Tres historias del vínculo de Pelé con Argentina: el día que ofició de dentista, la final en la que domó a la Bombonera y sus coqueteos con Racing, Boca y River

El libro “Pelé en celeste y blanco” se encargó de profundizar en la relación del astro brasileño con el fútbol argentino

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Pelé y Coutinho en el Santos, una dupla que sufrió Boca
Pelé y Coutinho en el Santos, una dupla que sufrió Boca

Pelé fue uno de los mejores futbolistas de la historia. Edson Arantes do Nascimento ganó tres Mundiales, marcó una época con el Santos y, más allá de la dicotomía con Maradona o Messi, también dejó una huella en Argentina, por el efecto espejo en el clímax de su carrera, y porque a lo largo de su trayectoria jugó 39 partidos en el país. Todos ellos son materia de abordaje en el libro “Pelé en celeste y blanco”, escrito por el periodista Luis Vinker y publicado por editorial “Al Arco”.

La obra, compuesta por 15 capítulos y 160 páginas. “Pelé marcó una época del deporte y repasando su década de gloria comprobamos cuán íntimamente estuvo vinculado a la Argentina. Jugó casi 40 partidos en nuestro país, dejando siempre su huella tanto en encuentros oficiales como en amistosos y hasta en giras por el Interior, que hoy serían impensables en una estrella de su dimensión”, anticipa el autor en la introducción.

Aquí, nos adentramos en tres historias narradas en la publicación.

El “mejor partido jamás jugado en Argentina” y el día que Pelé se convirtió en dentista

El 28 de septiembre, en un estadio de Huracán colmado, Racing y Santos se enfrentaron en un amistoso que entonces fue señalado como “el mejor partido jamás jugado aquí”. “Fútbol para Dioses”, tituló El Gráfico. Lo admitió el propio Panzeri: “Racing jugó un gran partido, el mejor que le vimos nunca. Santos fue superior, pero sin aplastar. Los dos tuvieron la misma participación en la fiesta. Nadie defendió. Todos atacaron. Por eso el fútbol bol jugado se hizo ágil, sorpresivo, contundente, incluso en el resultado. Ninguno de los dos especuló con el resultado. Los dos querían ganar y sobre el mismo partido, a favor de esa intención, se improvisó un juego fresco, espontáneo, ofensivo. Con un Pelé que nunca, como en ese amistoso contra Racing, nos llenó tanto los ojos. Como solo los fenómenos, en cualquier actividad, son capaces de hacer”.

También expresó: “Quienes no hayan ido el jueves 28 a la cancha de Huracán a ver Racing-Santos puede que tengan motivos para arrepentirse por largo tiempo. Fútbol brillante. Es el mismo fútbol que llegó a ser casi dominical en Buenos Aires con el San Lorenzo del ‘46 o los River de La Máquina y sus sucedáneos. Fútbol de hombres agrupados en permanente y rápida circulación”.

Racing perdió por 4-2. Pero nadie se preocupó demasiado por el resultado: fue una fiesta de principio al fin. A los 4 minutos, le dieron a Racing un tiro libre indirecto a pasos del área, pase de Sosa a Pizzuti y definición con un zurdazo, que dejó inútil el vuelo de Laércio.

Pero los brasileños no dormían. Y en dos minutos se ubicaron arriba con goles de Bé y Pelé. Sin embargo, Pizzuti estaba inspirado y a los 32 minutos clavó el 2-2 que Dorval rompió cinco minutos más tarde. Salió Mauro desde su área para Pelé, aún en su campo: lanzó el pelotazo para Dorval quien sorprendió, desde atrás, a la marca de Mesías para definir: en tres pases cubrieron 90 metros y llegaron al gol.

Racing manejó el juego en la segunda parte, aunque le costó darle la estocada final. Y llegó la última obra de Pelé, típica a lo largo de toda su carrera: Getulio lanza el tiro libre, Pelé recibe en el centrodel área, pelota al pecho. Antes de que caiga, casi de media vuelta, clava el derechazo para el 4-2. La pidió, la recibió y la definió. La colocó en el ángulo izquierdo de Negri para cerrar el 4-2.

(Federico) Sacchi le contó al periodista Eduardo Verona: “En esa época Buenos Aires era una fiesta y el partido con el Santos, también. El resultado fue lo de menos. Yo jugué con un tremendo dolor de muelas y en un forcejeo Pelé me la arrancó de un codazo. No sé si con mala intención o qué. Eso sí, sin la muela, se me fue el dolor y sentí un gran alivio”.

La tapa del libro de Luis Vinker, editado por editorial Al Arco
La tapa del libro de Luis Vinker, editado por editorial Al Arco

La final en la que domó a la Bombonera con mañas y fútbol

La tarde del miércoles 11 de septiembre de 1963 se transformaba en noche lluviosa sobre la ciudad y una multitud comenzó la silenciosa desconcentración de La Bombonera. Se había extinguido la euforia de la previa, cuando se palpitaba una jornada épica. El primer sueño de la proyección internacional de Boca quedó postergado: la jerarquía de Santos le deparó su segunda Copa Libertadores consecutiva –todavía conocida como “Copa de Campeones”– y el paso a una nueva Intercontinental, que se aseguró semanas después (...).

La diferencia de aquella serie final por la Libertadores 63 no sólo fue Pelé, sino algo más: el Santos en su esplendor había acumulado una importante experiencia internacional y Boca rara vez salía de las competiciones locales.

En vísperas del primer encuentro, Lula –el técnico brasileño– en diálogo con Juvenal se mostró muy confiado en los suyos (“Tenemos un patrón de juego, una disciplina y, lo más importante, hombres con capacidad para improvisar”) y crítico con el Boca que había eliminado a Peñarol: “Lo vi en Montevideo, siempre ocho hombres atrás, defendiendo. Pero el fútbol es ataque, marcar más goles que el adversario. Hay que tomar recaudos, pero no se puede estar todo el partido atrás, defendiendo. Si el fútbol argentino sigue jugando así le va a costar mucho recuperarse”.

La ida se jugó el miércoles 4 de septiembre de 1963 en el Maracaná. El Santos, con su formación estelar y un quinteto ofensivo que metía miedo: Dorval, Lima, Coutinho, Pelé y Pepe. El técnico Deambrosi optó por Rojitas como titular y con Errea en el arco, en lugar de Roma, lastimado. Colocó esta formación: Errea, Magdalena y Marzolini; Simeone, Rattin y Orlando; Grillo, Rojitas, Menéndez, Sanfilippo y Gonzalito.

Santos resolvió el partido en apenas diez minutos, entre los 18 y 28 cuando las combinaciones de sus astros terminaron en la red: Coutinho el primero y el segundo, Lima el tercero después de una jugada en la que tocaron Zito, Pelé y Coutinho. Por las puntas, Dorval fue incontrolable para Marzolini, así como Pepe para Simeone.

Marzolini, lesionado, tuvo que salir y Orlando cubrió su lugar, entrando Silveira al medio, para frenar el armado de Zito. El descuento de Sanfilippo a los 42 evitó la goleada y ya sobre el final del partido, otra vez el Nene, tras un pase de Menéndez, cerró el partido con un ajustado 2-3.

O’Globo comentó: “El espectáculo de gala que dio Pelé en el Maracaná entre los minutos 15 y 30 constituyó una pieza de antología que no será olvidada. Una de las fallas principales boquenses es jugar a la defensa, sin ningún sistema de contraataque. Cracks como Sanfilippo, Grillo, Orlando o Rattin, con la suficiente clase internacional, se limitaron a una serie de combinaciones sin ninguna efectividad”.

Armando se enojó por el trato de los brasileños, y no tanto por el partido: “Nos trataron muy mal. Cuando vienen a Buenos Aires nos desvivimos por atenderlos. Les regalamos cuadros de Quinquela Martín, ponemos todo lo nuestro a los pies del que nos visita. Aquí, primero ningún dirigente se acercó a nosotros desde su llegada, durante cuatro días. Nos negaron el estadio para entrenar de noche. No nos dejaron practicar con botines de fútbol. Los jugadores de Boca solo tuvieron autorización para pisar el Maracaná de tarde y en zapatillas. Dijeron que era para cuidar la cancha. Pero resulta que en esos días habían estado practicando marchas de una banda de mil hombres sobre el field. Y encima, nos regaron la cancha antes del partido. En fin, para qué seguir. Pero en Buenos Aires lo vamos a tener en cuenta y pagaremos con la misma moneda”.

La revancha estaba anunciada para las 16 del miércoles siguiente en la Bombonera. La crónica de La Prensa indicó: “Para quebrar la impaciencia de los espectadores, a las 15.30 desfilaron por todo el perímetro de la cancha los integrantes del equipo de lucha de la entidad local, exhibiendo los trofeos conquistados en diferentes torneos. Los encabezaba el profesor de la entidad, señor Danese. Era impresionante el aspecto que ofrecían las tribunas a las 16. Parecían moverse como verdadero oleaje humano”. A las 16.13, Zito encabezó la aparición del Santos. Enseguida el árbitro francés Marcel Bois y los líneas, el alemán Werner Treichel y Eunaipio Gouvea de Queirós, de Brasil. Y a las 16.15, ante una ovación imponente, el capitán Orlando Pecanha de Carvalho lideró la formación boquense (dos años después se iría a las filas del Santos).

Aquella tarde se recuerda por el 2-1, por una de las mayores y magistrales demostraciones de la dupla Pelé-Coutinho, y por alguna actitud del 10, cuando hizo parar el partido para cambiarse el short. En La Prensa lo cuestionaron por eso: “Es un comediante, pero hizo lo que Santos necesitaba para ganar. Primero buscó un foul para quedarse en el piso y cambiar sus pantalones, que habían perdido su sostén. Luego, en un cambio de caricias con Silveira fingió haber recibido un golpe y buscó el penal aparatosamente”. Esa jugada sucedió con el partido empatado y según Sanfilippo, fue una avivada de Pelé. “No sé si le rompió la tira o si lo hizo a propósito, pero como se le caían los pantalones, el juego estuvo parado. Ahí nos frenamos”, le dijo a Página 12 medio siglo después. “Rattin lo levantaba y lo ayudaba. Yo le gritaba ‘Dejalo, pisale los tobillos, así no juega más. A mí allá me c... a patadas y vos lo levantás...’; Pelé, que escuchaba lo que pasaba y hablaba bien en castellano, me decía: ‘Sanfilippo, vocé e bom jogador, pero malo’”.

Deambrosi dispuso esta vez que Silveira ingresara desde el comienzo. Pagani apuntó: “Entró Silveira para respaldar a Rattin. Corbatta y Valentim se quedaron afuera. A Boca le sobraban estrellas. Y fue una máquina en el primer tiempo, Grillo arrollaba por la derecha, Rojitas quebraba la cintura y seguía, Menéndez lo buscaba a Sanfilippo. Gonzalito ventilaba por la izquierda. Pero el gol no llegaba”.

Boca dominó, aunque sin profundidad, recién convirtió cuando comenzaba el segundo tiempo con un derechazo de Sanfilippo. La alegría duró apenas dos minutos, una clásica combinación de Pelé y Coutinho fue sentenciada por este sobre la salida de Errea. Santos tomó el control y el arquero boquense salvó dos goles, primero ante un tiro de Pepe y luego ante un cabezazo de Pelé. Cuando iban 37 minutos, el que habilitó fue Coutinho para Pelé sobre la derecha, dejó atrás con su habilidad a Orlando -le hizo rebotar la pelota en sus piernas y, ante la salida del arquero, tocó suavemente para la definición: 2-1. “Definió esa final haciendo la pared con un adversario”, sintetizó Juvenal.

En El Gráfico, Juvenal escribió: “Boca tuvo la pelota, la cancha y las oportunidades. Santos tuvo a Pelé y Coutinho (...) Ellos tienen a Pelé. Y Pelé tiene a Coutinho. Muy sencillo. Nosotros, sumando todos los delanteros titulares de los principales equipos de nuestro medio, no logramos reunir una fórmula ofensiva que se le pueda siquiera acercar a la que componen ellos dos. El problema trasciende a Boca y abarca a todo el fútbol argentino. Nos falta claridad para llegar, nos falta persistencia en la explotación de esa claridad, cuando ella llega a producirse. Nos falta Pelé y también nos falta Coutinho”.

Mucho tiempo después, en una entrevista para El Gráfico en la que reveló su sentimiento por Boca, Pelé se refirió a aquella tarde de La Bombonera: “Aunque con Boca tuve una relación casi amorosa, también hubo momentos desagradables. Hubo una ocasión en que la hinchada me hizo sentir odio. Antes de la final en La Bombonera... Recuerdo que en el momento en que salíamos a la cancha, por los parlantes dieron la formación del Santos. Cuando me nombraron, la hinchada comenzó a insultar a mi madre. No sólo yo, todos mis compañeros se pusieron rabiosos. Entonces, en la misma cancha resolvimos cambiar el plan de juego. Inicialmente, como el empate nos favorecía, estábamos dispuestos a jugar cautelosamente e intentar contraataques. Pero la indignación nos llevó a decidir que debíamos ir encima de ellos, presionarlos y terminar de entrada con el asunto. Cuando Rattin dijo que nos mataría si nos atrevíamos a pasar la mitad de cancha, nos reímos en la cara. Grillo estaba jugando bien y nos obligaba a cuidarlo...”. También recordó con precisión la jugada de su gol (“Es la única que recuerdo nítidamente de todos los partidos que jugué con Boca”).

Pelé jugó 39 partidos en suelo argentino y la obra tiene el desglose de cada participación (Pictorial Parade/Archive Photos/Getty Images)
Pelé jugó 39 partidos en suelo argentino y la obra tiene el desglose de cada participación (Pictorial Parade/Archive Photos/Getty Images)

Sus coqueteos con Racing, Boca y River

A Pelé después de expresar algún sentimiento por Racing o, finalmente, posar con la camiseta de Boca, tampoco le faltó algún coqueteo con River. Podía ser uno de sus tantos gestos de relaciones públicas, en los cuales demostró ser experto. Y considerando que fue para la revista partidaria, no hay demasiadas dudas en ese aspecto, aunque muchos hinchas de la Banda lo mencionaran a lo largo del tiempo. Ocurrió antes de un juego de verano en Mar del Plata, esos de los que estaban de moda en los 60.

“Si alguna vez me voy del Santos, quisiera jugar en River. Cuando entré a su estadio, quedé asombrado. Hasta aquel momento, yo creía que lo más grande, lo más espectacular, era el Maracaná. Pero cuando empecé a recorrer el Monumental, me dije: si alguna vez dejo Brasil, me vengo a este club”, le expresó a la revista River (...).

En una de las notas que ya mencionamos, Pelé manifestó –entre los equipos argentinos– cierta devoción por Boca. “Quiero a Boca, a sus colores y a su gente”, tituló El Gráfico el reportaje que realizó Tarlis Batista en 1981 en Nueva York y donde por primera y única vez O Rei aceptó posar con la camiseta de un equipo de nuestro país. Allí también contó que su primera inclinación en la Argentina fue hacia Racing, ya que sus colores coincidían con el nombre de su mamá (Celeste). Pero luego optó por Boca: sus compañeros de la Selección, Orlando y Valentim, que jugaron en Boca, le hablaron del “fervor inigualable” de sus hinchas.

Todo esto es relativo ya que a lo largo de su vida Pelé cultivó una relación de pasión/odio con Boca, también habló varias veces de aquel sentimiento por Racing o, en algún momento, citó el interés de River por llevarlo entre sus filas. “No hay dinero capaz de comprar a Pelé”, replicaron los dirigentes del Santos, luego de ganar la segunda Intercontinental, cuando también los poderosos de Italia o España lanzaron sus ofertas.

Pasado mucho tiempo, cuando el eco de aquellas batallas contra Rattin y compañía se había extinguido, Pelé contó en esa entrevista otros aspectos de su relación con los xeneizes: “No podré olvidar nunca de qué manera fui recibido siempre por los propietarios de las cantinas de la Boca cuando iba a comer, después de los partidos, con mis compañeros. Muchas veces salí de sus salones cantando y danzando como en mi propio país. Me sentía en casa y era recibido como si formara parte de la barriada. También, después de los partidos, recuerdo que los hinchas de Boca eran siempre los más cariñosos, los más efusivos en sus demostraciones de afecto y estima”.

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