Napoleón es una de las figuras más importantes de la historia de la humanidad. Idolatrado por muchos, criticado por otros, su mezcla de brillante estratega y ambicioso tirano lo colocan en un lugar aún hoy genera controversias. El propio director de esta nueva adaptación, Ridley Scott, se ha visto inmerso en discusiones y peleas por la interpretación que ha hecho de la vida de Napoleón Bonaparte. Pero mientras que los historiadores han tenido y tendrán mucho para discutir, una película de menos de tres horas no puede cubrir todas las complejidades y contradicciones del personaje y el contexto histórico donde vivió. El largometraje dura dos horas y treinta y ocho minutos, pero ya se anunció que en Apple TV+ se podrá ver un montaje de cuatro horas. No hay duda de que dicha versión será apasionante, porque lo que se cuenta lo es y por momentos la película parece dar grandes saltos que dejan con ganas de más.
La película arranca en la Revolución Francesa, con la licencia poética de tener a Napoleón (Joaquin Phoenix) viendo la decapitación de la reina destituida María Antonieta. Por suerte la película no es rigurosa en todos los aspectos históricos, porque tanto el guionista David Scarpa como el director Scott le dieron prioridad al cine. Luego irá dando saltos históricos con algunos carteles que aclaran año y situación y la presentación también con títulos de algunos de los personajes. El trabajo es titánico, no pretende ser exhaustivo, pero por momentos da la sensación de que falta demasiado información o desarrollo de personajes y situaciones. No sólo por el ambicioso recorrido histórico, sino también por la historia de amor, que está en el centro de la trama.

Toda la relación entre Napoleón y Josefina (Vanessa Kirby) atraviesa el filme, incluyendo sexo, amor, traición y el deseo de conseguir un heredero para el trono. Aunque en muchos aspectos esta línea narrativa se acerca a los hechos históricos, necesariamente también se ajusta a las necesidades del guión. Hay bastante atrevimiento de Scott al mostrar de forma desmitificadora a Napoleón Bonaparte. En muchos momentos, incluso, lo ridiculiza. Es una decisión artística pero también una mirada sobre los hombres más poderosos de la historia. Aunque cita varias pinturas famosas en las imágenes, Scott prefiere sacarlo del bronce y mostrarlo sin tanta solemnidad. Lo mismo para la relación con Josefina.
Es posible que esa idea del cineasta sea la que haya llevado a elegir a Joaquin Phoenix para el rol protagónico. El actor, ganador del Oscar por Joker, es un personaje en sí mismo y no todo el tiempo parece encajar con la figura histórica. Hasta físicamente se ve, por momentos, algo caricaturesco. La película tiene humor y Phoenix lo sabe. Esto ofenderá a los puristas y desconcertará a los espectadores más convencionales, pero tal vez sea el corazón mismo de la película.

En cuanto al gran espectáculo es importante decir que está. Napoleón es divertida e imponente. Algunas de las batallas más famosas son retratadas de forma impactante, con todo lo que uno puede esperar de esta clase de producciones. A veces parecen algo breves y a veces no tienen todo el desarrollo esperado, pero si uno las suma se da cuenta de cuánto despliegue tiene la propuesta cinematográfica. Si la mejor y más conocida biopic de Napoleón, dirigida por Abel Gance en 1927 duraba cinco horas y media y contaba sólo un tercio de su vida, queda claro que es difícil abarcar tanto en una sola historia. Se han tomado muchas decisiones y todas podrán ser siempre discutidas.
Ridley Scott logró cumplir el proyecto que, en su momento, no pudo lograr filmar Stanley Kubrick. Por problemas de presupuesto, el director de La naranja mecánica se quedó sin filmar su guión que aún hoy podría ser una miniserie producida por Steven Spielberg. Pero aunque se filme aquel texto, nunca sabremos qué hubiera hecho Kubrick. Lo cierto es que con un nuevo libreto y en una época con una tecnología más amable para completar largometrajes épicos, Ridley Scott estrena su Napoleón. Se lo podrá discutir, incluso en la decisión de que sea hablado en inglés, lo que se vuelve algo demodé para una película sobre un personaje histórico tan caro a la historia francesa; pero en definitiva es otro acercamiento a una figura que no pierde vigencia. Se han hecho muchas películas, series sobre Napoleón Bonaparte y también ha sido personaje en distintas obras literarias de ficción. Su historia no se agota aquí y seguramente no será la última vez que lo veamos en la pantalla grande.

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