultura podemos alternar este espíritu colectivo de la violencia?, ¿Qué antídoto surtirá efecto? Por lo pronto no veo la respuesta. Esta predisposición moral es también ya una predisposición cultural en la que se ha glorificado la imagen del narco, en la que las sicarias son una figura que da glamour y en el que la que la televisión convirtió a los jefes de los cárteles en personajes aspiracionales.

La juventud fragmentada no atina tampoco a definir su rumbo en esta sociedad desalentada. Es el Sinaloa nuestro, pero también es el México nuestro. Tenemos que ver por nuestros hijos y sus hijos, pues es la manera mas inmediata de ver por todos. Ya hace años que vengo doliéndome de este Culiacán y de este país que se nos está yendo. A veces me gana la desesperación de no poder hacer gran cosa, si acaso abrir un legítimo espacio para pensarlo, reflexionarlo y expresarlo... no podemos callar, hay que abrir las mentes jóvenes para que la jornada violenta que vivió Culiacán, no se repita en ninguna otra parte de nuestro país.

*Catedrático de la Universidad Autónoma de Sinaloa

Lo aquí publicado es responsabilidad del autor y no representa la postura editorial de este medio