
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que 1 de cada 6 personas en el mundo experimenta aislamiento social o soledad, y que cerca de una cuarta parte de los adultos mayores padece estas situaciones, con repercusiones negativas en la salud cognitiva y física. La evidencia muestra que el aislamiento aumenta en aproximadamente 26% el riesgo relativo de desarrollar demencia en personas mayores, consolidándose como un factor de riesgo modificable relevante en la prevención del deterioro cognitivo.
En este contexto, un estudio internacional dirigido por la University of St Andrews, el aislamiento social puede acelerar el deterioro cerebral en la vejez, aun sin la percepción subjetiva de soledad. Disminuir estas condiciones favorece el mantenimiento de la función cerebral y aporta nuevos fundamentos para frenar enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.
Los hallazgos, publicados en The Journals of Gerontology, Series B, reafirman la urgencia de promover la sociabilidad regular como aspecto central del envejecimiento saludable.
La diferencia entre aislamiento social y soledad
El trabajo, realizado junto al Max Planck Institute for Demographic Research (Alemania) y Emory University (Estados Unidos), analizó más de 137.000 pruebas cognitivas en una muestra de más de 30.000 adultos mayores estadounidenses entre 2004 y 2018.
Los datos muestran que disminuir el aislamiento social protege la función cognitiva en todas las poblaciones estudiadas, sin distinción de género, raza, etnia o nivel educativo, según la University of St Andrews.

Una contribución clave del estudio fue la distinción entre dos conceptos a menudo confundidos: aislamiento social y soledad. El primero es una condición objetiva, definida por la frecuencia de encuentros sociales, participación comunitaria o actividad religiosa. Por su parte, la soledad es una sensación subjetiva, la percepción de sentirse solo.
El estudio fue claro: aunque ambos factores suelen asociarse, tienen efectos independientes sobre la mente. La evidencia muestra que el aislamiento social, en particular, representa un factor de riesgo modificable para el deterioro cerebral y puede ser abordado mediante intervenciones concretas.
Por qué la interacción social protege el cerebro
La interacción social actuaría como un estímulo cognitivo continuo, favoreciendo la reserva cognitiva y reduciendo factores asociados al estrés y la inactividad mental.
La metodología empleada por el equipo internacional incluyó el análisis de datos longitudinales del US Health and Retirement Study, permitiendo observar durante 14 años la evolución de la función cognitiva en una amplia muestra de adultos mayores. La protección contra el deterioro cognitivo se registró en todas las subpoblaciones analizadas, con diferencias mínimas entre categorías sociales.

Este hallazgo cobra una importancia mayor ante la realidad demográfica: el aumento de la longevidad y la prevalencia de enfermedades como el Alzheimer, que afecta a unos 6,9 millones de personas en Estados Unidos y a uno de cada once mayores de 65 años en Reino Unido.
Incluso antes de la pandemia de COVID-19, aproximadamente una cuarta parte de los adultos mayores de 65 años se consideraban socialmente aislados, una tendencia que preocupa a los sistemas de salud pública en todo el mundo, especialmente en países con poblaciones longevas como Estados Unidos, Reino Unido, Suecia, Australia, Alemania y Japón.
Consecuencias y recomendaciones: el reto de la salud pública
La Dra. Jo Hale, autora principal del estudio y miembro de la University of St Andrews, subrayó el impacto profundo de la sociabilidad en el bienestar general: “Este estudio demuestra que la interacción social regular es importante no solo para la salud mental, sino también para la salud cognitiva”.

Hale remarcó la necesidad de crear entornos que faciliten la interacción, especialmente para quienes carecen de familiares o amigos cercanos. Sugirió, además, que la promoción de la sociabilidad debe ser una prioridad en las políticas de salud pública, para ayudar a que los adultos mayores preserven su función cerebral y su autonomía el mayor tiempo posible.
Teniendo en cuenta que el Alzheimer sigue entre las principales causas de muerte en mayores en Reino Unido y Estados Unidos, la University of St Andrews concluye que ampliar las oportunidades de interacción social, especialmente para quienes viven solos, debe ser un objetivo central en las estrategias globales de salud pública dirigidas a un envejecimiento saludable.
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