Un hallazgo clave sobre la dopamina modifica la estrategia de terapias para el Parkinson

Una investigación de la Universidad McGill desafía la creencia tradicional y podría transformar el tratamiento de trastornos como el Parkinson al demostrar que el neurotransmisor no controla la fuerza ni la velocidad de la actividad motora

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Un estudio de la Universidad
Un estudio de la Universidad McGill desafía la teoría tradicional sobre la dopamina y el movimiento en el cerebro humano (Imagen Ilustrativa Infobae)

Durante décadas, la dopamina ha sido protagonista en la neurociencia del movimiento. La creencia general sostenía que este neurotransmisor era responsable directo de la velocidad y fuerza de nuestras acciones, y que su ausencia o falla era la raíz principal de enfermedades como el Parkinson.

Sin embargo, una reciente investigación de la Universidad McGill plantea un giro inesperado a este paradigma, lo que podría transformar la aproximación clínica al tratamiento de trastornos motores y abrir nuevas estrategias terapéuticas para quienes los padecen.

De acelerador a aceite de motor: una nueva mirada sobre la dopamina

Según los resultados publicados en Nature Neuroscience, la dopamina no cumple el rol de “acelerador” del movimiento, sino que actúa como un “aceite de motor”, es decir, ofrece un soporte esencial para poner en marcha y mantener el sistema de movilidad, pero no determina la velocidad o fuerza individual de cada acción.

El profesor Nicolas Tritsch, del Departamento de Psiquiatría e investigador en el Douglas Research Centre de McGill, es categórico sobre el impacto de estos hallazgos: “Nuestros resultados sugieren que deberíamos repensar el papel de la dopamina”.

Los resultados muestran que mantener
Los resultados muestran que mantener niveles estables de dopamina es clave para restaurar la movilidad en trastornos como el Parkinson (Freepik)

Para ilustrar esto, Tritsch recurre a una analogía mecánica: “En lugar de actuar como el acelerador que determina la velocidad, la dopamina sería el aceite del motor. Es esencial para el funcionamiento, pero no marca el ritmo de cada movimiento”.

Esta nueva perspectiva contrasta con la idea tradicional de la “vigorosidad motora”, atribuida a la dopamina, que proponía que este neurotransmisor regulaba cuán rápido y enérgico era un movimiento.

En pacientes con Parkinson, la pérdida progresiva de las neuronas productoras de dopamina deriva en síntomas como lentitud, temblores y problemas de equilibrio. El tratamiento estándar, la levodopa, ayuda a restaurar la movilidad global, pero hasta ahora el mecanismo de acción era motivo de debate.

El experimento: tecnología avanzada y cambios inesperados

Para someter a prueba la teoría clásica, el equipo de McGill utilizó herramientas de última generación en neurobiología. Experimentando con ratones, los científicos midieron la actividad cerebral mientras los animales hacían un esfuerzo físico: presionar una palanca con peso. Emplearon técnicas ópticas para activar o desactivar las células productoras de dopamina en tiempo real y observar el efecto inmediato sobre la acción.

El hallazgo sugiere que las
El hallazgo sugiere que las terapias para el Parkinson deben enfocarse en la estabilidad de la dopamina y no en simular picos rápidos (Freepik)

La lógica era simple: si la dopamina realmente controlaba la fuerza y velocidad minuto a minuto, manipular sus niveles durante el movimiento debería alterar el rendimiento instantáneamente. Sin embargo, los resultados no acompañaron esa hipótesis.

Lo que sí observaron fue que el uso de levodopa mejoraba el movimiento solamente al elevar el nivel basal —el “piso” promedio— de dopamina en el cerebro, pero no restauraba los picos o fluctuaciones rápidas que se pensaba eran clave. Esto llevó al equipo a una conclusión disruptiva: “Lo fundamental para restaurar la movilidad no es sincronizar picos rápidos de dopamina, sino asegurar niveles estables y adecuados de este neurotransmisor en todo momento”.

Repercusiones directas en el tratamiento del Parkinson

Este hallazgo tiene consecuencias prácticas inmediatas para la forma en la que se diseñan y aplican terapias para el Parkinson, una enfermedad que afecta a más de 110.000 personas en Canadá y cuya incidencia podría duplicarse hacia 2050 debido al envejecimiento de la población, según datos de la Universidad McGill. Hasta ahora, muchas intervenciones intentaban simular los patrones fluctuantes de dopamina en el cerebro, pero este enfoque podría requerir un cambio profundo.

La investigación publicada en Nature
La investigación publicada en Nature Neuroscience propone que la dopamina actúa como un aceite de motor y no como acelerador del movimiento (Imagen Ilustrativa Infobae)

El estudio también invita a revisar el uso de agonistas de receptores de dopamina, medicamentos que aunque son efectivos, suelen producir efectos secundarios indeseados por su acción indiscriminada. Al comprender mejor el verdadero papel de la dopamina, los científicos podrán diseñar versiones más seguras y específicas de estos fármacos, enfocados en mantener niveles adecuados y evitar sobre-estimulación.

Un paso hacia terapias más simples y seguras

El trabajo, aporta una visión revolucionaria: basta con mantener un nivel normal y constante de dopamina para mejorar el movimiento, en vez de obsesionarse con imitar picos y caídas rápidas.

Esto no solo abre un universo de posibilidades para terapias menos invasivas y con menos efectos colaterales, sino que puede cambiar la expectativa y calidad de vida de quienes viven con Parkinson y enfermedades similares.

El estudio invita a revisar
El estudio invita a revisar el uso de agonistas de dopamina, buscando medicamentos más seguros y específicos para el tratamiento del Parkinson (Imagen Ilustrativa Infobae)

En última instancia, el estudio refuerza la idea de que la base de un cerebro saludable reside en su capacidad para mantener equilibrios sutiles, y que comprender a fondo estos mecanismos es la clave para tratar con más eficacia —y menos riesgos— los trastornos del movimiento.

Con esta nueva mirada, la dopamina deja de ser el “rufian del pedal” y se confirma como el lubricante imprescindible para el buen funcionamiento del motor de la vida cotidiana.

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