
Dropbox, una empresa de tecnología botó 500 empleados, los va a reemplazar la inteligencia artificial (IA); Microsoft suspendió la contratación de 8 mil empleados, pues creen que estos cargos pueden ser asumidos por la IA; 12 mil escritores de guiones para programas de televisión y películas de cine entran en huelga, y una de las razones es que en poco tiempo pueden ser reemplazados por la IA.
En los próximos 7 años el mundo puede perder 400 millones de trabajos por cuenta de la IA y en el sector de tecnología es muy posible que los 200 mil empleos que han recortado en estas semanas, muy bien remunerados por cierto, no se recuperen nunca y sean reemplazados por una IA que muy pronto podrá codificar, programar, escribir aplicaciones y hacer arte de gran calidad.
¿Y América Latina qué? No crean que nuestros países no se van a afectar, esta transformación de la economía (tan importante como la revolución industrial, que duró 100 años, mientras esta se dará en los próximos tres) generará grandes oportunidades, pero también una profunda dislocación del empleo y de la sociedad.

Desafortunadamente, los gobiernos de la región, desde AMLO hasta Fernández, siguen inmersos en esos discursos del siglo pasado y en ideologías que solo sirven para llegar al poder, pero no para gobernar, sobretodo en un mundo que cambiará de manera acelerada. No hay un presidente de la región que esté pensando en este tema, que tenga un liderazgo o, si acaso, un plan de gobierno que se acople a lo que viene. El vacío en el discurso político es enorme, ni hablar del que hay en conocimiento.
Lula habla del yuan como moneda de referencia; Petro no entiende que los repartidores de una app, Rappi, protesten por su reforma laboral y AMLO destruye la ley de ciencia, tecnología e investigación, para solo hablar de unos casos. El desierto en materia de tecnología en el habitat político del continente es total, no saben qué hacer con las nuevas empresas de tecnología financiera, ni mucho menos cómo aprovechar el blockchain para cripto, para remesas o para darle visibilidad a los contratos o la gestión de un gobierno. Únicamente Bukele, el presidente de El Salvador, se montó en este bus con el uso de cripto como moneda, pero, sin preparación y sin burocracia experta, el experimento, por ahora, ha fracasado.
Las universidades no se quedan atrás en este vacío. Siguen educando como hace 400 años, con jóvenes que solo ven el celular desde niños y que tienen un cerebro que ha cambiado su manera de conectarse; además, preparan a sus estudiantes para trabajos que van a desaparecer.

Quizás la India muestre una parte del camino. Los 1.400 millones de indios tienen identificación digital biométrica y, sobre esa plataforma, que el Gobierno creó, se montó la historia clínica única, todo tipo de documentación digital e, incluso, la plataforma de pagos, de crédito y de inclusión bancaria sobre la que compiten las distintas empresas para ofrecer sus servicios hasta al más humilde ciudadano indio. Hoy India está lista para la revolución digital como ningún otro país en vías de desarrollo.
Claro, hay dudas e incertidumbres sobre la privacidad, pues la data es toda del Gobierno, lo cual, para dictadores como Maduro, Ortega o Diaz-Canel es el mundo ideal; lo cierto es que en una sociedad totalitaria, como China, Cuba o Venezuela, eso más temprano que tarde se vuelve realidad. En los países libres, la regulación debe solventar esa inquietud.
Por ahora, nuestros gobernantes siguen anclados en el debate ideológico de la izquierda de los años 70 del siglo pasado, y el mundo, avanzando sin freno. Hace unos días, Bill Gates, fundador de Microsoft, le dio 3 años a la inteligencia artificial para que pueda enseñar a leer y a escribir. ¿En cuanto tendremos jueces, contadores y miembros de juntas directivas de IA? Por cierto, esto último ya lo están implementando como prueba algunas empresas. Una de ellas DKV, en Hong Kong, la firma no toma decisiones de inversión sin la aprobación de su robot de inteligencia artificial. El tema ya hace parte de la discusión, que no se da en nuestros países, sobre responsabilidades de la IA en estas tomas de decisiones al máximo nivel de una empresa.
Hace unos años en Colombia se creó la gran comisión de la educación, que entonces lideró el Nobel de literatura Gabriel García Marquez. Fue un gran ejercicio que, la verdad, no cambió la educación, pero creó el debate. Lo mismo debería suceder ahora con la inteligencia artificial. Qué instituciones se deben crear, qué legislación aprobar, qué educación generar, qué incentivos producir y qué sectores proteger o ayudar a transformar para reducir el costo en el empleo que se ve venir.
Así no sean los gobiernos, hoy tan centrados en su propio ego, la academia y los partidos deberían ya montarse en esta agenda. Chatgpt ya es una realidad y debe cambiar de manera profunda la enseñanza en colegios y universidades. Hay que crear sandboxes, areneras, para probar conceptos en distintos sectores de la economía y de la sociedad, aprender de ellos, aplicar lo que sirve y desechar y regular lo que no.
Lo fundamental es generar el debate a lo largo y ancho de la sociedad; que no se quede en los pequeños círculos en los que hoy está, que el profesor de la escuela más alejada entienda cómo la IA le puede servir para mejorar su manera de educar, que el policía pueda entender cómo la IA le puede ayudar a prevenir el delito en su cuadrante, o que el tendero sepa como la IA le ayuda a manejar inventario, a pagar impuestos y hacer contabilidad. De ese tamaño va a a ser la revolución que viene y para la que tenemos que estar preparados.
Eso no me va a tocar a mí, dicen los mayores de 60. ¿Se acuerdan cuando llegó whatsapp? Hoy, todo el mundo lo usa. Lo mismo va a pasar con todo tipo de inteligencia artificial, se convierte en un instrumento útil y de facilísimo acceso hasta para el más ignorante en materia de tecnología.

¿Y Colombia cómo va? Para la muestra un botón: el Presidente déspota saca a su director de la Presidencia y lo pone de ministro de las TIC, entidad que debe ser el centro de esta discusión. Ese es el nivel de importancia que le da a este tema.
Mientras esta revolución transforma nuestra vida todos los días de una manera diferente, en nuestro continente los flamantes dirigentes políticos siguen hablando sobre la Conquista y el esclavismo de hace 500 años. Están tan cegados por su sesgo ideológico que no ven la revolución que ya llegó, esa sí de verdad, no la que el presidente Gustavo Petro prometió con tanto ahínco desde un balcón el pasado primero de mayo.
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