Ana Acosta: "En el humor nos prefieren gorditas"

"Preguntale a los productores por qué no estoy en la tele" dice la actriz que nunca dudo en priorizar el teatro por sobre la masividad que genera la televisión. Además cuenta cómo es como vendedora en el Once: "Soy absolutamente sincera. Vienen chicas rellenitas, y agradecen que les pruebes siete vestidos. Hay locales donde les dicen: 'Para vos no tengo'".

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"Tengo doble marquesina en avenida Corrientes" dice en referencia a Entretelones, la obra que protagoniza junto a Fabian Gianola, y a Ana Acosta Moda, el local de ropa que abrió hace nueve años junto a su marido en el barrio de Once para pelear contra la inestabilidad de la profesión.

"Tuvimos un comienzo medio duro cuando arrancamos la otra temporada con la baja de Georgina (Barbarossa). Esta nueva temporada empezamos todos juntos" dice sin buscar polémica, pero recordando el impacto que sufrió la obra: "Se empieza con muchas expectativas, el hecho de que se baje un actor nos desestabilizó y nos costó tomar el ritmo nuevamente".

Ana Acosta protagoniza “Entretelones” Junto a Fabián Gianola en el teatro Broadway
Ana Acosta protagoniza “Entretelones” Junto a Fabián Gianola en el teatro Broadway

—¿Tuviste a lo largo de tu carrera en algún momento tu costado de diva?

—Si se llama ser diva a exigir determinadas cosas arriba del escenario puedo llegar a ser diva.

—¿Por ejemplo?

—Que la escenografía se vea bella. Que se vea costosa. La gente paga una entrada, para ver algo digno arriba del escenario.

—Pero no pedís ir con el chihuahua al camarín y que te esperen con sushi…

—No, nada que ver. Al revés, siempre estoy en el peor de los camarines porque fumo. Estoy muy arriba y nadie viene a saludarme. Es un vicio, me lo tengo que bancar yo solita, no tengo porque perjudicar a mis compañeros.

—¿Fumás mucho?

—Sí, no quiero decir cuántos porque no está bueno decirlo.

—¿En algún momento tuviste ganas de dejar?

—Dejé durante diez años… Una locura hice. Diez años sin fumar y volví.

—¿Tus hijos qué dicen al respecto?

—Odian. La más chica me dice: "Cuando te vea con un cigarrillo te lo voy a sacar prendido por el…" La más grande se oponía y cuando me veía fumar se alejaba, y hoy en día fuma, la de veintitrés. Y la de dieciséis no, ella es muy aire puro.

La actriz atiende ella misma los sábados su local de ropa en Once “Ana Acosta Moda”
La actriz atiende ella misma los sábados su local de ropa en Once “Ana Acosta Moda”

—¿Los excesos por dónde pasan?

—El morfi. Me puse en veintidós días tres kilos y medio. Pareciera poco pero para una persona que mide uno cincuenta es muchísimo.

—¿Ha sido muy exigido el recorrido en cuanto a la estética en tu profesión?

—No porque en el humor nos prefieren gorditas. Eso es un titular (risas). En teatro gordo o flaco, labura todo. Arriba del escenario somos todos como de un metro ochenta y delgados. Pero en tele la estética cuenta un poco. Cuando me llama Jorge Guinzburg, me saca de una obra de teatro en el San Martín dirigida por Pepe Cibrián, le gusta lo que hago y me convoca para hacer televisión. Yo re purreta no sabía pararme dentro de un estudio, le dije: "voy a aprender con vos…" En ese momento te diría que estaba pesando fácil, seis, siete kilos más de lo que estoy pesando ahora, así que era bien regordeta.

—Y nunca te sugirió adelgazar Jorge.

—Jamás. Incluso me proponía cosas muy jugadas, como cuando tuve que hacer la Cicciolina que tenía que estar con un escote y demás. Nunca fue: "Bueno, tendrías que adelgazar Ana". Él se asumía como era y obviamente tampoco exigía a los demás que cambien su fisonomía.

—Hay otros ejemplos que no hicieron lo mismo, si pensás en Porcel y las mujeres que lo rodeaban eran todas bombas sexies. Era otro concepto de la mujer.

—Sí, tenés razón en eso. Las voluptuosas garpaban más en una época. Ahora se complica.

—Por suerte vamos evolucionando y la mujer va ocupando otro lugar en los medios.

—Sí, pero se llevó puesta a algunas generaciones donde la bulimia, la anorexia hizo estragos. Lamentablemente.

—Desde lo físico y en otros aspectos, el rol de la mujer que estamos pudiendo discutir, los escándalos de acosos en Argentina y en el mundo ¿Alguna vez sufriste durante el recorrido por ser mujer?

—No. Pero sí me causó mucha gracia una vez estaba haciendo Peor es nada, fortachona como estaba, me llaman por teléfono en italiano, para ofrecerme un desnudo en la revista Oggi que parece ser que es como Playboy. Yo como loca le decía: "No, no, no". Había mucha plata, me trataban de explicar todo y me decían: "Cualquier cosa, el cuerpo. Tapamos la cara". Me causó mucha gracia porque lo único que les interesaba se ve que eran las lolas y la cara podía no estar. Y claro, para allá, ¿quién era Ana Acosta, entendés?. Fue la única cosa así con la que me sentí medio: "Che, déjense de jorobar, si quieren esto, viene completo. No viene como el pescado que le cortás la cabeza". Fuera de eso, nunca sentí ni siquiera una insinuación. Como no tengo representante siempre tuvieron que hablar conmigo y las cosas fueron mucho más claras.

—Y en un determinado momento empezaste a trabajar con tu marido.

—Sí y eso impone. Sabían que veníamos de trece años de novios, dos de casados, entonces ya era mucho abordarme. Porque a pesar de la gordurita, o la cosa rellenita que tengo yo, también soy una mujer y pude haber gustado a alguien.

—¿Por qué no tele?

—Preguntáselo a los productores.

—¿No hubo una decisión tuya de alejarte de la tele y dedicarte 100% al teatro?

—Sí, eso sí es cierto. El teatro me dio muchísimas satisfacciones. Esta es mi obra número cuarenta y cinco. No hay actriz de mi edad, ni siquiera superando mi edad, que tenga ese background de obras de teatro encima. Aún cuando no me convocaban salía de gira con El bikini salvaje o con Mi brillante divorcio; nunca paré. Y a la gente de televisión, sobre todo a los productores, no les copa mucho que una actriz les diga: "A las seis te plantó grabación porque a las siete tengo que estar en el teatro". Yo jamás falté a un ensayo. Jamás falté a una función. He hecho funciones absolutamente drogada.

—¿Cómo has hecho funciones drogada?

—¿Te gusta más empastillada? Viste cuando te duele todo, Ibuprofeno, todo lo que sea un cóctel como para salir y estar espléndida arriba del escenario. De lo otro nada.

—Te llama Suar y te dice: "Ana, estamos en exteriores. Tengo el móvil. Tengo la gente. Te tenés que quedar dos horitas más" y vos respondés: "No, me tengo que ir."

—Me voy. Lo he hecho. Y te digo más, una productora me ofreció una comedia que duró dos años en televisión y fue éxito, Los Roldán. Me ofrecieron hacer un personaje lindísimo, que pegó muchísimo y yo dije que no, porque estaba ensayando El show de las divorciadas. Ese productor no me volvió a llamar.

—¿Extrañás hacer televisión?

—Extraño como espectadora también, extraño ver un programa de sketch, de humor. No me conforma el humor hecho por un actor que está dentro de un programa. Un magazine con alguien que se dedica al humor y entra, hace una parodia y sale. Yo crecí viendo programas de humor, desde Olmedo, Porcel, y yendo más para atrás, Hiperhumor con los uruguayos.

—¿Y por qué crees que hoy falta humor en la tele?

—Porque hay que apostar mucha guita para hacer humor. Para hacer un buen programa de humor, como lo hacía Jorge Guinzburg, donde si hacíamos Heidi que se llamó La que te Heidi, nos íbamos una semana a Bariloche y filmábamos en escenarios naturales.

—¿Hoy lo hacemos todo por el pancho y la gaseosa?

—Claro, entonces un tapón y el mismo sketch todas las semanas no. Fue lo que fue porque se apostó. Y aún viniendo un poquito más para acá, en Rompeportones, no tenía la súper producción, pero sí había quince sketch que se iban rotando.

—¿Es un momento muy difícil para hacer humor?

—No, al contrario, los momentos más difíciles son mejores.

—¿Te referís a la política?

—Sí.

—Yo pensaba en el cuidado que tenemos que tener con lo que comunicamos.

—Ya por ser mujer hay ciertos chistes que no podemos hacer. Es muy raro que una mujer haga humor con mujeres. Sí ha tenido que cambiar para los hombres, se les ha acotado.

—¿Te parece que estamos pasados de corrección política o que está bien que vayamos hacia ese lugar?

—Hay momentos que digo me parece mucho. Pero, prefiero callármelo porque más vale mucho que nada. Hay veces que digo: "Uy, qué exagerados, mirá todo lo que están haciendo porque dijo esto". Me parece mucho. En el grupo de amigos lo comento, no saldría a decirlo.

 
“Hay que apostar mucha guita para hacer humor” dice Ana Acosta y extraña los programas de sketch en la televisión.
“Hay que apostar mucha guita para hacer humor” dice Ana Acosta y extraña los programas de sketch en la televisión.

—Si voy al local ¿Me vas a atender vos?

— Los sábados. Yo tengo doble marquesina en avenida Corrientes. Una en Corrientes, pleno Once, pleno eleven y otra en Corrientes…

—Ahí estás vos como imagen, tu carita.

—Está mi carita desde hace ya nueve años. Algo que jamás pensamos que nos iba a funcionar como está funcionando. El año pasado fue un año muy difícil para el Once en general. Y nosotros superamos el año anterior. Creo que tiene que ver ya con el boca a boca de la gente que recomienda.

—¿Te cholulean mucho? ¿Van mucho a verte?

— No. Hoy en día te dicen: "¿Puede ser una selfie?", "Mirá cómo estoy, estoy laburando. Por favor, a tus amigas nada más". Y ya está.

—¿Le mentís a la que le queda mal el vestido, diciendole que le queda espléndido?

—No. Nunca: "Eso no te favorece. Me parece que mejor te quedaba el anterior. Fijate esto… Al ser gordita cortado en la cintura no te estiliza". Soy muy sincera. Por eso Analía, Fabián, mi marido, y Silvia que está a cargo, me empiezan a correr un poquito. Te juro hay veces que digo: "No, ese no me gusta". Igual a la chica le termina gustando. Entonces me llaman a un costado y me dicen: "¿No ves que le gusta? No va a cambiar de opinión porque vos le digas eso". Así que nada, pero sí soy absolutamente sincera. Vienen chicas realmente rellenitas, y agradecen que vos les pruebes seis, siete vestidos. Hay locales donde entra una chica rellenita y dicen: "Para vos no tengo".

—¿El local les permitió sostener la inestabilidad en la profesión y disfrutarla sin la angustia de mantener a la familia?

—Sí porque fueron quince años que trabajamos juntos. Al principio éramos nosotros dos solitos, después ya se sumó Talía, y después a los siete años Estefanía, ya éramos cuatro. Dos colegios. y todo lo que obviamente genera la crianza de dos criaturas y ya se estaba haciendo medio difícil. Sobre todo para una actriz como yo que me dedicaba específicamente al teatro, y que me gustara. He rechazado cosas que no me gustaban y mi familia me ha apoyado. Hay que ajustarse el cinturón.

— Los manteros ¿Suman o restan al Once?

— Restaban, mi marido cada vez que se ponía un mantero le decía: "Discúlpame, pero no". Mi marido mide un metro ochenta y siete, los nigerianos miden también por ahí, pero no es lo mismo que te lo diga él a que te lo diga yo. Nunca tuvimos una manta en nuestra vereda. Es feo esto que digo porque la vereda es pública y demás, pero lo que se generaba era que por la gente estar viendo los productos de la manta perjudicaban al que quería pasar o al que estaba mirando nuestra vidriera. Más de una vez se producían en esos momentos robos. Y para evitar todo eso les decía, muy amablemente: "Acá no"

—¿Hoy cómo está?

—Sufrimos mucho todo el ensanchamiento de las veredas y pensabamos que era una locura y hoy en día lo agradecemos porque realmente fueron tiempos muy jorobados donde teníamos todo el tiempo andamios y la gente tenía que pasar por un pasillito. Hoy en día, cuando lo vemos es un placer porque son unas veredas anchísimas, la gente camina sin tener que estar empujándose. Así que súper plausible, sí.

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