
El hallazgo de que los tifones actúan como potentes vectores de microplásticos, transportando estos contaminantes desde el océano hasta la tierra, redefine la comprensión de los riesgos asociados a estos fenómenos meteorológicos y su vínculo con el cambio climático.
Según la investigación publicada en Environmental Science & Technology, existe una relación física directa entre la contaminación plástica y el calentamiento global, lo que sugiere que ambos problemas podrían estar intensificándose mutuamente.
El estudio fue presentado por Taiseer Hussain Nafea, quien tiene un doctorado en Ingeniería Ambiental por la Universidad de Nottingham.

Cómo se realizó el estudio
Durante el trabajo realizado en Ningbo, China, los investigadores recopilaron muestras de deposición atmosférica cada doce horas mientras los tifones Doksuri, Gaemi y Bebinca impactaban la región. Este monitoreo de alta resolución permitió documentar la evolución dinámica de la contaminación plástica a lo largo del ciclo de vida de cada tormenta.
Los resultados mostraron que, en los períodos de calma previos a la llegada de los tifones, los niveles de microplásticos depositados en tierra se mantenían en valores de referencia. Sin embargo, con la llegada de cada tormenta, la tasa de deposición se incrementó de forma abrupta, alcanzando un máximo de 12.722 partículas por metro cuadrado por día durante el tifón Gaemi, cifra que se correlacionó directamente con la intensidad máxima del fenómeno.
Tras el paso del tifón, los niveles descendieron rápidamente hasta los valores iniciales, evidenciando un pulso transitorio de contaminación generado por la propia tormenta. El análisis de las partículas recogidas permitió rastrear su origen. En condiciones de calma, predominaban polímeros típicos de entornos urbanos, como el tereftalato de polietileno (PET) y el nailon (NY).
Sin embargo, durante los tifones, la diversidad de polímeros aumentó de manera notable, identificándose materiales densos como el cloruro de polivinilo (PVC), el acrílico (AC) y el politetrafluoroetileno (PTFE), que suelen encontrarse en sedimentos marinos y aguas profundas, pero son poco comunes en el aerosol urbano de Ningbo. Esta diversidad desapareció una vez que la tormenta se alejaba, lo que indica un origen marino transitorio de los microplásticos depositados.

El tamaño de las partículas también resultó revelador: más del 60 % de los microplásticos transportados por las tormentas tenían un tamaño inferior a 280 micrómetros. Estudios previos han demostrado que las burbujas que estallan en la superficie del mar, un proceso intensificado por los vientos de los tifones, expulsan preferentemente partículas de este tamaño al aire.
Además, el modelado de las trayectorias del aire durante los picos de deposición de plástico mostró que las masas de aire se desplazaban directamente sobre el océano agitado por la tormenta, y no desde el interior continental.
La consistencia de estos hallazgos en los tres tifones estudiados llevó a una conclusión inequívoca: las tormentas no solo movilizan residuos locales, sino que transfieren activamente microplásticos de origen oceánico a la atmósfera y los depositan en tierra. Este mecanismo representa una nueva vía en el ciclo global del plástico, donde un tifón se convierte en un agente de transporte a escala planetaria.
El proceso identificado comienza con la agitación vertical de la capa superficial del océano, impulsada por la energía de la tormenta, que remueve partículas plásticas desde las profundidades. Estas partículas alcanzan la microcapa superficial, donde la turbulencia extrema y el rompimiento de olas, junto con el estallido de burbujas, expulsan los microplásticos al aire.

El intenso campo de viento de la tormenta transporta estos aerosoles tierra adentro, y las lluvias asociadas actúan como un depurador atmosférico, arrastrando las partículas plásticas desde la atmósfera hasta el suelo. Así, un solo sistema meteorológico puede convertirse en el principal conducto de microplásticos atmosféricos en una región extensa.
La investigación destaca la conexión entre este fenómeno y el cambio climático. Los océanos más cálidos, consecuencia del calentamiento global, alimentan tifones más intensos, y los datos obtenidos muestran que el tifón más fuerte movilizó la mayor cantidad de plástico.
Esto apunta a un ciclo de retroalimentación: el cambio climático intensifica los tifones, que a su vez se convierten en bombas más eficientes para los microplásticos oceánicos. La mayor presencia de microplásticos en el océano puede alterar los ciclos biogeoquímicos, incluida la capacidad del océano para absorber carbono, lo que podría agravar el calentamiento global.
Además, las aguas más cálidas aceleran la fragmentación de los desechos plásticos en microplásticos, lo que incrementa la cantidad de partículas disponibles para ser transportadas por las tormentas.

Este ciclo peligroso implica que las tormentas más intensas esparcen más plástico y a mayor distancia, lo que transforma la naturaleza del riesgo para las ciudades costeras. Ahora, además de los daños por viento y agua, las tormentas traen consigo una columna invisible de microplásticos inhalables, lo que representa una vía de exposición inevitable para miles de millones de personas. Aunque la investigación sobre los efectos sanitarios de esta exposición continúa, el hallazgo subraya la necesidad de nuevas estrategias de gestión ambiental y adaptación climática.
La limpieza de plásticos en costas y ríos adquiere así una dimensión adicional: no solo es una medida ambiental, sino un paso crucial en la defensa de la salud pública y la adaptación al cambio climático. Reducir la cantidad de plástico disponible para ser transportado por las tormentas puede mitigar la magnitud de este fenómeno en el futuro.
El estudio también enfatiza la dimensión global del problema. Los tifones recogen plástico de aguas internacionales, sin respetar fronteras, lo que exige una cooperación internacional sin precedentes, similar a la requerida para la acción climática. La gestión del plástico y la estabilización del clima se presentan ahora como luchas inseparables.
La evidencia reunida por los investigadores muestra que las violentas tormentas, cada vez más intensas, son las mismas fuerzas que propagan la contaminación plástica a mayor distancia y velocidad. Reconocer esta conexión constituye el primer paso esencial para romper un ciclo que amenaza tanto la salud ambiental como la humana. Según los expertos, el trabajo forma parte del Diálogo Science X.
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