La Amazonia y el lobby del agronegocio en el centro de la campaña electoral de Brasil

La llamada bancada ruralista ha apoyado a Bolsonaro desde las elecciones de 2018 mientras que Lula agita la causa medioambiental

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Las elecciones en Brasil se disputarán el próximo 2 de octubre con Luiz Inacio Lula da Silva y Jair Bolsonaro como favoritos (Reuters)
Las elecciones en Brasil se disputarán el próximo 2 de octubre con Luiz Inacio Lula da Silva y Jair Bolsonaro como favoritos (Reuters)

La cuestión medioambiental, por un lado, y el lobby del agronegocio, por otro, han sido la cruz y la alegría del gobierno de Bolsonaro y vuelven a salir, inevitablemente, a la luz en esta campaña electoral de cara a la votación del 2 de octubre. A pesar de que en su discurso de apertura de la 77ª Asamblea General de las Naciones Unidas Jair Messias Bolsonaro dijo al mundo que la Amazonia “está preservada en más de un 80%”, los datos cuentan una realidad diferente y más preocupante. Según un reciente estudio del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe), en 2022 y hasta la fecha del 19 de septiembre, se registraron más de 76.000 incendios, la cifra más alta desde 2010. El resultado es que, siempre según el Inpe, de agosto de 2020 a junio de 2021 se han deforestado 13 mil kilómetros cuadrados de Amazonia, el equivalente a nueve veces la ciudad de São Paulo.

“La delincuencia en la Amazonia no es sólo ambiental, sino que ahora se ha convertido en multidimensional”, explica a Infobae Alexandre Saraiva, el ex superintendente de la Policía Federal del Estado de Amazonas que el año pasado denunció al ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, acusado de connivencia con los madereros ilegales de la región. “Esta delincuencia se nutre del tráfico de madera, de la pesca y la minería ilegales, de las drogas. Si no se detiene, tendremos un enorme problema de seguridad pública, los diversos grupos criminales se unirán, creando una tierra de nadie en la que Brasil corre el riesgo de perder su soberanía y en la que se destruirá el patrimonio natural de la Amazonia”.

Pero el tema sigue siendo tabú. Porque detrás de la deforestación está el tráfico de madera, que forma parte de un gigantesco sector de agronegocio que por sí solo representa el 27% del PIB de Brasil. Según Imaflora, una ONG de conservación del medio ambiente, sólo el 10% de la madera amazónica es legal. “El agronegocio es importante para la economía brasileña, pero debe aprender a respetar la ley”, explica Saraiva, “y liberarse de actividades ilegales como el tráfico de madera, que por sí solo representa menos del 0,01% del PIB de Brasil, pero es la principal causa de deforestación en la Amazonia.”

La llamada bancada ruralista, es decir el bloque político que representa el lobby del agronegocio en el Congreso, es extremadamente poderoso, a menudo se mezcla con el lobby de las armas y ha apoyado a Bolsonaro desde las elecciones de 2018. Entre los principales donantes de la campaña presidencial de este año están los productores rurales Oscar Luiz Cervi, con un millón de reales, y Odílio Balbinotti Filho, con 600 mil. En el 200º aniversario de la independencia de Brasil, el 7 de septiembre, los tractores también participaron en la procesión oficial con el presidente, como símbolo de este lobby. La importancia del sector para la economía brasileña seguramente también pesó en la decisión del gobierno de no sancionar a la Rusia de Putin, ya que el país depende de Moscú para los fertilizantes, especialmente el cloruro de potasio.

Está claro que Lula no puede ignorar a este poderoso sector y, de hecho, eligió al ex gobernador del estado de São Paulo, Geraldo Alckmin, como su vice para facilitar el diálogo con los ruralistas, aunque no faltaron las meteduras de pata. Durante una entrevista en el Jornal Nacional de la cadena Globo, el más importante de la televisión brasileña, Lula calificó al agronegocio de “fascista y de derecha”, despertando la reacción de los interesados, para luego buscar un acercamiento diciendo que no quería generalizar, y en una entrevista con el Canal Rural abordó el tema de las armas tan querido por la bancada ruralista. “Mi padre era cazador en Guarujá, tenía un arma en la casa. Nadie va a prohibir al propietario de una finca que tenga una o dos armas. Pero si tiene 20, ya no es un arma de defensa, 30 incluso es peor. Es de sentido común”, dijo.

FOTO DE ARCHIVO: Una vista aérea muestra el humo de un incendio que se eleva sobre la vegetación alrededor del río Cuiaba en el Pantanal, el mayor humedal del mundo, en Pocone, estado de Mato Grosso en 2020 (Reuters)
FOTO DE ARCHIVO: Una vista aérea muestra el humo de un incendio que se eleva sobre la vegetación alrededor del río Cuiaba en el Pantanal, el mayor humedal del mundo, en Pocone, estado de Mato Grosso en 2020 (Reuters)

Aunque no cuenta con el apoyo de la bancada ruralista, Lula cuenta con el fuerte respaldo del mayor productor de soja de Brasil, Blairo Maggi, ex ministro de Agricultura del gobierno de Michel Temer que asumió en 2016 tras el impeachment de Dilma Rousseff. “El pequeño y mediano productor rural debe convivir pacíficamente con el grande. Brasil puede tener ambas cosas”, dijo Lula. “Seguramente Blairo Maggi no cría la gallina que entiende (sin hormonas) que le gusta comer, ni el cerdo ecológico y compra al pequeño propietario. La coexistencia pacífica de estas personas es extremadamente importante”.

La referencia es al Movimiento Sin Tierra (MST), que Lula califica ahora de “más maduro” a pesar de que sigue siendo acusado por los grandes productores agrícolas de ocupar terrenos ajenos, en un país donde la reforma agraria que acabaría con las desigualdades en la distribución de la tierra, que incluso se remontan a la época colonial, ha sido hasta ahora un espejismo de cualquier gobierno. También para debilitar a estos movimientos y acabar con los enfrentamientos que a menudo terminan en actos violentos, el gobierno de Bolsonaro creó en febrero de 2021 un programa, Titula Brasil, dirigido sobre todo a los pequeños y medianos productores rurales, que pretende regularizar a 340.000 personas con certificados de propiedad. En este año electoral, el gobierno ha entregado 122.000 títulos de propiedad rural, una media de 14,2 al mes, el doble que el año pasado.

En cuanto a la Amazonía, se ha convertido en uno de los caballos de batalla de la campaña de Lula, a pesar de que también se han registrado altas tasas de deforestación en los 13 años y medio del PT, con el pico de 27.772 km² deforestados en 2004 y con proyectos de fuerte impacto ambiental como la gigantesca represa de Belo Monte. Sobre la Amazonía, Lula declara ahora que “es absolutamente posible respetar la cuestión medioambiental y climática e intentar explorar científicamente la biodiversidad”, contando con investigadores e inversores extranjeros, hasta el punto de que ya se ha reunido con representantes de la Unión Europea para empezar a hablar de posibles asociaciones. Sin embargo, la misma Unión Europea hasta ahora ha estado la mayor importadora de madera brasileña ilegal, un material que no compite con su propio mercado y es una commodity indispensable. Por eso es laxa en los controles, como ha denunciado a menudo Alexandre Saraiva, a diferencia de otros productos, como la carne, que son más competitivos.

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