Es escort y cobra por sexo o por “hacerse el novio”: qué buscan las mujeres que piden sexo a domicilio

Leandro era sodero en zona oeste cuando un cliente le ofreció dinero a cambio de bajarle los pantalones y practicarle sexo oral. A pesar de que se define heterosexual, accedió “por el negocio”. Empezó a cobrarles a hombres, a mujeres y a parejas. Cuáles son sus condiciones, qué no hace, sus tarifas y qué buscan unos y otros

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Leandro tiene 28 años y es de La Tablada (Fotos @Leanezequielok)
Leandro tiene 28 años y es de La Tablada (Fotos @Leanezequielok)

No hay nada allá al comienzo de la línea de tiempo, ni un solo indicio en su pasado que hubiera permitido suponer a qué iba a dedicar su vida. Lo que hay, más bien, es todo lo contrario: la historia de un chico de barrio criado en La Tablada por una familia tan religiosa que el chico, que llegó a ser monaguillo, sabía qué responder cuando le preguntaban qué quería ser cuando fuera grande: “Cura”, repetía.

No fue cura, claro, sino empleado raso de carga y descarga en el depósito de una multinacional, vendedor de sanitarios, de grifería y de muebles de baño, de calzados de damas y de juguetes después. Hasta que, hace unos 6, 7 años, Leandro aceptó ese trabajo de sodero que cambió el rumbo de todo.

Con su atuendo de sodero
Con su atuendo de sodero

Es el trabajo al que hoy debe el apodo con el que lo conocen en sus redes quienes buscan sexo a la carta y a domicilio -“Sodero dotado”-; la razón por la que muchas mujeres que pagan por un rato de “juego de roles” le piden, sin vueltas, eso: “Que les toque el timbre con la ropa de sodero puesta”, cuenta él, que tiene 28 años.

De todo eso hablará Leandro en esta entrevista con Infobae. Desde cómo empezó a cobrar, ya no sólo por los sifones, sino también a cambio de algunas prácticas sexuales. Desde cómo se enteraron sus amigos - “heterosexuales, como yo”- de que atendía a mujeres sí, pero también a hombres, hasta las tarifas diferenciadas que maneja. ¿Qué le piden las mujeres que lo llaman? ¿y las parejas?

“Lo que faltan son financistas”

Las fotos están en su cuenta de Instagram: Leandro en el camión, la camisa ajustada celeste pureza, el logo de la marca de soda, los bidones de fondo. La historia detrás de las fotos la cuenta él.

En el camión de soda que manejaba
En el camión de soda que manejaba

“Vivía caliente arriba del camión, me subía y ya tenía ganas de garchar, deseo, era como mi fantasía. La mayoría de las veces salía solo a hacer el reparto, así que primero empecé a tener sexo con clientas, con hijas de clientas, pero no a cambio de plata. El tema de la remuneración vino por parte de un hombre”.

Leandro Ezequiel hacía el reparto en una zona cercana a la universidad de Morón, por lo que entre sus clientes había varios extranjeros. Fue un brasilero el primero que lo invitó a subir a tomar algo, “y viste que el sodero es súper amistoso…”, explica. Leandro dejó el camión en marcha en la puerta, se calzó el bidón de 20 litros al hombro, dejó a la vista los bíceps trabajados en cada día de entrenamiento, subió.

“La cosa es que el brasilero me empezó a mostrar fotos de mujeres en su celular mientras me decía ‘éstas son mis amigas, con lo que vos tenés ahí abajo podrías…’. Leandro puso cara de “me encantaría” y, enseguida, el brasilero redobló la propuesta: “‘¿Y yo? ¿Puedo hacer algo también? Te puedo dar 2.000 pesos’. Hace 6 o 7 años 2.000 pesos era plata. Y bueno…accedí”.

infobae

Los 15 minutos semanales con el brasilero que le pagaba solo para practicarle sexo oral pasaron de ser la excepción a ser la regla. “Lo único que vi fue plata fácil”, dice. Leandro le dijo al brasilero que si sus amigos necesitaban lo mismo le avisara y así fue sumando clientes y también clientas. ¿Cómo llegó a ellas, si nunca le había cobrado a una mujer?

“Fue especialmente por el boca en boca, porque por lo general los clientes gay tienen muchas amigas mujeres. Ellos iban y les decían a sus amigas: ‘Tenés que probar con este chabón, no sabés cómo la tiene’”, cuenta.

Fue su hermana la primera persona a la que Leandro pudo contarle sin filtros lo que hacía entre sifones y bidones y las dudas que tenía, “porque lo que me pesaba era mi enseñanza religiosa, a mí me habían enseñado que los gays eran pecadores, y yo estaba con ellos por plata”. Después se enteraron sus amigos.

Le pesaba estar con hombres por su educación religiosa
Le pesaba estar con hombres por su educación religiosa

“Lo que pasa es que supuestamente yo atendía mujeres, hasta ahí entendían”. El tema fue que algunos clientes empezaron a escribirles a ellos, a quienes veían con Leandro en las fotos de Instagram, preguntándoles cuánto cobraban.

“Al día de hoy creo que mucho no lo entienden. Me dicen ‘¿pero cómo podés estar con un tipo si no te gustan los tipos?’, ‘tiene que existir la piel, la calentura, se te tiene que parar’. Pero yo tengo mis tácticas. Yo les explico ‘se puede, no sé si está bien o está mal, pero cuando veo el billete cambia mi perspectiva, así son los negocios”.

La charla remite a una escena de la película “Nueve reinas”, Leandro lo sabe y le da risa. En la película Darín le pregunta a Gastón Pauls: “¿Te gustan los tipos a vos? ¿cogerías con un tipo?”. “No”, responde Pauls. “¿Y si te ofreciera 10.000 dólares?”. “No”, sostiene. “¿Y si te diera 20.000?”. “No”, repite Pauls. “50.000 dólares”, redobla Darín. “No”, contesta Pauls. “500.000″ retruca Darín, y apoya un sobre en la mesa. Pauls, ahora sí, se queda callado. “¿Te das cuenta?”, remata, “Putos no faltan, lo que faltan son financistas”.

“El billete” del que habla Leandro no es tan jugoso como el de la película: su tarifa para mujeres arranca en los 6.000 pesos la hora, la de los hombres ronda entre los 8 y los 15.000. “Algunos hombres me han ofrecido 20, 30 lucas por un buen chape o por un servicio en el que tengamos trato de novios, con besitos, caricias. Y no, besos en la boca yo no doy, hay cosas para las que no hay precio”.

Aquella pregunta de sus amigos - “¿cómo podés estar con un tipo si no te gustan los tipos?”- tiene respuesta en lo que Leandro llama “mis tácticas”: en cada servicio se asegura de que le permitan mirar pornografía -mira porno hétero o lésbico-, usa Viagra y “polvos más naturales”, como la maca, o apela a “jueguitos, no sé…que se haga la minita, por ejemplo, yo sé que suena raro”.

Está estudiando para ser masajistas y ponerle un "plus" a sus servicios
Está estudiando para ser masajistas y ponerle un "plus" a sus servicios

Con los años, el tema del amigo hétero que tiene sexo con hombres por plata no sólo dejó de ser tabú -Leandro habló del tema en una entrevista con la periodista Victoria De Masi en eldiario.ar sin sentir que su masculinidad estaba en juego-, sino que pasó a ser tema de asados. Y aquellos amigos desconcertados son los mismos que hoy le mandan mensajes cuando tienen miedo de que se meta en alguna casa peligrosa o meta a alguien peligroso en la suya.

Son los que dicen ‘acá no’, ‘fíjate a dónde vas’, o ‘mandá mensaje cuando salgas’”, cuenta Leandro. Uno, de hecho, es su chofer, el que sabe que si Leandro no sale a la hora acordada tiene que entrar. “Nosotros estamos expuestos todo el tiempo a que pasen ciertas cosas, no siempre vas y la pasas excelente”, advierte.

Se refiere especialmente a dos situaciones que le dejaron claro que no era un trabajo para “romantizar”. Una fue la vez que un cliente habitual intentó meterle los dedos en la boca - “del cuello para arriba, nada”, es una de sus condiciones- y forzarlo cada vez que él se daba vuelta.

“Pasó una, dos, la tercera lo agarré del cuello y lo puse contra la pared. A ver, yo soy un pibe de barrio, no me como los mocos por más que seas gigante, si dije ‘no’ es ‘no’”.

No da besos en la boca, esa es una de sus condiciones
No da besos en la boca, esa es una de sus condiciones

La segunda fue con un hombre que estaba consumiendo cocaína. “En este palo hay muchos hombres que consumen y vienen con pedidos raros. Una vez uno quería meterme un pie entero, una locura. Este otro quería que lo defecara, estaba obsesionado. Le dije que no y se puso violento, decía que yo lo tenía que hacer porque él me estaba pagando, el famoso ‘¿mi plata no vale?’. Terminamos a las piñas mal”.

Lo que quieren las wachas

Leandro tiene tres condiciones irrenunciables para los servicios con hombres: “De los hombros para abajo me pueden chupar y tocar todo, meter nada”, “no besos”, “respeto y discreción”.

Con las mujeres no hay condiciones. Son menos las clientas que los clientes y la razón es que, culturalmente, los hombres tienen habilitado el “pagar por sexo” y las mujeres no, por lo que pedir un escort como quien pide helado es poco frecuente, incluso entre las menos pacatas.

Pasó por dos situaciones violentas con clientes hombres
Pasó por dos situaciones violentas con clientes hombres

De 35 años para arriba: ese es el target de edad de las mujeres que lo llaman. “Y no hay un solo perfil, tenés polos opuestos”, dice Leandro y arranca con su estudio de mercado. “Están las que te pagan por un polvo y para que después te quedes un rato charlando, y yo ningún problema, me quedo, les doy consejos”, enumera.

“Está la que es soltera o la que está separada y tiene su día sin hijos y, ya que pagó, aprovecha. Esa no pide, te hace todo lo que quiere”, cuenta. “Entre las mujeres que no tienen pareja también están las que me contratan como caballero de compañía. Es decir, me llaman y me dicen ‘tengo que viajar a tal lugar’, o sea, me pagan para hacerme el novio, no sólo por sexo. Si es una mujer de negocios en el viaje te presenta como su pareja”.

Entre quienes sí tienen novio o marido, en cambio, “lo más frecuente es que paguen el servicio para hacer lo que con sus parejas no pueden: piden sexo anal, practicar orales profundos donde se ahoguen o lloren, que las ate fuerte para que no se puedan defender, que las lleve a la ducha y las orine, o les dé nalgadas, todas cosas que por lo general vieron en el porno”.

Su tarifa arranca en los 6.000 pesos la hora si la clienta es mujer
Su tarifa arranca en los 6.000 pesos la hora si la clienta es mujer

Lo común -sostiene, como quien viene de un focus group- es que lo llamen “mujeres que no tienen buen sexo en casa. He tenido servicios en oficinas, con la mujer en su puesto de trabajo que me decía ‘venite ahora que no hay nadie’. Después se pegaba un baño y se iba a su casa como si nada hubiese pasado. O sí, porque a veces el servicio les despierta algo y vuelven a sus casas con ganas de reflotar el sexo con sus parejas”.

Habla de mujeres de 35 y más, porque lo han contratado incluso señoras de 60.

“Yo también es como que las meto un poco en este mundo. Me dicen ‘traé la ropa de sodero y tocame el timbre’, y yo lo hago, soy divertido, se juega un montón en un servicio, por lo menos yo me divierto más con las mujeres que con los hombres. Yo trato de escuchar tus propuestas y mejorarlas”, se vende. “¿Por qué? Porque si la pasás bien me vas a volver a llamar”.

"Si la pasás bien me vas a volver a llamar”, se vende
"Si la pasás bien me vas a volver a llamar”, se vende

Algunas optan por el “servicio coordinado”, es decir, combinan para el miércoles, por ejemplo, porque son separadas y es el día libre de hijos. Otras optan por el “servicio repentino”: pintó y te llamé, ¿podés?

“Las mujeres se quejan mucho de los tipos, al menos en este target de edad que manejo. A veces sólo tienen ganas de coger, no de conocer a alguien, y tener que ir a Tinder y meterse en la casa de un desconocido no sólo les da fiaca sino que les da miedo. Mis clientas ya me conocen, yo cobro un precio moderado porque mi negocio, como te decía, no es que me llames una vez sino que me sigas llamando”.

Leandro ya no hace 3 o 4 servicios por día sino 1. Con eso y con el e-commerce -videos y fotos porno que produce y vende en Only Fans, Lovers Fans o Telegram- le alcanza: “Tengo un margen de ganancias grande, gracias a Dios”, dice.

También produce videos y fotos porno
También produce videos y fotos porno

Además, atiende parejas, su rubro preferido. “Me encanta. La mayoría de las parejas que contratan chicos como yo es porque el hombre le quiere dar el gusto a la mujer. Lo usan para reforzar la pareja, porque si pasa frente a sus ojos infidelidad no es”.

En ese tipo de servicio, cuenta, las mujeres no suelen poner condiciones, sí los hombres: “Algunos dicen ‘hacé lo que quieras pero besos no’, o ‘no la acaricies tanto’. Otros dicen ‘sos libre, hace lo que quieras’. Por lo general los hombres solo miran, o si participan lo hacen con ella, no conmigo”.

Si lo contrata una pareja y sólo tiene sexo con la mujer la tarifa es la misma que un single: desde 6.000 pesos la hora. Si el hombre participa no con ella sino con él, el precio sube.

Atiende también parejas, su rubro preferido
Atiende también parejas, su rubro preferido

Son casi las 12 del mediodía y Leandro está a punto de subir una historia en Instagram. Le gusta su aire de barrio, posar en boxer blanco con la camiseta de Boca, su toque conurbano, por eso no suele llamarse a sí mismo trabajador sexual, escort o taxy boy. “Gato, yo trabajo de gato”, sonríe.

La palabra “trabajo” en su discurso no es casual porque Leandro lo sabe: mientras lo que hace no sea reconocido como trabajo al menos en un monotributo, lo que le falta es seguridad, aportes, obra social, un gremio que lo ampare, algún papel a su nombre.

"Yo trabajo de gato", dice
"Yo trabajo de gato", dice

“Una vez tuve una discusión con un conocido que me decía ‘dale boludo, conseguite un trabajo decente’. Y yo le pregunté ‘¿qué trabajo es decente para vos? ¿el tuyo, que laburás 14 horas en un call center?, dale’”, cierra y enciende otro cigarrillo.

Ahora sí, es la hora de salir a cazar hombres, mujeres, parejas: lo que dé.

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