Vidal González: el “último” guardián del páramo de Guacheneque y el río Bogotá

El único guardabosques de las 8.900 hectáreas de reserva natural que componen el páramo de Guacheneque es un hombre de fe: en su dios y sus mitos, en la gente, y en que el páramo y el río aún tienen salvación.

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Vidal González es el guardabosques
Vidal González es el guardabosques del páramo de Guacheneque y protector del nacimiento del río Bogotá. Infobae/Luis Velandia

Vidal González es un hombre de páramo: un campesino de palabras generosas y de dientes escasos, un viejo acostumbrado a los climas inciertos y a devorar kilómetros diarios entre el aire que se agota. González es un guardabosques empecinado en una labor noble que parece absurda: cuidar el nacimiento del río Bogotá y el páramo de Guacheneque desde donde éste brota.

González sabe cómo muere “su río” después de recorrer 380 kilómetros, descender 3.000 metros y atravesar 47 municipios del departamento de Cundinamarca en el centro de Colombia, incluida la capital, que lleva su nombre. Él sabe cómo se ve y cómo huele, intuye qué pueden llevar sus aguas, que ahora en Guacheneque mira con nostalgia y se las unge sobre la cabeza.

“Esta agua que aquí es una alegría y una bendición, allá junto a Girardot, en el río Grande de la Magdalena donde desemboca, es como cuando usted le echa un pocillo de tinto negro a una olla de leche, eso es una tristeza”, reflexiona González.

Lleva 29 años, de los 69 que tiene, soportando las nieblas y los soles que se alternan caprichosos. El único guardabosques de las 8.900 hectáreas de reserva natural que componen el páramo de Guacheneque es un hombre de fe: en su dios y sus mitos, en la gente, y en que el páramo y el río aún tienen salvación.

Su primer acercamiento a este remanso de frailejones y colibríes fue a los seis años, cuando pastoreaba un rebaño de cincuenta ovejas por las faldas de esta cordillera, que aquí se alza por encima de los 3.300 m.s.n.m., entre las tierras de su abuelo.

Frailejones en la reserva natural
Frailejones en la reserva natural del páramo de Guacheneque en Villapinzón, Cundinamarca. Infobae/Luis Velandia

El páramo era el patio de su casa

De su abuelo, que preguntaba que cuál era el afán para vivir 100 años y que llegó hasta los 115, según González, heredó la paciencia y el amor por la naturaleza, así como la memoria, con la que recuerda las siete especies de frailejones, las variedades de laureles, encenillos, raques y guaques que pronuncia como una oración, mientras camina por el sendero que atraviesa la vegetación enana.

“Mi abuelo era un “calendario” muy completo, él sabía todas las fases de la luna, los nombres de las plantas, las que eran medicinales y que existen aquí. Yo no sé, él sabía de todo”, rememora González.

Lo que desconocía su abuelo era que se dejarían de ver en estos cerros los osos de anteojos y los venados de cola blanca y, que las truchas y el capitán se dejarían de avistar en las aguas del río y la laguna.

El viejo tampoco intuía que su nieto sería el guardián de estas tierras que también fueron suyas ni que sería amenazado en el primer año por cumplir su labor, o que después de un reemplazo de cadera a los 67 años, el niño al que le decía “verriondo”, seguiría recorriendo lomas y faldas, y cuidaría un resguardo que colinda con el departamento de Boyacá.

González sigue dedicado a cuidar once kilómetros del río Funza, nombre en chibcha que le dieron los muiscas, indígenas de las tierras altas del altiplano cundiboyacense, que lo consideraban sagrado, desde que emerge de la montaña hasta que serpentea por las laderas y desciende al municipio de Villapinzón.

Laguna del Valle donde nace
Laguna del Valle donde nace el río Bogotá. Infobae/Luis Velandia

Cumplida esa distancia, los cultivos de papa, las tierras para el ganado, los desechos de las curtiembres y de las aguas negras envenenan un río que saliendo de Villapinzón es una nata espesa y parda que recorre pesada la Sabana de Bogotá. Una agonía que remata la capital.

“Si no tienen agua, ¿qué?”

Los impactos ambientales de estas actividades los evidencia Ilda Marcela Bernal en su trabajo para la Maestría de Ordenamiento Urbano Regional en la Universidad Nacional de Colombia: “Conflictos Socioambientales en el páramo de Guacheneque”, donde analiza de qué manera el “uso intensivo del suelo, está poniendo en riesgo el agua y otros servicios ecosistémicos que ofrece el páramo”.

Y estudia cómo la deforestación y el uso de los suelos para el ganado y los cultivos de papa, “ha desencadenado en una serie de conflictos sociales y ambientales” que afectan los “espacios de conservación y protección” de Guacheneque.

“Reflexionen y piensen, no ven que de ese páramo es de donde fluye el agua. Y donde fluye el agua, fluye la vida. Ustedes qué ganan con tener un resto de cultivos, un resto de ganado, pero si no tienen el agua ¿qué?, ¿de qué les sirve?”, recuerda González que les dice a quienes reprochan la reserva.

Vidal González, que tiene los cachetes colorados, ha caminado con pasos rápidos y seguros los tres kilómetros que separan la última entrada de la reserva con la Laguna del Valle o de Guacheneque. Se acuerda desde qué parte del cerro su papá le contó que vertieron “siete cargas de sal vigua” traídas de las vecinas minas de Nemocón para acabar con los hechizos que aseguran los pobladores tenían estas aguas.

También recuerda aquel lago inmenso y respetado que se convirtió poco a poco en las once tímidas lagunillas que componen el nacimiento hoy en día.

González bebe agua del río
González bebe agua del río Bogotá que custodia once kilómetros desde su nacimiento. Infobae/Luis Velandia

“Yo no sé por qué a los páramos les están tirando tanto”

“¿Cuánto le queda de vida al páramo? Infinidad de años si el hombre no llega a acabarlo con esa vaina de las minerías y con esa vaina de la agricultura. Yo no sé por qué a los páramos le están tirando tanto. Por lo menos con las minas de oro, como estoy escuchando en el páramo de Santurbán”, asegura el guardabosques.

El pasado 11 de septiembre las calles de Bucaramanga, la capital del departamento Santander, reunieron a una caravana manifestantes que exigieron al Gobierno Nacional y a la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) que no le otorgara la licencia ambiental a Minesa, una multinacional que busca instalar un proyecto de megaminería de oro y plata en las inmediaciones del páramo de Santurbán que se ubica en ese departamento.

Santurbán, al igual que Guacheneque, forman parte de un ecosistema del que Colombia posee el 50% en el mundo y que ocupa 1.7% del territorio nacional, con una vegetación que en su mayoría es endémica y es hábitat de especies amenazadas como el oso de anteojos, el cóndor andino o el tigrillo. A su vez, los páramos son una de las fuentes hídricas más importantes de los Andes y de Colombia, pues son el origen del agua que abastece al 70% de la población del país.

González tiene 69 años de
González tiene 69 años de vida, los últimos 29, ha cuidado el páramo de Guacheneque donde nace el río Bogotá. Infobae/Luis Velandia
González anda y desanda una
González anda y desanda una senda a 3.300 m.s.n.m. que conoce de memoria. Infobae/Luis Velandia