“No sé cómo, ni por qué”: Gustavo Petro narra la experiencia de tener covid-19

El senador se contagió en medio de un viaje a Europa que realizó para visitar a sus hijas.

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“No sé cómo, ni por qué, pero terminé contagiado por el Covid”: Gustavo Petro habla de su experiencia con el virus Foto: Colprensa.
“No sé cómo, ni por qué, pero terminé contagiado por el Covid”: Gustavo Petro habla de su experiencia con el virus Foto: Colprensa.

Luego de que se conociera que el senador de la Colombia Humana, Gustavo Petro, su esposa Verónica Alcocer, y su hija menor, Antonella, arrojaron resultado positivo para covid-19, surgieron varias especulaciones sobre la causa del contagio y el debate en redes sociales fue bastante grande. Sin embargo, el político contó lo vivido con el peligroso virus que hasta lo llevó a someterse a una terapia de oxígeno, y consideró que ha sido una de las experiencias más duras de su vida.

Por medio de sus redes sociales, el mismo senador confirmó que el pasado martes 23 de marzo salió de la clínica en la que había sido internado por una leve neumonía producto del covid. La familia informó mediante un comunicado que el contagió se produjo durante un viaje que realizó recientemente a Europa con el fin de que Petro visitara a dos de sus hijas que residen en ese continente y a quienes no veía desde hace más de dos años. Exactamente, habría estado entre Francia e Italia.

Este domingo 28 reapareció por medio de una columna publicada por el portal Cuarto de Hora, y en ella cuenta a profundidad la experiencia que lo alejó de su vida cotidiana por varios días.

“No sé cómo, ni por qué, pero terminé contagiado por el Covid. La enfermedad me hizo hacer un viaje de inmersión por la humanidad, un golpe que de repente me llevó al corazón mismo de la pandemia, vivida en carne propia, experimentada desde mi corazón y mis sentimientos, sin ningún tipo de privilegios”, afirmó.

Según el senador, después de experimentar los primeros síntomas, como la pérdida relativa del oxígeno, le practicaron el examen que arrojó positivo y enseguida llamaron al servicio de emergencias. El médico que lo atendió le dio a escoger, una vez conoció que su saturación y presión aún eran buenas, si se quedaba en la casa o por el contrario prefería ir con él a la atención hospitalaria.

“Confieso que tuve muchas ganas de quedarme, de no partir en esas horas ya oscuras y frías a lo que presumía era el abismo. Pero la preocupación de mi esposa Verónica me hizo tomar la decisión de partir. Allí comenzó mi viaje”, señala.

Fue remitido en ambulancia al hospital público Santa María Nuova, en el centro de la ciudad de Florencia. Según cuenta, quiso mostrar su examen de covid, pero sus servicios de telefonía desde Colombia habían sido suspendidos y tampoco contaba con el servicio de WiFi, así que estaba prácticamente incomunicado con sus familiares y cualquier otra persona de su círculo cercano.

“Me sentí profundamente solo, anónimo, sin que nadie allí supiera si quiera mi nombre bien deletreado. Estaba completamente en manos de personas extrañas. La soledad me invadió en medio de mi dificultad para respirar. De repente me pasaron a las pruebas y allí detectaron mi neumonía. Pasé la noche sin dormir”, confiesa.

Días después una enfermera le comunicó que debían trasladarlo de hospital porque en el que estaba ya habían excedido el cupo y fue así como llegó al hospital público Santa María Annunziata, en Italia.

“Estaba muy ofuscado por mi falta de comunicación con todo lo que hasta ahora, me había rodeado; me sentía en manos de un sistema del que solo era un apéndice sin voluntad, sin capacidad de reacción”, resaltó.

Petro cuenta que allí vivió momentos aterradores, pues la sala en la que lo dejaron estaba llena y muchos de los pacientes eran mayores que él, además, relata cómo fue testigo de un hecho en el que un hombre llegó a la desesperación e intentó hacer lo posible para que lo dejaran fallecer, como finalmente ocurrió.

“La muerte del covid había llegado y se había paseado frente a mi cama, la vida desatenta como decía Miguel Hernández, la había dejado entrar y pasear por el lado de mi camilla, quizás me miró irónica, desdeñosa y se fue a abrazar al más débil, al más necesitado, al más solo”, sostuvo.

Los días trascurrieron y vio cómo la sala se llenaba de nuevos pacientes, fue allí donde conoció a un hombre llamado Luigi quien fue el que le prestó su celular para poder comunicarse con Verónica, algo que, según relata, fue el impulso más grande que pudo recibir.

“Pude allí a través del primer contacto con Vero y con mi hija, recibir la bocanada de oxígeno más importante, sus voces eran como un paño de bálsamo en medio del dolor, un respiro poderoso”, afirmó.

Cuenta que pudo reconectar la conexión del roaming, suspendido desde Colombia, y así logró volver a saber del mundo que seguía en Colombia, su país natal, que estaba a varios kilómetros de distancia sin saber de su situación.

“Sentí el amor fraterno de la solidaridad humana. Recordando siempre mis años de juventud en la cárcel, me dije a mi mismo, que ya mi papel, en ese instante, no era el de las grandes manifestaciones y entrevistas, del estudio frío de las estadísticas, del dirigir permanente hacia el cambio a una sociedad. Que mi papel como revolucionario en esos días de mi viaje por el covid, era mirar a mis compañeros de camilla, soportarlos, ayudarlos, sonreírles, darles la fuerza de la vida. Amarlos como seres humanos que quizás, nunca volvería a ver, pero que se habían cruzado, sin quererlo, en uno de los peores combates para luchar juntos”, comentó.

Llegó el día en el que le dijeron que saldría del hospital, en esos momentos ya podía respirar por sí mismo y todos los indicadores eran favorables, pues la neumonía se había retirado completamente de su cuerpo.

“Hoy aun con la enfermedad pienso en esos días dantescos, de amor y de solidaridad. Pienso en mis sentimientos reavivados. Creo que esa experiencia tenía que vivirla desde el corazón mismo de la enfermedad, donde pocos la ven. Si me preguntan que experiencia saque de esos días, diría que redescubrí la enorme fuerza de la solidaridad y del amor humano”, concluye.

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