
Un avance paleontológico reciente aporta evidencias inéditas sobre los comportamientos reproductivos de los dinosaurios, gracias al análisis de fósiles con lesiones óseas peculiares.
Estas pruebas, recogidas por National Geographic, sostienen que fracturas específicas y restos fósiles excepcionales permiten reconstruir con mayor detalle aspectos desconocidos del cortejo y la mecánica de reproducción de estos animales prehistóricos.
Los hallazgos, centrados en especies como los hadrosaurios y presentados por especialistas internacionales, aportan respuestas a uno de los grandes enigmas científicos sobre la vida y biología de los dinosaurios.

Lesiones óseas y la hipótesis de la monta
Las investigaciones destacan el caso del Olorotitan, un dinosaurio de pico de pato cuyas vértebras cercanas a la base de la cola muestran múltiples fracturas, visibles en ejemplares del Museo Paleontológico de Blagoveshchensk, Rusia. El paleontólogo Filippo Bertozzo, del Instituto de Ciencias Naturales de Bruselas, manifestó a National Geographic su sorpresa al identificar este patrón repetido.
Tras comparar hadrosaurios lesionados de Norteamérica, Europa y Rusia junto a Darren Tanke y otros colegas, Bertozzo comprobó que las fracturas no presentaban marcas de depredadores y se localizaban principalmente cerca de las caderas.
Este patrón, observado en distintos continentes y épocas, llevó al equipo a proponer que eventos asociados a la cópula, donde el peso de un dinosaurio recaía sobre otro hasta doblar la cola, serían la causa más probable de las lesiones. Así, la hipótesis de que estas fracturas reflejan incidentes de monta durante el apareamiento se fortalece al descartarse explicaciones como caídas o accidentes aislados.

Para comprender el mecanismo biológico, los paleontólogos examinaron evidencias anatómicas de gran valor. En 2022, Phil Bell y su equipo de la Universidad de New England, Australia, informaron sobre un fósil muy bien conservado de Psittacosaurus, un pequeño dinosaurio con cuernos, que mostró las primeras huellas inequívocas de una cloaca.
Esta estructura, esencial para las funciones reproductiva, excretora y urinaria en aves y reptiles actuales, se identificó como una abertura vertical detrás de las caderas. Aunque se asumía la existencia de la cloaca en dinosaurios, hasta entonces no había una prueba fósil directa.
Como detalló National Geographic, el hallazgo confirma paralelismos fisiológicos con sus parientes modernos y permite deducir que la reproducción exigía contacto directo entre las cloacas de ambos individuos, lo que explica la complejidad física y las posturas necesarias durante el apareamiento.

Ornamentaciones y rituales de cortejo
El estudio de la reproducción de dinosaurios enfrenta obstáculos históricos, dados la brevedad de estos eventos y la escasa persistencia de sus huellas fósiles. Ignacio Díaz-Martínez, paleontólogo de la Universidad de Cantabria, explicó a National Geographic que los comportamientos de cortejo y apareamiento eran breves, estacionales y dejaban pocos rastros duraderos.
Los expertos advierten la dificultad de reconstruir estos comportamientos solo con huesos o comparaciones con animales actuales. Ni mamíferos ni reptiles vivos poseen colas tan robustas como las de los dinosaurios, lo que impide trasladar directamente sus hábitos reproductivos; por ello, las lesiones óseas se convierten en la principal fuente de información para los paleontólogos.
Además de los aspectos anatómicos, el estudio de las ornamentaciones corporales —cuernos, crestas, picos y armaduras— ofrece otra vía para entender los rituales de cortejo. Durante años, se asumió que estos elementos tenían función defensiva, pero la alta variabilidad y disposición de estas estructuras respalda la hipótesis de un papel clave en la comunicación visual y la exhibición sexual.
Según National Geographic, los patrones de plumas de dinosaurios como el Sinosauropteryx y las armaduras de especies como Styracosaurus o Stegosaurus se habrían utilizado en rituales visuales para atraer parejas potenciales, práctica similar a la de algunas aves modernas.

Uno de los indicios más llamativos sobre los rituales de cortejo son las llamadas “arenas de exhibición”, documentadas desde 2016 en yacimientos de Colorado. Paleontólogos, entre ellos Martin Lockley, identificaron en estas zonas múltiples rasguños en el suelo realizados por grandes terópodos, posiblemente similares a Acrocanthosaurus.
Aunque inicialmente se creyó que estos vestigios eran intentos fallidos de construir nidos, un análisis posterior reveló que los arañazos correspondían a una conducta grupal de rasgado, análoga a la de aves modernas que se reúnen en leks para mostrar danzas y movimientos con el fin de impresionar a las hembras.
National Geographic señala que este comportamiento social tiene precedentes en el pasado prehistórico. Las dimensiones de los rastros, comparables con las de grandes carnívoros como el Allosaurus, refuerzan la interpretación de conductas de cortejo colectivas.

Diversidad y futuros descubrimientos
Estos avances, sin embargo, se restringen a ciertos grupos y especies. Aunque aumentan los hallazgos, en muchos casos no se logra identificar con precisión la especie responsable de las huellas o lesiones, y la diversidad anatómica entre los dinosaurios sugiere que los comportamientos reproductivos podían variar ampliamente.
Díaz-Martínez, citado por National Geographic, indica que en situaciones poco habituales podrían hallarse nuevas pruebas, como huellas superpuestas, marcas de garras por sujeción o deformaciones específicas en el sedimento; elementos que aportarían información sobre los rituales previos y, potencialmente, sobre el momento mismo del apareamiento.
Frente al reto, los paleontólogos confían en que nuevos estudios sobre fósiles ya recolectados y futuros yacimientos permitan descubrir más secretos. Como señaló Bertozzo a National Geographic, existe la expectativa de que estas investigaciones impulsen la revisión de colecciones existentes, lo que podría aportar nuevas piezas para completar el rompecabezas de la vida íntima de los dinosaurios.
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