
Ayer por la mañana, el juez federal de Azul Gabriel di Giulio resolvió aceptar como querellante al tenista Guillermo Pérez Roldán en la causa que se iniciará contra su padre, Raúl Horacio, luego de una denuncia formulada junto a una tenista a quien Raúl entrenó antes que a Guillermo. Prohibió al padre que contacte a su hijo o a su familia, así como a a la tenista. Di Giulio luego se declaró incompetente en una variedad de delitos que figuraban en la acusación original: lesiones, violación, privación ilegítima de la libertad, reducción a la Servidumbre y administración Fraudulenta, una competencia que fue declinada en favor del Juzgado de Garantías en turno de Tandil, parte de la misma jurisdicción que Azul. Sin embargo, quedó un delito del lado de la Justicia federal, en el expediente donde también interviene el fiscal Santiago Eyherabide: lavado de activos.
Así, comienza un nuevo capítulo en la historia, uno en donde Pérez Roldán hijo, con una de las carreras más célebres en el tenis Argentino, miembro del equipo de la Copa Davis, vencedor en el torneo junior de Roland Garros busca obtener justicia más de 30 años después.
El tenista hizo público el tormento que sufrió a manos de su padre a lo largo de los últimos años, particularmente en la nueva serie “Confidencial”, de Star+, un documento dramático. Lo que consta en la denuncia presentada por el tenista ante la Justicia, reseñada en el fallo firmado ayer por Di Giulio, es de una brutalidad particular.
“Específicamente señalan que el señor Raúl Pérez Roldán desarrolló un “sistema” o “método” de entrenamiento en su carácter de director de la escuela de menores de la Asociación Argentina de Tenis, que se caracterizaba por la rigidez e intensidad. Pero por sobre todo, por infundir miedo como medio para la obtención de resultados deportivos y económicos; método que años después pretendió ser replicado por el denunciado en el Club Estudiantes de Olavarría. Exponen hechos de extrema crueldad y maltrato físico y psicológico a niños, niñas y adolescentes y actos de administración infiel, entre otros hechos”, asegura el documento, al que accedió Infobae.

La tenista, cuyo nombre es preservado por las autoridades en el escrito, hizo un extenso relato de lo que vivió, con entrenamientos que transcurrieron entre 1979 y 1983. “Como era su jugadora número 1, Raúl Pérez comenzó a someterme psicológicamente de a poco; primero de manera verbal, haciéndome sentir que no servía y no valía nada sino era a través suyo y luego los sometimientos fueron físicos, con golpes”, afirmó. “Esta es la primera oportunidad en la que me animo y me siento libre para contarlo, nunca antes lo había hecho, no lo sabe siquiera mi familia”, siguió luego.
El párrafo posterior es mucho peor, con humillaciones a golpes de pelota sobre el polvo de ladrillo:
“Hubo episodios de violencia física muy duros en los que me tuve que ir de mi casa, sin que mis padres supieran y con la excusa de un torneo ya que tenía la cara desfigurada. En aquella precisa ocasión cuando me levanté al día siguiente de recibir los golpes por parte de Pérez Roldán y me vi en el espejo, salí a escondidas de mi casa. Pérez Roldán y yo tuvimos que inventar un viaje hasta que se me fueran los moretones”, continuó.
Guillermo aseguró en su propia declaración:
“Desde que fui chico practiqué tenis y también desde aquella edad trabajé en el ejercicio del deporte en condiciones de sometimiento físico, psicológico y con condicionamientos a mi libertad individual por parte de mi propio padre. El método de enseñanza, aprovechándose de la especial posición de privilegio y el prestigio que ostentaba, estaba basado en golpes y temor permanente. No tenían una explicación definida, podía ser porque había jugado mal al tenis, porque había jugado bien y para que no subestimara al rival o bien por su propio enojo personal. Yo siempre trataba de tener la culpa lo más posible”, afirmó el tenista. “Antes de golpearme, me decía que me ponga pantalones de entrenamiento para que no me quedaran marcas en las piernas”, relató luego.
Su madre, aseguró Guillermo, consentía las agresiones.
Perder un partido implicaba una rutina posterior. Guillermo la reconstruyó ante la Justicia. Tras una charla, su padre “me golpeaba hasta cansarse: con un cinturón, con un palo o mediante golpes de puño, o bien me metía la cabeza en el inodoro al mismo tiempo que me insultaba haciéndome saber la plata que había perdido”. El temor continuaba a la noche. Guillermo no osaba ir al baño al despertar, para no irritar o despertar a su padre. Orinaba “en un tachito”.
La brutalidad continuó en su adultez. Cuando perdió su primer partido en un torneo ATP “mi padre no sólo me increpó y me golpeó por haberlo ocultado sino que me obligó, como método de recuperación y de castigo, que volviera caminando de regreso a mi casa por una distancia de 40 kilómetros”, afirmó ante el juez. Raúl lo golpeó incluso tras una derrota contra John McEnroe
Esa sensación no lo abandonó, dijo Guillermo, “hasta que dejé de jugar profesionalmente al tenis”.
Luego, el tenista dio una pista clave para la causa por lavado, una ruta del dinero que comenzaba en una firma constructora basada en Tandil y terminaba en un banco de Montecarlo.
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