
La mañana de este lunes arrancó con un video de dos madres de adolescentes asesinadas por femicidios. La de Chiara Páez (14 años, embarazada, asesinada a golpes por su novio) y la de Ángeles Rawson (16 años, asesinada y descartada en un contenedor de basura por el portero de su edificio). Juntas plantearon que las marchas #NiUnaMenos ya no las representaban porque el aborto legal también les parecía una forma de violencia.
El día siguió con un hashtag en Twitter, que se mantuvo como tendencia: "Aborto no es Ni Una menos". En la calle y bajo la lluvia, sin embargo, pasó otra cosa. La enorme mayoría de las mujeres anónimas que fueron a marchar consideran que aborto inseguro y femicidio tienen un mismo marco social y una misma consecuencia -las muertes de mujeres– y, a diferencia de las tres ediciones anteriores, el verde arrasó con todo.
El feminismo no es un movimiento homogéneo en el que todos están obligados a pensar lo mismo. Tampoco quienes perdieron a un familiar producto de un femicidio están obligados a tener una mirada única. Desde una carpa montada sobre la Avenida Rivadavia, Marcela Morera, madre de Julieta Mena (23 años, embarazada, asesinada a golpes por su novio) dijo a Infobae: "Te diría que entre nosotros, el 95% está a favor de la despenalización y legalización del aborto y de que haya educación sexual integral, pero hay familiares que están en contra y su posición también es respetable".
"Nosotros" es el colectivo al que pertenece: se llama "Atravesados por el femicidio" y está formado únicamente por familiares de chicas asesinadas. Todos llegaron al Congreso a las 11 y se fueron a las 17, a la misma hora en que comenzaba la marcha. "No es el debate por el aborto lo que no me representa sino otras consignas. Hoy (por ayer) hay banderas que dicen 'No al FMI', ¿Qué tiene que ver el femicidio de mi hija con el FMI y la deuda externa? Nosotros como colectivo hacemos política pero política partidaria, no".

Se refiere a que el documento formal de la marcha llevaba como título esa consigna: "Sin aborto legal no hay ni una menos. Contra el FMI, el ajuste y la deuda", y algunos carteles desplegados sobre Avenida de Mayo lo reflejaron: "Más deuda =menos vida, "Hago cuentas todo el día", "La deuda es violencia", decían algunos.
La tarde oscureció pronto y en otra carpa montada sobre Avenida de Mayo estaba Joana (23), una de las hermanas de Diana Barrionuevo, asesinada a mazazos en la cabeza por su pareja y arrojada al río en una bolsa de consorcio. Daiana tenía mellizos y una nena de 2 años llamada Brisa. El nombre de esa nena fue elegido para identificar a la ley que permite que los hijos de madres asesinadas cobren una asignación hasta la mayoría de edad.

"Pasaron tres años y medio y es la primera vez que me animo a venir a una marcha -dijo a Infobae, al borde del llanto-. Los chicos todavía no saben lo que le pasó a su mamá, nadie sabe cómo decirles. Yo estoy acá porque quiero que la ley que lleva el nombre de mi sobrina se extienda a todo el país. Yo no estoy a favor de que el aborto sea legal en todos los casos pero no siento que ese reclamo tape el nuestro. Somos libres y todos tenemos derecho a expresarnos".
Según el registro de femicidios elaborados por Mumala, desde la primera marcha -el 3 de junio de 2015, tras el femicidio de Chiara Páez- hasta esta, 908 hijos quedaron huérfanos: sus tres sobrinos son parte de esa lista. La ley Brisa sólo rige en la Ciudad y ampara únicamente a los chicos cuyas madres fueron asesinadas por sus padres biológicos (la cobran sólo 11 chicos). Las hijos de mujeres asesinadas por porteros, novios o ex parejas, no cuentan con el beneficio.

Hubo centenares de banderas desde Plaza de Mayo hasta el Congreso pero fue la verde, la de la Campaña por el aborto legal seguro y gratuito la que eligieron la mayoría de las mujeres para encolumnarse. "Me alegra que el reclamo por los femicidios y por el aborto legal se hayan juntado -dijeron casi a coro Catalina y Alfonsina, 17 años, mientras avanzaban-. "Las mujeres muertas por abortos clandestinos también son mujeres muertas". Juntas llevaban un cartel: "Qué raro que sigan matando pibas con este frío, ¿no era culpa del short y la pollera?".
Los reclamos se unieron pero los femicidios no quedaron afuera. "No son enfermos, son hijos sanos del patriarcado", "Con short o pantalón, respetame cagón", decían los carteles erguidos entre paraguas. El relevamiento que ayer dio a conocer la Corte Suprema de Justicia de la Nación dejó en claro que no es un problema del pasado. Sólo en 2017 hubo 273 femicidios. En 22 casos no fueron las mujeres las asesinadas sino sus hijos: es el modo que encontraron algunos agresores para dejarlas "muertas en vida".

Según el registro de Mumalá, las formas en las que fueron asesinadas Chiara, Ángeles, Julieta y Daiana (las chicas mencionadas en esta nota) no fueron actos de creatividad aislados: de las asesinadas entre la primera marcha y esta, a 240 las mataron con armas blancas, a 207 con armas de fuego, a 147 las asfixiaron, a 119 las mataron a golpes y a 40 las quemaron.
Que el feminismo no es un movimiento en bloque, se vio en cada cuadra. Marcharon las "putas feministas" (quienes sostienen que la prostitución es un trabajo y debe ser regulado), cerca de las "Madres víctimas de trata", que sostienen, en cambio lo que plasmaron en su bandera: "Los prostíbulos son centros clandestinos de violaciones".
Marcharon quienes creen que hay una sola forma de ser mujer -la biológica- y las mujeres del Mocha Celis, un bachillerato pensado para que las mujeres trans (la mayoría, expulsadas de sus casas) puedan terminar el secundario. Marcharon mujeres católicas en contra del aborto legal y las Católicas por el Derecho a decidir, a favor.

Entre unas y otras, hubo mejillas pintadas con purpurina verde, labios y uñas del mismo color y vendedores ambulantes de ocasión vendiendo pañuelos distintos para que cada una, desde la diferencia, elija: pañuelos rosas (el color de la primera marcha), pañuelos violetas (el color del Paro internacional de mujeres) y pañuelos verdes.
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