
Durante 18 años trabajó más de nueve horas encerrada en una oficina. Llegaba a su casa y se ocupada de sus hijas y su marido. Descansabapor la noche... y el día volvía a comenzar. Esa fue la rutina diaria, agitada y automatizada que llevaba Soledad Muñoz (45) durante casi dos décadas. Lejos de quejarse lo disfrutaba, estaba insertada laboralmente en el universo corporativo de una multinacional de prestigio.
Hasta que se quedó sin empleo hace cinco años. El destino decidió por ella. “Ya tenía a mis dos gemelas, Sofía e Isabella (13) y había cumplido 39 años. Fue un gran sacudón... porque en toda mi vida no había tenido otra actividad”, le cuenta Soledad a Infobae.
Un golpe duro que la lastimó pero que para Soledad fue como un nuevo despertar. “Sin empleo, me encontré con algo que no sabía ni que existía: tiempo libre para mí. Pero no fue agradable, lo viví como una crisis interna....”, admite la diseñadora de interiores y paisajista. “El sistema me expulsó, pero a la larga me hizo un gran favor porque me permitió empezar a ver la vida de otra manera”.

El primer obstáculo fue su trampolín
“¿Quién dijo que de este sacudón no se puede sacar belleza?”. Ese fue el disparador de Soledad para empezar a interesarse y estudiar sobre el reciclaje y la sustentabilidad. En su casa del barrio de Villa Santa Rita, en CABA, nada se desperdicia, todo vuelve a la vida con una nueva forma. “Eso que otros tiran a la basura, con mis manos un poco de creatividad e ingenio lo convierto en un objeto de diseño”.
Desempleada, aunque siempre inquieta, Soledad optó por adquirir nuevos hábitos. “Allá por 2015 tomé conciencia de la basura que generamos en cada hogar, y decidí reciclar. La separaba, y la llevaba a los puntos verdes. De generar una bolsa diaria, logré reducirla a media por semana, me despertó la necesidad de encontrar una solución al respecto para minimizar el impacto ecológico”, dice.
Prueba y error

Así, unió su creatividad con los elementos recuperados autogenerados en su propia casa. Entonces invirtió en una máquina de coser, la plancha ya la tenía, y salió a crear. “Mi materia prima es prácticamente en su totalidad lo que muchos consideran basura: sachets de leche, bolsas plásticas, descartes plásticos”.
“La técnica que usa se llama termofusión, aunque no hay reglas para hacerlo. Investigué en internet, conocí las diferencias entre plásticos, espesores, flexibilidad... cuál se podía combinar con cuál, qué pasaba con los diferentes grosores....”, explica.
Una vez obtenido el material el siguiente paso es definir el producto. “Creó una moldería, lo coso... lo paso por la máquina, toda una aventura porque no no sabía nada del tema. Básicamente junto bolsas, las plancho, después las corto, pego y le doy forma”.

El resultado: carteras, billeteras, riñoneras, porta pasaportes, tarjetas y sobres. Nada está hecho en serie, cada pieza es única e irrepetible.
Para organizarse, solo trabaja con encargos. Todo es artesanal y así pretende seguir. “Cuando los chicos en el jardín le hacen un collar de fideos para su mamá, lo hacen con amor y tiempo... Lo mismo ocurre con mis accesorios y eso se nota en el resultado. La gente aprecia cada vez mas la reutilización”.

Una pausa para volver
En marzo de 2016 le ofrecieron a Soledad un trabajo en relación de dependencia en una empresa de organización de eventos. “Lo acepté y resigné mi proyecto”, recuerda. La vida pasó, y las ganas de emprender no habían desaparecido.
Con un nuevo envión, se animó a ir por más. “Me propuse retomar, aunque esta vez a paso firme y constante”. De esta manera empezó la segunda parte de su idea y le puso nombre a su emprendimiento: Lole accesorios. " Así me decía mi abuelo paterno. Paco era un español inmigrante que llegó a Buenos Aires en barco y montó su propio negocio, una cafetería. Era autodidacta, gran lector, muy perseverante y con grandes valores. Vivía al lado de mi casa en Versalles, así que compartimos mucho. Me dejó ese legado, por eso quise homenajearlo con mi emprendimiento”.
Un equipo de cuatro
Si bien trabaja sola, Sole tiene un equipo de lujo: su marido e hijas. “Ellos siempre me alientan a más, a hacer nuevos productos, se bancan la casa llena de bolsas ¡y que trabaje hasta cualquier hora!”.
Si bien reparte su vida entre su trabajo como organizadora de eventos -que está en crisis por la pandemia- y su emprendimiento, sueña en un futuro próximo expandirse para vivir de su proyecto con la premisa de siempre: “No existe la basura”.
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