
Fue un cambio abrupto. En pocas horas, el Gobierno pasó de la subestimación del coronavirus a la urgencia de colocar al Presidente en primera línea de la demorada reacción frente a la pandemia. El miércoles marcó el quiebre de la posición oficial, preámbulo interno de la cadena nacional que 24 horas después iba a encarar Alberto Fernández. ¿Qué pasó ese día? Había entrado abiertamente en crisis la posición de Ginés González García y en el circuito presidencial anotaban también dos mensajes externos de enorme impacto en medio de la tensión mundial: el cierre de vuelos dispuesto por Donald Trump y el crudo discurso de Angela Merkel sobre la gravedad del cuadro en la principal potencia de la Unión Europea.
Hasta mediados de la semana, en medios oficiales se buscaba minimizar o al menos eludir la exposición de las consecuencias políticas y económicas, además de sanitarias, que ya asomaban con claridad. Seguían marcando la agenda con variedad de otras cuestiones, desde la batalla con la Ciudad de Buenos Aires por el recorte de fondos hasta el aceleramiento del temario legislativo, empezando por el proyecto de legalización del aborto. Con todo, y tratando de cuidar la interna, algunas fuentes traslucían inquietud por los efectos hasta funcionales de la llegada de este coronavirus, hasta el cuadro más grave en materia económica.
El Gobierno se había limitado a la “línea Ginés”, es decir, la estrategia de respuesta adjudicada básicamente al ministro. Esa línea venía marcando el discurso público, incluido el Presidente. Sus críticos dicen que pudo haber afectado también la reacción inicial en materia sanitaria. Hubo cierta convicción en que el problema irrumpiría o estallaría más adelante, con la llegada de los primeros fríos, y también algún cálculo político o prejuicio, respecto del cuadro social y de la “herencia” macrista. La frase sobre la sorpresa ante los acontecimientos, en boca del número uno de Salud, habría impactado también en la interna.

Nadie sugiere que pueda estar en juego el lugar del ministro de Salud, de peso en la materia no sólo en el peronismo y de especial relación con el Presidente. Con todo, hubo decisión de darle mayor exposición al menos en la comunicación a la virtual viceministra, Carla Vizzotti, cercana a Ginés González García, con años de gestión en la anterior era kichnerista e inexplicablemente raleada en la etapa de Mauricio Macri.
El giro más potente en la comunicación estuvo marcado por el propio Presidente. Venía de hacer declaraciones en distintos medios, con el razonable propósito de evitar reacciones de paranoia en la sociedad. Pero con un mensaje que en lugar de mostrar realismo y respuesta en el nivel de la magnitud del problema –más allá incluso de consideraciones sobre tratamientos mediáticos-, exhibía también cierta subvaloración de lo que empezaba a ocurrir y de su proyección, expresada incluso en la difusión de una fake sobre los supuestos efectos de infusiones calientes sobre el virus.
La subestimación se venía expresando en comparaciones con el nivel de gravedad de enfermedades como el dengue y el sarampión, algo que el cálculo político menor era aprovechado para cuestionar la política de salud en la gestión macrista. El mensaje, al margen de ese cálculo, podía ser traducido de hecho como una evaluación de menor importancia sobre la pandemia de coronavirus, en lugar de alertar a la sociedad sobre la necesidad de asumir responsabilidades individuales y colectivas en materia sanitaria.

Ese mensaje de compromiso social fue el centro de la cadena presidencial. Y la línea no quedó librada entonces a entrevistas. El marco –es decir la cadena- y el mensaje –leído y grabado- representarían una evaluación del problema y una respuesta que hasta allí no aparecía.
Existe otra preocupación, creciente, que por ahora no asoma con nitidez, pero recorre desde hace días el circuito del oficialismo: el cambio de escenario que ya representa y proyecta el impacto de la crisis del coronavirus –y su enlace con el petróleo- a escala mundial y en el plano local. Los datos son elocuentes: caída fuerte de ADR y de bonos, baja apenas frenada ayer pero no revertida en la Bolsa, movimiento del dólar en todas sus versiones, riesgo país en las alturas y señales de consecuencias en actividades específicas, en especial las petroleras, las vinculadas al mercado externo y el turismo.
Por supuesto, en este terreno son centrales las limitaciones propias -para atender con políticas activas las primeras estribaciones locales de los derrumbes y temblores internacionales- y se agrega como dato inesperado la alteración del paño donde debe jugarse la renegociación de la deuda con el FMI y con los privados.
Cambió el foco en el mundo financiero y se modificaron las prioridades de los líderes políticos considerados vitales para reestructurar la deuda. Trump sumó ayer a sus medidas iniciales la declaración de la “emergencia nacional”, que le permite disponer de unos 50.000 millones de dólares para asistencia federal en materia sanitaria. A la par, empuja medidas para amortiguar las consecuencias en su economía. Algo similar ya comenzó a suceder en Europa: también ayer, Alemania dispuso facilitar el crédito y dar respiro fiscal a las empresas para amortiguar el golpe de la pandemia.
Son datos de un mundo impensado hace unos pocos meses. No hay agenda que pueda mantenerse estática.
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