A 10 años de la muerte de Sandro de América, México sigue llorando la partida del “Elvis latinoaméricano"

Una década sin uno de los cantantes más conocidos, dramáticos, innovadores e irremplazables de la historia musical de las baladas clásicas en español

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Sandro de América
Sandro de América

Sandro de América vivió en la piel de Roberto Sánchez Ocampo, un argentino de padres españoles cuyo talento siempre fue su potente voz.

El cantante, nacido bajo el sol de leo, era inmenso, fuerte, dramático, guapo y con sex appeal que dominaba cualquier escenario en el que se presentaba, incluido el imponente Madison Square Garden de Nueva York.

A Sandro de América se le adjudican varias cosas, como ser el padre del rock argentino y uno de los cantantes pamperos más importantes de la historia. Además de ser considerado para algunos como el “Elvis Presley Latinoamericano”.

En México, la llegada de Sandro de América fue un suceso. El país azteca no estaba acostumbrado a un cantante con un semblante tan varonil y sexy, en aquel entonces, los ídolos mexicanos en su mayoría portaban bigote, otros más tenían un semblante más dócil, pero ninguno cantaba como el argentino, ni movía fuertemente las caderas mientras sus labios gruesos rozaban el micrófono.

El cantante lograba lo imposible, era un hombre gallardo, apuesto que cantaba al amor y al desamor, un tipo que, pese a su fortaleza y corporalidad, no tenía empacho de suplicar amor y gritarlo y aceptar la culpa si es que en una relación las cosas no salieron bien.

Sandro de América
Sandro de América

Eso, aunque en sí mismo era de llamar la atención, enfrentaba a miles de mujeres mexicanas contra el machismo, pues era su sensibilidad lo que les mostraba otro tipo de hombre que se debatía ante la acostumbrada dominación social por parte de sus parejas, quienes veían la dominación masculina como una normalidad.

Infobae México habló con el reconocido periodista Armando Gallegos, quien nos compartió cómo Sandro de América para los mexicanos: “Sandro de América es ya patrimonio de la cultura popular argentina y un recuerdo permanente de la gente que habita el continente americano y el viejo continente tal y como él lo quiso. México también fue perturbado por sus coreografías y movimientos abusivos en ritmo lo que lo llevó a ser considerado un ídolo de la época moderna que pasó de rockero a baladista, con una mirada de gitano que cautivó a varias generaciones en nuestro México que no estaba acostumbrado a disfrutar de un cantante latinoamericano con libertinaje en su baile sobre un escenario, lo que lo convirtió en uno de los primeros hombres espectáculo que enloqueció a sus nenas mexicanas con esbelta figura pero robusta y enigmática presencia, de galán maduro que aún en la recta final de sus días con exceso de peso, gustaba a las mexicanas a quienes dedicó parte del corazón que le fue trasplantado y que tatuó la mente de sus fanáticas mexicanas en donde quedó como el último de los amantes ardientes guardando imagen de un muchacho frágil que murió enorme”, opina el periodista respecto al paso que dejó huella del cantante en México.

Para el pequeño Roberto Sánchez Ocampo, cuando era apenas un joven de 12 años, su maestra de primaria, le invitó a realizar una imitación de Elvis. Él cantó y se interesó tanto porque el aplauso fuera su único alimento que dejó la escuela.

De ahí siguieron otros paralelismos, como comprar una guitarra, siguiendo un poco la historia de Elvis. Roberto se cambió el nombre por Sandro y formó la agrupación Los Caniches de Oklahoma, y comenzó a cantar canciones de rock internacional en castellano en 1963.

Una escena de la Sandro de América con un Sandro en plena transformación (Foto: Archivo)
Una escena de la Sandro de América con un Sandro en plena transformación (Foto: Archivo)

A partir de ahí fue considerado el Elvis Presley Latinoamericano, el Elvis Criollo y causaba lo mismo, desmayos de seguidoras, suspiros incontrolables y una locura mediática como resultado de su exposición de la televisión.

Marina Amparo Monroy, una seguidora mexicana de Sandro de América de 62 años, que consultó Infobae México, explica lo que representaba para ella el cantante, quien alrededor de 1970 ya se posicionaba como uno de los mejores artistas de la época.

“Me gustaban todas sus canciones, recuerdo que con mis amigas platicábamos que Sandro era un hombre muy guapo, antes había unas fotonovelas que se llamaban Cita, recuerdo ahorrar todos los días para poder comprar esa revista que traía un trozo de foto en la contraportada y que formaba un póster inmenso del tamaño casi de la pared”, comentó.

Sandro era para algunas mujeres un dios, un ídolo bendito, un liberador de emociones que, si bien en el pasado se elevaba demasiado a los artistas, el cantante argentino era un poco sobrehumano.

Ganó el Grammy Latino por su excelencia musical como cantautor, actor y por su trayectoria artística, además de vender ocho millones de copias, con éxitos como “Así”, "Mi amigo el Puma”, “Penumbras”, "Porque yo te amo”, “Quiero llenarme de ti”, “Rosa Rosa”, y “Trigal”

Sandro de América
Sandro de América

El Elvis latinoamericano sabía liderar con la fama, con la seducción que era su mejor amiga en el escenario, Sandro temblaba la voz, se enojaba a rabiar, parecía enloquecer por un amor, era monumentalmente teatral y luego de dar un imponente show era agradecido, nombre, tierno y se rendía a llorar.

Miguel Mato: “Sandro es un ícono. América tiene solamente dos ídolos: Elvis Presley y Sandro”.

El cantante envejecía con dignidad y ese rostro varonil iba poco a poco cansándose de la juventud, poco a poco dejó de ser un hombre arrebatado, pero su garganta estaba intacta.

Era 1998 y tras la noticia de un enfisema pulmonar crónico inundaba las portadas de las revistas por toda Latinoamérica, Sandro, dejó los escenarios. El pulmón y corazón de un joven de 22 años le salvaron la vida en 2009. La operación, que resultó ser un éxito, lo mantuvo en franca mejoría hasta una inesperada neumonía.

Sandro de América, moría a consecuencia de un shock séptico el 4 de enero de 2010 y con él se fueron las ganas de cantar temblando, de interpretar hasta rabiar y de llorar en un escenario hasta recuperar el amor.

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