Era una ejecutiva exitosa pero renunció a todo para vender cañoncitos de dulce de leche en Escocia y hoy tiene su propia empresa

Con 43 años y una hija, Bárbara Funes sintió que no lograba un impacto real en su trabajo, luego de emigrar de Argentina. Además, extrañaba las facturas. Entonces decidió empezar a producir delicias 100% caseras que remiten a los sabores de su país

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Bárbara Funes prepara alfajores de maicena junto a una amiga en su departamento de Haymarket, Edimburgo
Bárbara Funes prepara alfajores de maicena junto a una amiga en su departamento de Haymarket, Edimburgo

“No me iba a bajar de los stilettos para ponerme a amasar todo el día. Eso es lo que pensaba, o decía, antes de tomar la decisión de renunciar a mi trabajo corporativo después de 10 años de esa vida”, confiesa desde su departamento de Edimburgo, Escocia, Bárbara Funes (43), entre masas, dulce de leche y algo de almíbar.

Entre el desarraigo de quienes eligen irse a vivir a otro país, para muchos argentinos, el mate y las facturas -un combo de tradición- son las primeras cosas que se extrañan. No se trata solo de comer algo rico o dulce, sino del ritual de compartir con el otro.

Por eso y porque sentía que como ejecutiva en una empresa su vida ya no la satisfacía, desde enero de 2019 Funes, mamá de una nena de 11 años, cocina en su departamento de Edimburgo facturas argentinas: “Medialunas de manteca y rellenas, cañoncitos de dulce de leche, alfajores, tortitas negras. Todo desde casa, arranco a las cuatro de la mañana. La masa de estos alfajorcitos de maicena es 100% casera y todo el proceso lo hago a mano, ¡hasta corto las tapitas una por una!”.

Masas caseras artesanales con recetas propias
Masas caseras artesanales con recetas propias

Pero el universo de Bárbara no siempre estuvo ligado a llevar un delantal, arremangarse para amasar y batir. Nació en Buenos Aires, vivió parte de su infancia en General Pacheco y San Isidro, y al terminar el colegio, sin pensarlo mucho, se inscribió en la carrera de Hotelería en Ibahrs (International Buenos Aires Hotel Restaurant School).

“Un poco por curiosidad, me anoté y dije ‘a ver qué sale’. Me recibí en 1996. Una de mis materias preferidas fue la pastelería, dictada por Ariel Palacios”, recuerda.

Al poco tiempo, tuvo sus primeras experiencias laborales en distintos hoteles de lujo porteños: “Hice de todo, desde room service, pasando por sector telefonía, hasta banquetes de eventos. En una fiesta solo ves el resultado final y poco resalta todo lo que sucede detrás de escena. Ese momento previo lo disfrutaba mucho”.

Más tarde hasta se cruzó con Osvaldo Gross -otro gran referente de la repostería en la Argentina- que le inyectó una dosis más de dulce a sus días. Aunque en ese momento jamás imaginó que a los 43 años dejaría todo para emprender como panadera... ¡y en el Reino Unido! Al contrario, siguió su camino en el mundo de la hotelería hasta 2004. “Me abrí para empezar a trabajar en el sector administrativo de la empresa familiar de mi padre”, apunta.

En pareja, se casó y, sin pensarlo mucho, decidió emigrar: “Como paracaidistas volamos a Edimburgo. La idea era probar suerte, y volver a los 13 meses".

-¿Cómo fue ese año?

-Fue un desafío empezar de cero, la remamos, probamos, logramos alquilar un departamento, trabajar de nuestras profesiones... Pero igual el plan era regresar a la Argentina. Estuvimos nada más que dos meses en Buenos Aires. La verdad no nos encontrábamos.

-¿Entonces emigraron a Edimburgo para instalarse definitivamente?

-La segunda vuelta fue positiva. Pudimos retomar nuestros trabajos. En ese tiempo pasé por varias experiencias laborales, totalmente alejadas de la hotelería y gastronomía. Me consolidé profesionalmente en una empresa norteamericana, un portal de empleos. En ese tiempo roté por atención al cliente, action manager, operation manager... Hasta que un día sentí que en ese entorno corporativo no podía generar un impacto real en el otro. Mi esfuerzo no repercutía en ningún ser humano.

-¿Cómo pensabas cambiarle la vida a alguien?

-Regalándole un momento. Antes de renunciar a todo, para arrancar de cero, solía recibir amigos en casa con un arrolladito de dulce de leche, un budín, y cada persona me comentaba que tenía que salir a vender. Yo les respondía: “¡Ni loca!”. Con el tiempo y la disconformidad, me animé a probar.

-¿Qué fue lo primero que vendiste?

-Un pedido particular de una docena de medialunas. Así siguió un pedido por semana, y todo fue de boca en boca. En enero de este año renuncié a todo, y me animé a ser mi propia jefa.

Así nació: ZEST Edinburgh Facturas argentinas para todos, con un mensaje claro que reivindica los sabores caseros locales. “Para los que las probaron y se enamoraron de ellas, y si nunca lo hiciste, era la oportunidad. Pero sobre todo, para aquellos que extrañan, con suerte encontrarán algo que los lleve de regreso a casa".

Vende las facturas a ocho cafés de la zona
Vende las facturas a ocho cafés de la zona

-¿Por qué “Zest”?

-La palabra viene del mundo de la gastronomía, en francés significa la cáscara de limón o naranja, ingrediente fundamental de mis preparaciones.

-¿Quiénes son tus clientes?

-Argentinos, claro. Y también uruguayos, venezolanos, ecuatorianos y algunos locales. Además les vendo a ocho cafés boutique de distintas zonas.

-¿A los escoceses les gustan las facturas?

-Para muchos la primera vez les parecen ricas, en especial el dulce de leche. Y los argentinos me hacen feliz con sus comentarios, porque me dicen que lo que hago les hace acordar a la panadería de la casa de sus abuelos. Otros me han dicho que teniendo facturas acá ya no necesitan volver. Me genera una felicidad inmensa, poder traer recuerdos, unir amigos…

-¿El precio?

-En promedio, la docena de cada cosa cuesta 10 libras.

-¿Podés vivir de lo que producís?

-Se puede, no con el mismo estilo de vida que tenía. Mi hija va al colegio público y alquilo un departamento.

-¿Qué fue lo que más te costó de este cambio?

-Acostumbrarme al cielo gris, las nubes y más nubes. Por eso disfruto de cada segundo de sol que me dé el día.

-¿Extrañás Buenos Aires?

-Elegí vivir en el exterior por una oportunidad, pero jamás dejo de ser extranjera. Me adapto al lugar que voy, sin olvidar que soy argentina porque lo llevo en la sangre. Viviendo acá incorporamos algunas costumbres, como cenar temprano, a las 19. La Navidad se celebra el 25 al mediodía, pero no resigno la Nochebuena... Hago un lindo mix.

-Tampoco el mate, facturas y las charlas entre amigos...

-Les deseo que siempre tengan la mesa llena de gente que quieren y mate y facturas para compartir.

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