
En un tramo breve dentro de un extenso discurso -con foco en el cuadro económico-, Cristina Fernández de Kirchner hizo una caracterización inquietante sobre el estado del sistema institucional del país y amplió así el interrogante sobre su propio andar. “Creo que hoy no estamos ante un Estado democrático constitucional”, dijo, y reiteró la acusación sobre una alianza mafiosa entre la Justicia y la oposición. Estuvo en la línea de declararse “proscripta”, aunque fue más lejos. ¿Lo dice sólo para cerrar filas detrás de su figura? Mal síntoma como escenografía y más si fuera la creencia, expresada también con costados llamativos como el viaje al presente de la consigna “Luche y vuelve”.
La ex presidente gira en su círculo -eje de cada exposición- y preocupa incluso a jefes peronistas tradicionales pero que no rompieron puentes con el kirchnerismo. Aluden a la conmoción causada por el ataque sufrido a principios de septiembre, en las puertas de departamento de Recoleta. Y al enojo creciente desde que en diciembre fue dictada la condena en el caso Vialidad, malestar agravado en estas horas luego de la difusión de los fundamentos firmados por los jueces del Tribunal Oral Federal.
El kirchnerismo no ha logrado hasta ahora articular una movilización fuerte en respaldo de CFK, con el cortinado denso de la disputa interna. De todos modos, puso en marcha una campaña con consignas que fueron del “Si la tocan a Cristina…”, hasta las más recientes como “Rompa la proscripción”. La idea de la “proscripción” a raíz de la condena en la causa por la obra pública -que aún debe transitar un largo camino hasta una sentencia firme- fue expuesta por la propia ex presidente a la par del juego abierto con la negación de una candidatura.
La movida del kirchnerismo, en el plano doméstico, no fue suavizada con la crítica de Olivos a esa condena, que es definida como un intento de inhabilitación de la vicepresidente. No convence al círculo más cercano a CFK. A los reproches por la falta de gestos efectivos se añade la insistencia del Presidente con la reelección, que en rigor constituye un intento básico de conservar algún oxígeno en el cuarto año de gestión.
El desafío para el kirchnerismo es cómo sostiene su propio plan si su líder no hace expresa la jugada real para las elecciones. Pero antes que eso, la ex presidente se muestra decidida a sostener su lugar de poder. En esa línea pueden ser interpretados todos los mensajes destinados a forzar paralelismos entre su situación y la historia del peronismo en etapas de proscripción y persecuciones.
De alguna manera, la síntesis sería la reproducción de la consigna “Luche y vuelve” como intento propagandístico para generar cierta mística, sobre todo hacia el interior del peronismo. El eco de dictadura parecía obvio y CFK lo amplificó en el cierre de la semana, con telón claro: “A 40 años de democracia, no sólo estamos sin Estado democrático, sino que también estamos sin moneda”.

La referencia a la economía, esperada, constituyó un elemento central y abrió de inmediato especulaciones sobre los destinatarios. Pero antes que eso, fue un modo de reivindicar con varias comparaciones sus propias gestiones presidenciales y, a la vez, con la pretensión de mostrarse crítica, parada en un lugar ajeno a la actual gestión.
CFK planteó que el principal desafío político que viene es intentar una revisión del acuerdo con el FMI. Refirió a las tratativas que llevó adelante Martín Guzmán, esmerilado de manera continua por el kirchnerismo. Pareció claro que no apuntaba al ejecutor, sino a la decisión política, es decir, al Presidente. Por supuesto, señaló el impacto en la economía de la etapa de pandemia y la guerra provocada por Rusia al invadir Ucrania -evitó tonos de condena-, pero apuntó especialmente a la gestión macrista.
Trazado ese cuadro, cuestiono de hecho el discurso de Olivos. “Es cierto que hay crecimiento y que hay creación de trabajo, pero son precarizados y de muy bajos salarios”, leyó. Y destacó que aún en la franja del trabajo registrado, los ingresos son insuficientes en la pelea con la inflación. En medios del oficialismo evitaron respuestas. Fue significativa la toma de distancia y la mirada crítica sobre el contexto económico. Pegó especialmente sobre Olivos, casi como balance de gestión, y no pareció quebrar el virtual aval a los pasos del equipo económico, aunque sí sugirió expectativa sobre los números que vienen.
El martes próximo, será difundido el dato oficial del IPC de febrero. Las estimaciones previas señalan que estaría en niveles del mes anterior, es decir, en torno de los 6 puntos porcentuales. Dos días después, serán publicados los datos de las canastas que determinan los niveles de pobreza e indigencia. Y a fines de este mes, estará listo el informe del INDEC sobre pobreza en el segundo semestre del año pasado.
En su ensimismamiento, CFK registra esos indicadores. No hizo nombres y hasta evitó frases corrosivas con destino a Olivos -tal vez, alguna como la repetida referencia a la posibilidad de mostrar los mensajes en su celular-, pero nada de su exposición en la Universidad de Río Negro puede ser tomado fuera de la lógica interna de estos días. Los cruces, con papeles destacados de Andrés Larroque y Aníbal Fernández, son repetidos. No alteran el registro, pero ilustran.
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