
El agua dulce almacenada en los continentes desaparece a un ritmo sin precedentes, según un nuevo estudio. Esta tendencia, provocada por el cambio climático, la sobreexplotación de aguas subterráneas y la intensificación de las sequías pone en peligro la seguridad hídrica global. La investigación advierte que este proceso está afectando a vastas regiones del hemisferio norte del planeta, donde se identificaron cuatro zonas interconectadas de “mega-sequía continental”.
Las conclusiones surgen de un análisis liderado por Arizona State University (ASU) y publicado en la revista científica Science Advances. Con más de dos décadas de observaciones satelitales, el trabajo muestra que el secado de los continentes supera en magnitud a la pérdida de agua de los polos.
Cuatro zonas críticas y pérdida de acuíferos
Los investigadores detectaron que los territorios que se secan se expanden al doble del ritmo que los que se humedecen, una señal de que se revirtieron patrones hidrológicos de larga data. Esto, en parte, es debido a la extracción excesiva de aguas subterráneas y la falta de reposición. El fenómeno afecta especialmente al hemisferio norte y se concentra en cuatro grandes regiones:
- El suroeste de América del Norte y Centroamérica
- Alaska y el norte de Canadá
- El norte de Rusia
- Una franja que abarca Medio Oriente, el norte de África y gran parte de Eurasia

Estas zonas incluyen regiones agrícolas clave como el norte de la India, Ucrania o la llanura del norte de China, además de grandes ciudades como Los Ángeles, Ciudad de México, Berlín, Teherán o Beijing. Según el estudio, el 75% de la población mundial vive en países que han perdido agua dulce de forma sostenida en los últimos 22 años.
Se estimó que aproximadamente el 68% de la pérdida de agua desde el 2002 corresponde a aguas subterráneas, mientras que el resto proviene de fuentes superficiales como ríos, lagos y nieve. De acuerdo con el trabajo, desde 2015, la pérdida total de agua dulce en los continentes contribuyó más al aumento del nivel del mar que la de los hielos de Groenlandia o de la Antártida por separado.
“Estos hallazgos tal vez representen el mensaje más alarmante hasta ahora sobre el impacto del cambio climático en nuestros recursos hídricos”, declaró Jay Famiglietti, autor principal del estudio, profesor en la Escuela de Sostenibilidad de ASU.

“Los continentes se están secando, la disponibilidad de agua dulce está disminuyendo y el aumento del nivel del mar se está acelerando. Las consecuencias de continuar con la sobreexplotación del agua subterránea podrían socavar la seguridad alimentaria y del agua para miles de millones de personas en todo el mundo. Este es un momento de ‘todas las manos a la obra’: necesitamos una acción inmediata en materia de seguridad hídrica global”, agregó en el comunicado oficial de la universidad.
Cómo se hizo el estudio
El equipo científico utilizó los datos de las misiones satelitales GRACE y GRACE-FO, desarrolladas en conjunto por Estados Unidos y Alemania. Estos satélites detectan cambios en el campo gravitacional terrestre, lo que permite medir las variaciones en el almacenamiento de agua en el planeta. Esto incluye agua superficial, humedad del suelo, nieve, glaciares y agua subterránea.
El estudio documenta un punto de inflexión en 2014–2015, coincidente con un evento climático extremo de El Niño. Desde ese momento, los eventos hidrológicos extremos comenzaron a intensificarse y el uso y extracción de agua subterránea aumentó drásticamente. En consecuencia, la pérdida de agua terrestre superó a la que producen los glaciares y capas de hielo.

Además, se detectó una oscilación inédita: las zonas secas, que solían localizarse en el hemisferio sur, pasaron al norte. En tanto, según el estudio, desde 2002 las únicas zonas que muestran un aumento sostenido de humedad, en promedio por latitud, son las regiones tropicales. La investigación señala que esta reconfiguración no fue anticipada por los modelos climáticos del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC).
“Es impactante cuánta agua no renovable estamos perdiendo”, explicó Hrishikesh A. Chandanpurkar, primer autor del estudio e investigador de ASU. “Los glaciares y las aguas subterráneas profundas son como fondos fiduciarios ancestrales. En lugar de usarlos solo en momentos de necesidad, como durante una sequía prolongada, los estamos dando por sentados. Además, no intentamos reponer los acuíferos durante los años húmedos y, por lo tanto, nos estamos acercando a una quiebra hídrica inminente”, advirtió.
Por qué importan los resultados: gestión, riesgos y acciones necesarias
El impacto de este proceso no es solo ambiental. Las zonas afectadas incluyen regiones agrícolas de alta productividad, ciudades densamente pobladas y ecosistemas sensibles. El agotamiento de los acuíferos profundos no solo reduce la disponibilidad inmediata de agua, sino que también intensifica los riesgos de inseguridad alimentaria, desplazamientos humanos y conflictos geopolíticos vinculados al agua.

Los investigadores remarcan que contar con registros continuos de almacenamiento de agua terrestre es clave para distinguir entre la variabilidad climática natural y los efectos del cambio climático. “Los registros de GRACE ya alcanzan una duración que nos permite ver de forma robusta las tendencias a largo plazo”, sostuvo Chandanpurkar en el comunicado de ASU.
“Este estudio importa. Muestra con claridad que necesitamos con urgencia nuevas políticas y estrategias de gestión del agua subterránea a escala global”, afirmó Famiglietti. “Aunque los esfuerzos para mitigar el cambio climático enfrentan desafíos, podemos abordar el secado continental implementando nuevas políticas sobre sostenibilidad regional e internacional del agua subterránea. Esto, a su vez, ralentizará el aumento del nivel del mar y ayudará a preservar el agua para las generaciones futuras”, concluyó.
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