Uma Thurman y Tarantino: del amor y la admiración al enojo y el desprecio

A la actriz, el rodaje de “Kill Bill” casi le cuesta la vida. Pero más que eso, sufrió una gran desilusión en su amistad con el director y el quiebre definitivo con Miramax y Harvey Weinstein

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Uma Thurman y Quentin Tarantino en las grabaciones de Kill Bill Volume I en 2003 (Grosby Group)
Uma Thurman y Quentin Tarantino en las grabaciones de Kill Bill Volume I en 2003 (Grosby Group)

Uma Thurman, en la piel de Beatrix Kiddo persigue a Bill a bordo un descapotable azul por una ruta sinuosa hasta que sucede lo inevitable. Se estrella contra una palmera y hay unos segundos de conmoción. Ella permanece inmóvil, se acercan los técnicos para asistirla. Vuelve a sentir las piernas y recién entonces sonríe nerviosa. Alguien le alcanza una botella de agua, el director Quentin Tarantino le acaricia el hombro. Dos asistentes cargan a la actriz en brazos y hay alivio en todo el set de filmación.

Las imágenes encierran una trama de abusos físicos y maltratos psicológicos que tardaron 15 años en conocerse. La que destapó la olla fue la propia actriz, con una entrevista en el New York Times y un posteo en su cuenta de Instagram en febrero de 2018, que desliga de responsabilidades al director y apunta directamente a los productores por mentir y destruir evidencias y no hacerse cargo del daño que provocaron.

“Considero a Lawrence Bender, E. Bennett Walsh y al famoso Harvey Weinstein como únicos responsables. Mintieron, destruyeron evidencia y continúan mintiendo sobre el daño permanente que causaron”, dice en un tramo de su posteo.

Pero en aquel atardecer mexicano la furia no distinguía destinatarios. Uma Thurman no quería hacer la escena, sentía que algo extraño podía suceder. Alguien del equipo técnico le había informado que el coche podría sufrir fallas mecánicas. ¿Por qué no podía hacerla una doble de riesgo?, se preguntaba. Porque Tarantino quería ver el efecto ondulante de su cabello a gran velocidad. No el de una doble, ni una peluca. Ese cabello. Ella estaba recluida en su trailer, cansada tras nueve meses de filmación, dándole una y otra vez vueltas al asunto. Hasta que unos golpes en la puerta la sacaron de sus cavilaciones.

Del otro lado estaba Quentin Tarantino con cara de pocos amigos. Ya habían perdido mucho tiempo y no toleraba que le dijeran que no, ni siquiera su protagonista, su musa y algo parecido a una amiga. “Te prometo que el auto está bien, es un vehículo seguro”, insistió por última vez. Thurman confió en él, como tantas otras veces, como esa vez que la convenció de protagonizar Pulp Fiction leyéndole el guion por teléfono. Recibió las instrucciones para la toma. “Conduce a 64 kilómetros por hora o tu cabello no se moverá como debe y lo vas a tener que repetir”, le ordenó, enérgico. El camino estrecho, encerrado por una profusa arboleda, iba a colaborar para generar el efecto deseado.

Tarantino tiene una mirada diferente de la situación. No recuerda haberle insistido de mala manera a la actriz, no hubiera sido la mejor estrategia conociendo su carácter. Pero sí sentía una gran desazón. Tenía preparado el Karmann Ghia descapotable azul, faltaban pocas escenas, y debía convencerla para hacerlo a su modo. Recorrió el camino una y otra vez, repasó las condiciones. No había desniveles marcados, ni curvas peligrosas, y nadie del equipo técnico le había informado de desperfecto mecánico alguno. Solo tenía que manejar derecho. Sabía que Thurman no era una gran conductora, pero tenía registro. Y eso alcanzaba. “Tenés que subir al auto y manejar del punto uno al punto dos. Eso es todo”, le dijo. Uma confiaba en el director y finalmente aceptó. Era la hora de rodar.

Cuando llegaron al punto uno, el director cambió el sentido de circulación. Estaba cayendo la tarde y era mejor que el auto se dirigiera hacia el este, para aprovechar la iluminación. No creyó conveniente revisar el circuito. “Una línea recta es una línea recta”, se convenció.

El video demuestra que el director estaba equivocado. El convertible se ve obligado a dar un giro y se estrella contra un árbol. “El volante estaba en mi estómago y mis piernas estaban atascadas debajo. Sentía un dolor muy agudo”, recordó Thurman. Pensaba que no iba a volver a caminar. Mientras los asistentes trasladaban a la actriz al hospital, Tarantino se quedó en el lugar de los hechos, desandando el camino en un ida y vuelta frenético, intentando comprender en qué momento una línea recta se había convertido en curva.

Accidente de Uma Thurman en la grabación de Kill Bill

El actor Ethan Hawke, por entonces casado con la actriz y padre de dos hijos, voló de inmediato para acompañar a Thurman y encaró a Tarantino. “Decepcionaste a Uma como actriz y como amiga. No es una doble de una escena de autos”, le espetó. Tarantino improvisó unas disculpas. De vuelta en el set de filmación, con un cuello ortopédico, las rodillas y la cabeza lastimadas y una contusión, era el turno de Uma de enfrentar al director, “Quentin y yo tuvimos una gran pelea y yo lo acusé de tratar de matarme. Él se enfureció por eso, supongo que comprensiblemente, no creía haber intentado matarme”, contó la actriz.

La escena del auto no fue la única que puso a prueba la tensión entre director y protagonista. En dos pasajes del filme, en el que el personaje de Beatrix Kiddo sufre diversas humillaciones, fue el propio director quien decidió hacerlas. En una de ellas, el personaje interpretado por Michael Madsen debía escupir saliva mezclada con tabaco en la cara lastimada de Thurman. Tarantino probó hacerlo con agua en vez de saliva, pero no quedó conforme. Le faltaba realismo. Entonces le preguntó a la actriz si estaba dispuesta a que la escupieran en la cara. No serían más de tres tomas, le prometió. Y como director a cargo, sintió que era él quien debía hacerse cargo de la situación.

En otro pasaje de la película, durante una lucha Gogo intenta asfixiar a Beatrix con una cadena. Según el relato de Tarantino, fue la propia Thurman quien le sugirió que lo hiciera durante un rato largo, hasta que su cara se pusiera roja y empezaran a brotar las lágrimas. Y otra vez, el director sintió que era ella quien debía poner el cuerpo. La actriz asociaba estas conductas a una conexión particular con Tarantino. “La mayoría de las cosas que permití que me hicieran y en las que participé fueron una suerte de pelea en el barro con un hermano mayor muy enojado, pero por lo menos tenía algo de autoridad en esas decisiones”, reflexionó a la distancia.

Escena de Kill Bill (Youtube)

Tarantino siempre había demostrado una gran admiración por Uma. Solían verse juntos en festivales e incluso se llegó a especular que entre ellos había más que una linda amistad. Se conocieron en 1992 en el festival de Sundance y la conexión fue inmediata. Charlaron durante tres horas en un restaurante. Escena que el director recrearía después en Pulp Fiction pero con su musa y Travolta. Uma tenía 23 años y no estaba convencida de aceptar el papel pero Quentin la convenció “me hizo sentir valiente de nuevo. Recuperó una seguridad en mí misma que había sido ensombrecida por otras experiencias”. Los que los veían filmar decían que más que actriz y director eran dos amigos trabajando juntos. Cuando Tarantino fue premiado por NYFCC Awards ella le entregó la estatuilla y le dijo: “Me devolviste cosas que creí que nunca volvería a tener: confianza y cariño, y lo aprecio”.

Pero ese código se rompió en el accidente del Karmann Ghia. Ya no era un juego de niños y se sintió traicionada. Al poco tiempo empezó una batalla judicial que se mantuvo en secreto durante 15 años. El abogado de la actriz envió una carta a Miramax solicitando una copia de la cinta, reservándose el derecho de iniciar una demanda. La productora asumió una postura extorsiva, y ofreció mostrarles el video solo si firmaba un documento que los liberara de cualquier sufrimiento de la actriz en el futuro. Uma se negó. El sufrimiento era en tiempo presente y no solo era físico: su director y amigo había tomado partido por el bando de los contrarios. Y los contrarios eran los villanos de la película.

Del otro lado del mostrador estaban los productores Lawrence Bender, E. Bennett Walsh y Harvey Weinstein, hombre fuerte de Miramax. Faltaban 15 años para que el #MeToo lo pusiera en el centro de la escena, pero Uma no necesitaba que nadie le vaya con el cuento. Había sufrido la agresión física en carne propia, en dos ocasiones luego del estreno de Pulp Fiction. En París, se le apareció desnudo en su habitación de hotel, y en Londres, la empujó e intentó abalanzarse sobre ella.

Harvey Weinstein en la Corte Suprema de New York (Carlo Allegri / Reuters)
Harvey Weinstein en la Corte Suprema de New York (Carlo Allegri / Reuters)

Cuando Thurman le contó los hechos a Tarantino, no encontró la contención que esperaba de su amigo y se distanciaron. No fue hasta que coincidieron en Kill Bill que el director notó el malestar en el equipo de filmación e hizo que Weinstein se disculpara. La tregua duró hasta que la posesión del material volvió a enfrentarlos. La batalla siguió hasta que el tiempo, como en la mayoría de estos casos, pone las cosas en su lugar. Gracias a una gestión de Tarantino, la actriz se hizo con una copia de una de las cámaras ubicadas en la parte trasera del automóvil. Y ahí empezó otra historia.

Una vez que Thurman hizo público el video, el director citó el accidente del convertible como el peor error de su vida. “Le dije que estaría bien. Le dije que la carretera era toda recta. Le dije que sería seguro. Y no lo era. Estaba equivocado. No la obligué a subirse al coche. Se montó porque confió en mí. Y me creyó”, confirmó Tarantino al sitio Deadline, y, dentro de su mea culpa, admitió un descuido a la hora de planificar la escena. “Como director aprendes cosas y a veces aprendes a través de errores horribles. No me tomé el tiempo para recorrer la carretera una vez más”, explicó.

A los pocos días, la actriz abrió la puerta a la posibilidad de volver a trabajar con el director, a pesar del dolor de cuello crónico y a la furia que todavía le provocaba recordar el hecho. “Mi capacidad de perdonar existe y estas cosas pasan. El accidente estuvo mal, pero expliqué también que fue la reacción del entorno lo que más me lastimó”, contó a Entertainment Weekly. En tanto, en julio pasado, el que habló fue Tarantino en el podcast Happy Sad Confuser. “Uma y yo hemos hablado de eso recientemente. Lo he pensado un poco más. Si alguna de mis películas surgiera de mis otras películas, sería un tercer Kill Bill”, comentó.

Uma Thurman en Kill Bill (Grosby Group)
Uma Thurman en Kill Bill (Grosby Group)

Si los fanáticos no tenían suficiente para ilusionarse, llegó el particular saludo de Thurman al director por el estreno de Érase una vez en Hollywood. Con el hashtag #tbt, el que se utiliza para publicar imágenes retro, publicó en su Instagram una foto del backstage de Kill Bill. Su icónico traje amarillo manchado de sangre, café en mano, conversando amigablemente con el director. Habrá que esperar nuevas jugadas para saber si la historia de la novia vengadora, esa que imaginaron juntos Uma Thurman y Quentin Tarantino durante la filmación de Pulp Fiction, tiene un nuevo episodio.

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