
Recientes investigaciones han puesto el foco en una parte del cuerpo que, hasta hace poco, pasaba inadvertida para la mayoría cuando se trataba de evaluar el riesgo de enfermedades metabólicas y cardiovasculares: el cuello.
Según los datos extraídos del Framingham Heart Study, iniciado en 1948 en Estados Unidos, la circunferencia del cuello se ha revelado como un marcador relevante que podría anticipar afecciones como la diabetes tipo 2, enfermedades cardíacas e incluso accidentes cerebrovasculares.
Esta área anatómica, tradicionalmente asociada con la esfera estética y postural, está tomando un nuevo protagonismo en la medicina preventiva.
La circunferencia del cuello y el riesgo cardiovascular
El Framingham Heart Study, que lleva décadas rastreando factores de riesgo para enfermedades cardíacas, fue pionero en postular que un cuello grueso podría vincularse con un mayor riesgo cardiovascular.

En un análisis de datos realizado en 2010, se encontró que la medida del cuello puede ser un predictor directo de cardiopatías y diabetes tipo 2, incluso cuando se han considerado otras variables bien conocidas como el índice de masa corporal (IMC) y la circunferencia de la cintura.
El cuello grueso puede indicar un alto nivel de grasa localizada en la parte superior del cuerpo y, frecuentemente, también sugiere la presencia de grasa visceral, la cual se acumula en la cavidad abdominal alrededor de los órganos y se considera especialmente nociva para la salud.
Adicionalmente, investigaciones publicadas en The Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism con los mismos datos han vinculado una mayor circunferencia del cuello con la aparición de fibrilación auricular, una forma de arritmia que incrementa de forma considerable las probabilidades de sufrir un accidente cerebrovascular e insuficiencia cardíaca.
También existe una conexión entre cuellos grandes y mayor predisposición a la apnea del sueño, condición con repercusiones serias que multiplica el riesgo de enfermedades cardíacas y cerebrovasculares.
Sexo, contexto atlético y composición del cuello: diferencias clave

La interpretación del tamaño del cuello como potencial señal de riesgo varía en función de varios factores. El Dr. Mike Dilkes, cirujano otorrinolaringólogo del HealthHub de Londres, establece umbrales claros: “En general, si el cuello de un hombre tiene más de 17 pulgadas de circunferencia, esto podría ser una señal de advertencia de varias afecciones”. Para las mujeres, el límite es de 16 pulgadas.
Estos límites orientativos apuntan a la acumulación de grasa en la zona, que es especialmente dañina cuando no está acompañada de desarrollo muscular.
Sobre la diferencia entre masa muscular y grasa, Dilkes aclara: “Los atletas musculosos, como los jugadores de rugby, que tienen cuellos grandes debido a la masa muscular y no a la grasa, no tienen por qué preocuparse, ya que los atletas generalmente tienen mejor salud de las vías respiratorias y marcadores cardiovasculares que los no atletas con cuellos de tamaño similar”.
Por ello, el contexto—masa muscular frente a tejido adiposo—resulta fundamental para interpretar estos signos en las evaluaciones médicas.
El cuello como señal de advertencia para la salud

El estudio titulado “Neck Circumference and the Development of Cardiovascular Disease Risk Factors in the Framingham Heart Study” indica que el cuello es mucho más que una simple estructura anatómica; funciona como un termómetro de varias condiciones médicas subyacentes.
Especialistas como el Dr. Dilkes enfatizan que ciertas señales físicas en esta zona pueden alertar sobre problemas de salud delicados, por lo cual conviene prestar atención a los cambios o síntomas que puedan aparecer.
Siete señales específicas del cuello y su significado médico
- Papada caída: un cuello flácido suele asociarse con mayor riesgo de apnea del sueño, ya que el exceso de grasa en el área puede presionar y estrechar las vías respiratorias. Tal como describe el Dr. Dilkes: “Se pierde tono muscular y el peso general de la grasa comprime las vías respiratorias. Incluso si el tejido no es muy pesado, si hay suficiente, obstruirá las vías respiratorias lo suficiente como para detener la respiración“.
- Bulto en la parte delantera o lateral del cuello: una protuberancia puede indicar una tiroides agrandada (bocio), frecuentemente causada por hipertiroidismo. Esta condición hormonal puede desencadenar síntomas como pérdida de peso, sudoración excesiva, irritabilidad, temblores y modificaciones en el ciclo menstrual o el apetito. Según recomienda el Dr. Dilkes: “Si nota una hinchazón en la parte delantera o lateral del cuello, definitivamente debería revisarse y hacerse un análisis de sangre para comprobar la función tiroidea”.

- Dolor de cuello recurrente: aunque mayormente se vincula con malas posturas o tensión muscular, si el dolor es persistente y severo puede señalar problemas más graves como hernias discales, compresión medular o incluso infecciones severas a nivel espinal, lo que requiere una evaluación médica urgente.
- Hinchazón acompañada de dificultad para tragar: esta manifestación puede relacionarse con deficiencia de yodo y problemas tiroideos. Si bien antiguamente era común en regiones con déficit de ese mineral, la proliferación de dietas restrictivas ha hecho que resurjan casos de carencia leve a moderada.
- Nódulos o bultos en los costados: la inflamación de los ganglios linfáticos del cuello suele ser un indicador de que el cuerpo combate infecciones. Según Dilkes, “la inflamación de los ganglios linfáticos podría indicar sepsis en la boca o la garganta, o amigdalitis. El cáncer de lengua también es una posibilidad”.
- Vena abultada y fibrosa: este hallazgo podría reflejar un aumento de la presión en el sistema venoso y estar relacionado con insuficiencia cardíaca, enfermedades renales o hepáticas, o hipertensión pulmonar. Sobre este punto, el Dr. Dilkes puntualiza: “En los exámenes médicos, los médicos utilizan la altura de la vena yugular como un indicador visible de la presión venosa central”.
- Bulto palpitante o masa pulsátil: un abultamiento que late podría deberse a una arteria debilitada, un aneurisma o una malformación arteriovenosa, todos riesgos potenciales para accidente cerebrovascular. También puede indicar tumores benignos como paragangliomas, los cuales requieren atención y seguimiento profesional.
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