El reloj apenas había superado los 45 minutos en el Estadio Monumental, el partido estaba 1-1 a punto de ir al suplementario y un tiro libre largo desde atrás de la mitad de cancha fue la llave de la sorpresa. Rob Rensenbrink le ganó la espalda a Jorge Olguín y alcanzó a punetar la pelota con su pierna izquierda ante la desesperada salida de Ubaldo Fillol. El balón picó una vez y se estrelló en el poste para ser despejada luego por Américo Rubén Gallego. Aquella jugada pasó a la historia como la que estuvo a punto de arruinar el primer título del mundo de Argentina y la que hubiese significado el primer campeonato mundial para Holanda.
El gran protagonista de esa situación –y de tantas otras en el fútbol– Pieter Robert Resenbrink murió este sábado a los 72 años de edad y luego de pelear durante mucho tiempo contra una enfermedad muscular progresiva. Si bien es un símbolo de aquella situación icónica para el fútbol argentino y mundial, Rob es parte de un extenso listado de hitos en el deporte: máximo anotador histórico de la extinta Copa de ganadores de la Copa UEFA (25), ganador del primer Onze d’Or, figura absoluta de la liga belga y pieza clave de la Naranja Mecánica que quedó en dos oportunidades como subcampeona tras caer en las finales de la Copa del Mundo ante Alemania (1974) y Argentina (1978). Además, es el dueño de otra estadística particular: marcó el gol 1000 de los mundiales en el 2-3 ante Escocia en 1978.
Rensenbrink inició su trayectoria en el DWS de Amsterdam pero el giro en su vida se dio cuando emigró al Brujas de Bélgica en 1969: se coronó campeón de la Copa local y rápidamente firmó con el Anderlecht, donde se erigió como una estrella. Levantó dos veces la liga local, otras cuatro veces la copa doméstica, saboreó el éxito de la Copa de ganadores de la Copa UEFA en otras dos ocasiones y se apropió de la Supercopa europea en dos oportunidades. Finalmente, tuvo una breve travesía por el Portland Timbers de Estados Unidos y el Toulouse francés antes de retirarse.

El ex futbolista –que fue apodado en Bélgica como el hombre serpiente– vivía en su pequeña ciudad natal llamada Oostzaan, ubicada a unos 15 minutos de Amsterdam. Allí rememoró años atrás en una entrevista con el De Telegraaf aquel disparo en el poste: “Amo la paz, vivo en un barrio tranquilo. Pero me gusta cuando la gente todavía me conoce. Sólo entonces siempre comienzan inmediatamente a hablar sobre la pelota en el poste. Bueno, ahora hemos perdido tres finales de la Copa del Mundo. Estábamos tan cerca, ¿verdad?”.
Lo cierto es que Holanda despide a un apellido importante en su historia deportiva. Un país que jugó tres finales del mundo en la historia y nunca pudo ganar el título. Rob fue parte de dos de ellas y estuvo a punto de quebrar el hechizo en 1978. Pero el poste le negó pasar a la historia.
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