Testear en animales productos farmacéuticos, cosméticos o industriales se ha convertido en una verdadera tortura amparada legalmente. En nombre de la ciencia o la salud se les hace inhalar gases tóxicos, se les aplica sustancias corrosivas en la piel y en los ojos y hasta se los puede llegar a infectar con algún virus.
Cada año más de 115 millones de animales, contando solo vertebrados, son sometidos a crueles experimentos con el supuesto fin de cuidar la salud y el bienestar humanos.
Un sector de la ciencia señala que el número de animales que sufren y mueren a causa de estas prácticas es menor al resultado que deja la industria alimentaria ¿Es esto un consuelo?.

Se ha vuelto natural asociar la experimentación sobre animales con la creación de productos que mejoran la calidad de la vida humana. Esto no siempre es verdad.
La mayoría de estas pruebas con animales no persigue ninguna finalidad biomédica, es decir que no buscan obtener mejora alguna para la salud. En algunos casos se trata de pruebas de impacto medioambiental de productos químicos, elemento fundamental para que una empresa o laboratorio obtenga la licencia social de su producto. En otros casos son solo verificaciones de seguridad (desechar la generación de efectos colaterales). Y en otras ocasiones son simplemente investigaciones militares asociadas a la creación de armas químicas. De salud y bienestar, nada.

Se estima que la investigación en animales tiene una tasa de fracaso de un 92% al aplicarse en humanos. ¿Qué significa esto? Que la tortura resulta infructuosa ya que los resultados que arrojan los testeos en animales no concuerdan luego con la información que aportan las pruebas en humanos.
Según la Organización Mundial de la salud, el 88% de los médicos opina que los experimentos en animales pueden llevar a error, producto de las diferencias fisiológicas y anatómicas que existen respecto de las personas. El 95% de los medicamentos probados con éxito en animales son inservibles o peligrosos en humanos.

Siempre aparecieron sospechas –nunca corroboradas fehacientemente- de que, en varios países, algunos zoológicos privados son financiados por importantes laboratorios que, de manera velada, prueban en esos animales sus productos en etapa de investigación.
¿El motivo? Poder añadir luego a sus etiquetas el sello más buscado por el segmento eco friendly de los consumidores: "Este es un producto Cruelty-free". Es decir, no testeado en animales.

Los legisladores de casi todos los países están atrasados respecto de este tema. Pero ha llegado el momento de atender esta demanda y de exigir modificaciones en el marco legal y jurídico que regula la investigación sobre seres vivos.
El cuidado y el respeto por los animales forma parte también del compromiso con la vida y la biodiversidad.
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