Pasaron siete meses de aquel crimen que dejó a la provincia de Córdoba impactada luego de que en medio de un acto gremial una mujer perdiera la vida tras recibir el disparo de un hombre que gatilló 10 veces, y casualmente una de las balas impactó en el cuello de su hermana. Hoy continua detenido e inclusive en las últimas horas quedó firme la prisión preventiva que deberá enfrentar.
Dicha medida sobre Gustavo Herrera (35), fue dispuesta por la fiscal Silvana Fernández, quien sigue trabajando con su equipo para dar con el resto de la banda acusada del ataque.
Si bien hasta el momento solo hay un detenido de aquella balacera que tuvo lugar en el club Yapeyú de Córdoba, se considera que hay más involucrados, de los cuales solo uno fue identificado.
Herrera, que permanece preso en la Cárcel de Bouwer, está acusado por homicidio agravado por el uso de arma de fuego y por tentativa de homicidio agravado.
Según informó La Voz, la principal hipótesis que se baraja es que los individuos actuaron a pedido de otra persona y presuntamente a cambio de dinero. De todos modos, todavía no están acusados con esa calificación.
Los datos que se tienen hasta el momento, mediante las pericias sobre las imágenes de las cámaras de seguridad de la zona donde el gremio del Soelsac se reunía, ponen la mira sobre el auto en el que se movilizaban los atacantes, un Peugeot 308 RCZ.
El rodado fue localizado hace dos meses en la ciudad de Rosario. Estaba a la venta en una concesionaria con presuntos vínculos al narco, según deslizaron fuentes con acceso a la causa, aunque no hay certezas.
Además, las cámaras de seguridad registraron el instante en que el presunto acusado aparece en escena y realiza varios disparos contra la puerta de ingreso desde la vereda de enfrente. De acuerdo a las pericias, utilizó un arma 9 milímetros.
Frente a esto, en medio de la audiencia indagatoria, Herrera se quebró, por lo que su abogado, Sebastián Lascano, expresó: “Él sostiene que esto le está causando un daño a su familia”. Aunque el hombre negó los cargos en su contra, no prestó declaración, puesto que esperan tener acceso total al expediente para poder definir los pasos a seguir, según argumentó el letrado.
El hecho ocurrió el pasado 9 de septiembre, cuando Gabriela se encontraba en un almuerzo del Sindicato de Obreros y Empleados de Empresas de Limpieza, Servicios y Afines de Córdoba (SOELSAC). De repente, comenzaron a escucharse detonaciones desde afuera del establecimiento. Un disparo ingresó al lugar e impactó en el cuello de la joven de 25 años, provocándole la muerte.
Dalma, su hermana y también empleada de la misma empresa, estaba a centímetros de ella cuando ocurrió el ataque. En diálogo con Infobae, la joven detalló los instantes previos al crimen y contó cómo era la vida de Gabriela antes del crimen.
“Llegué más tarde al acto porque estaba trabajando, mi hermana me dice que estaba en la segunda mesa, me senté, no llegué a dar el primer bocado y empecé a escuchar los disparos”, dijo Dalma. Y agregó: “Yo tenía a mi bebé de dos meses en brazos, retrocedí un poco y fue ahí que la vi a Gabriela retorciéndose en el piso, con las manos en el cuello”, contó Dalma.
“Un compañero la tapó con una remera. Empecé a gritar que me ayuden”, relató la hermana. En ese momento pasó por lado de la joven herida el líder de la organización gremial, Sergio Fittipaldi. De acuerdo con la familiar, el hombre apenas la miró, dejó la bandeja de comida y se retiró del lugar. Desesperada, Dalma le suplicó a los gritos a otro de los dirigentes gremiales que la llevara a un hospital. Casi obligado, el sindicalista accedió y la trasladó sin esperar a la llegada de la ambulancia. En el centro médico, no pudieron hacer nada y Gabriela finalmente murió.

“Esto es una interna sindical, no hay dudas. No sabíamos lo que estaba pasando. Si sabíamos que había gente armada en el lugar, no íbamos. O que iba a pasar eso jamás hubiese ido con el bebé de dos meses”, aseguró Dalma, quien además reveló que el día anterior desde el gremio las llamaron para indicarles que “era obligatorio” asistir al evento.
Fue justamente este detalle el que dio pie para que Dalma recordara cómo era su hermana. “Mi hermana vivía por su familia. Salía de trabajar en la Municipalidad y se iba a lavar autos. Con lo que cobraba no le alcanzaba. Trabajaba desde las 7 de la mañana hasta las 15 y le pagaban 100.000 pesos. Ella era la que estaba con él todo el tiempo. Se encargaba de todo; de ir a pagar las cuentas, al hospital, se encargaban de la niña. Él no sabe todavía qué hacer. Ella era la que lo cuidaba”, concluyó angustiada Dalma.
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