Fernán Quirós: “Todavía no sabemos si darle vitamina D a una persona previene el coronavirus”

El ministro de Salud de la Ciudad de Buenos Aires se refirió a los alcances de un estudio científico divulgado ayer

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Fernán Quirós, ministro de Salud de la Ciudad de Buenos Aires

El ministro de Salud de la Ciudad de Buenos Aires, Fernán Quirós, explicó que aún no hay trabajos científicos que especifiquen si el déficit de vitamina D puede ser la causa que provoque que las personas se enfermen de coronavirus. Tampoco hay evidencia que indique que esa carencia nutricional empeora la evolución de las personas que contraen el virus.

El funcionario aludió así a un estudio realizado en España y publicado en el Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism de la Endocrine Society que detectó que el 80% de los pacientes con COVID-19 padece falta de vitamina D.

“Hasta ahora lo que se ha demostrado es que hay una asociación y que quienes tienen la enfermedad tienen un déficit de vitamina D. De allí a que la vitamina D como tratamiento pueda prevenir la enfermedad faltan varios pasos”, introdujo Quirós en uno de los tres reportes semanales que suele brindar para difundir detalles sobre el avance del coronavirus en la Capital Federal.

El especialista conjeturó que el déficit de vitamina D podría estar asociado -por ejemplo- a otras enfermedades cuyos portadores integran los grupos de riesgos ante el coronavirus como hipertensión, obesidad, y diabetes, cosa que generalmente ocurre.

Para resumir, lo que quiero decirles es que sabemos que la vitamina D participa en la inmunidad, que las personas que tienen la enfermedad tienen mayor déficit de vitamina D, pero no sabemos si la falta de esa vitamina causa la enfermedad o la agrava. Tampoco sabemos si darle vitamina D a las personas sirve de algo”, desarrolló.

Quirós indicó que existen varios estudios científicos que intentan demostrar empíricamente si los tratamientos con vitamina D pueden ser efectivos para curar a los pacientes que contraen el virus.

Los alcances del estudio

Para realizar el estudio, los investigadores compararon los niveles de vitamina D de 216 pacientes con COVID-19 en el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla con los niveles de 197 personas sanas que eran similares en términos demográficos como edad y sexo. Los autores del estudio también analizaron si la gravedad de la enfermedad de los hospitalizados se correlacionaba con qué tan altos o bajos eran sus niveles de vitamina D.

Excluyendo a los pacientes con coronavirus que tomaban suplementos de vitamina D, los investigadores encontraron que el 82,2% de los pacientes con COVID-19 tenían deficiencia de vitamina D, en comparación con solo el 47,2% de las personas del grupo de comparación. En general, los niveles de vitamina D de los pacientes masculinos con COVID-19 eran más bajos que los de las mujeres.

Los hallazgos sugieren que “el tratamiento con vitamina D debe recomendarse en pacientes con COVID-19 con niveles bajos de vitamina D circulando en la sangre, ya que este enfoque podría tener efectos beneficiosos tanto en el sistema musculoesquelético como en el inmunológico”, dijo en un comunicado de prensa José L. Hernández, profesor de la Universidad de Cantabria en Santander, España, y coautor del estudio.

Los investigadores también encontraron que los pacientes con coronavirus con niveles más bajos de vitamina D tenían más probabilidades de tener hipertensión y enfermedades cardíacas, marcadores elevados de inflamación y estadías hospitalarias más prolongadas.

Curiosamente, sin embargo, no encontraron una relación entre la deficiencia de vitamina D y la gravedad de COVID-19, sin tasas significativamente más altas de ingreso en la UCI, uso de ventilador o muerte entre aquellos que tenían niveles especialmente bajos de vitamina D.

También fue intrigante que los 19 pacientes con coronavirus que tomaban suplementos de vitamina D tuvieron resultados ligeramente menos favorables, incluidas más admisiones a la UCI, que aquellos que no tomaban las píldoras. No obstante, ese hallazgo puede explicarse, al menos en parte, por el hecho de que las personas que pueden necesitar más suplementos de vitamina D, como las personas mayores con riesgo de fracturas, también tienen un alto riesgo de COVID-19 grave. Seis de esos 19 también habían tomado corticosteroides o inmunosupresores en los tres meses anteriores, lo que podría haber influido en la gravedad de COVID-19.

Dónde se encuentra la vitamina D

La vitamina D es única porque se puede producir en la piel a partir de la exposición a la luz solar. Existe en dos formas: se obtiene de la irradiación UV y de algunos alimentos. La luz UVB del sol incide en la piel y los seres humanos sintetizan vitamina D3, por lo que es la forma más “natural”. Los seres humanos no producen vitamina D2, y la mayoría de los pescados ricos en aceite como el salmón, la caballa y el arenque contienen vitamina D3.

Algunos de los alimentos que se pueden ingerir para obtener esta vitamina son el pescado (salmón, bacalao, sardinas), los lácteos y cereales, entre otros. La ingesta de estas comidas forman un compuesto denominado colecalciferol que se transfiere al hígado para convertirse en vitamina D activa. De aquí deriva la relación entre la carencia de vitamina D y un aumento de grasa corporal, ya que la falta de esta vitamina cambia la forma de procesar los nutrientes. En vez de utilizar los alimentos como energía, la carencia de vitamina D activa una enzima que almacena la comida en células grasas, generando -en consecuencia- un aumento de peso.

¿Y la vacuna?

El funcionario porteño se expresó en términos similares cuando le consultaron sobre los estudios preliminares que indicaron que la inmunidad de las vacunas que se encuentran en fase de prueba podría perdurar solo seis meses. Al respecto, el ministro reconoció que las inyecciones suelen provocar una inmunidad menor a la infección natural, pero todavía no hay parámetros claros que permitan concluir que esa protección dura seis meses, un año o más. “Vamos a necesitar conocer los resultados de los trabajos que están en fase 3 y el seguimiento posterior que se realiza durante dos años”, aclaró.

La médica argentina Marta Cohen, radicada hace 17 años en el Reino Unido, fue quien puso sobre el tapete la discusión sobre la inmunidad de algunas de las vacunas que se encuentran en fase de pruebas. En diálogo con Infobae desde Sheffield, la patóloga aseguró: “Todo parece indicar que la inmunidad es corta, podría ser algo así como tres meses".

La comunidad científica coincide en que las dos vacunas con más posibilidades de que culminen satisfactoriamente la Fase 3 serán la de Oxford-AstraZeneca y la de Pfizer-Biontech. Pero hoy a ambas las separa una diferencia sustancial en cuanto al acceso y a la conservación y traslado: mientras que la del gigante pharma Pfizer-Biontech por su plataforma tecnológica de base genética -ARNmensajero- debe almacenarse a -70C (-94F) y mantenerse en hospitales, debido a las condiciones de seguridad establecidas por las autoridades reguladoras, la desarrollada por la Universidad de Oxford y AstraZeneca se podrá almacenar a temperatura ambiente.