
El hielo marino en el Ártico es considerado un termómetro clave del cambio climático global. Desde la década anterior, experimentó transformaciones notables. La desaceleración reciente en su derretimiento captó la atención de la comunidad científica internacional, que busca comprender las causas y proyecciones de este fenómeno.
Un estudio publicado en la revista Nature Communications por un equipo de la Hong Kong University of Science and Technology (HKUST) explora las razones detrás de este cambio en la tendencia. El trabajo analiza datos observacionales y modelos climáticos para esclarecer la relación entre el derretimiento del hielo ártico y patrones de circulación del aire en el Atlántico Norte, que ocurren a lo largo de varias décadas.
¿Por qué sorprende la reciente desaceleración en la pérdida de hielo marino?
El estudio indica que la cantidad de hielo marino en el Ártico alcanzó sus niveles más bajos en septiembre de 2012. Desde ese momento, la velocidad con la que se derrite disminuyó de manera notable.
Entre 1996 y 2011, el hielo se reducía a un ritmo de casi un 11% por década, pero a partir de 2012 bajó a menos de medio punto porcentual por década. Esta conclusión surge del análisis de tres bases de datos muy reconocidas a nivel internacional: Hadley, NSIDC y ERA5, cuyos resultados coinciden entre sí, según el artículo científico.

A pesar de que los últimos años mantuvieron los récords de los más calurosos desde que existen registros (según cifras de la NASA citadas en el estudio), el hielo marino no volvió a caer por debajo del mínimo histórico registrado. El informe aclara que esta desaceleración se refiere solamente a la superficie del hielo, no a su grosor, que podría seguir disminuyendo. Los autores advierten que esto puede significar que la cantidad total de hielo (la masa) siga reduciéndose, aunque la superficie cubierta permanezca igual.
El equipo explica que el derretimiento acelerado que se observó en la década de 1990 estuvo ligado a cambios en un fenómeno del clima llamado Oscilación del Atlántico Norte (NAO). Se trata de un patrón de cambios en la presión atmosférica entre la zona de las Azores y la de Islandia. Cuando la NAO cambia, puede permitir el ingreso de aire más cálido y húmedo al Ártico, lo que favorece el deshielo.
Para entender cómo varía la cantidad de hielo marino y cómo se relaciona esto con los cambios en la atmósfera, los investigadores analizaron mediciones directas, reconstrucciones a partir de datos climáticos y simulaciones realizadas por computadoras.
También utilizaron simulaciones sobre el pasado y el futuro del clima, realizadas con modelos globales que cubren desde 1850 hasta 2014 y escenarios extendidos para las próximas décadas. Esto les permitió comprobar que existe una relación muy estrecha entre la Oscilación del Atlántico Norte (NAO) y la cantidad de hielo marino en septiembre, que es el mes en el que alcanza su punto más bajo cada año.

El análisis muestra que, cuando la NAO está en su fase positiva, el Ártico presenta menos temperatura, menos vapor de agua y menos radiación que llega desde la atmósfera. Según el artículo, estos factores ayudan a que el hielo marino se conserve e incluso aumente, lo que compensa parte el derretimiento provocado por el calentamiento global. Los investigadores comprobaron que esta relación se mantiene tanto en los cambios que ocurren cada año como en los que llevan varias décadas.
El estudio también resalta el papel de otro fenómeno del océano Atlántico, conocido como Oscilación Multidecadal del Atlántico (AMO). Afecta los patrones de viento y temperatura e influye en los cambios de la NAO y, por lo tanto, en la cantidad de hielo en el Ártico. Los autores aclaran que, si bien estos procesos internos del clima tienen un gran peso, las actividades humanas, como la emisión de gases de efecto invernadero, también afectan la tendencia general a largo plazo.
¿Qué futuro le espera al hielo marino del Ártico?
Según el artículo, la transición de la NAO a su fase positiva desde principios de la década de 2010 generó una disminución de la temperatura y la humedad en el Ártico, lo que favoreció la expansión relativa del hielo marino en septiembre. Esta situación, según los modelos y datos estudiados, podría continuar hasta aproximadamente 2030 o 2040, cuando se prevé que la NAO alcance su próximo pico y vuelva a cambiar de fase.
El trabajo advierte que, en ausencia de una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, el Ártico podría volver a experimentar un descenso acelerado del hielo marino después de ese periodo. Los autores describen este intervalo como un “período de amortiguamiento climático”, que otorga una ventana de 10 a 20 años para implementar medidas de mitigación.

“Nuestras proyecciones indican que la fase positiva de la NAO probablemente se extenderá hasta aproximadamente 2030-2040, seguida de una fase de disminución acelerada del hielo marino ártico cuando la NAO supere su fase positiva máxima. Si no se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero, podríamos enfrentarnos a una secuencia de crisis climáticas y ambientales desencadenadas por una drástica reducción del hielo marino ártico después de aproximadamente una década”, afirmó el profesor Zhai Chengxing, coautor del estudio, en un comunicado oficial.
El artículo destaca que la variabilidad interna de la atmósfera ofrece temporalmente una resistencia frente al derretimiento provocado por el calentamiento global. Sin embargo, el estudio enfatiza que la tendencia de fondo, marcada por el aumento de la temperatura global, mantiene vigente el riesgo de una rápida disminución del hielo ártico con consecuencias climáticas y ambientales a escala planetaria.
Las conclusiones del equipo de HKUST se apoyan en la robustez de los datos observacionales y la capacidad predictiva de los modelos analizados. Los hallazgos atribuyen a la interacción entre la NAO, la AMO y factores externos la explicación de la desaceleración reciente, pero advierten sobre el carácter temporal de este fenómeno.
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