
Salieron cuando la mañana todavía era fría en las alturas de Huancavelica. En la combi viajaban apretados, entre cajas de juguetes, bolsas con panetón y termos llenos de chocolate caliente. Algunos iban medio dormidos; otros conversaban sobre cómo organizarían la chocolatada, a quién le tocaría repartir primero, cuántos niños habría este año en Ticrapo. No era un viaje cualquiera: era una promesa cumplida, la de volver al pueblo para regalar una Navidad distinta.
El plan era simple y profundamente humano. Llegar temprano, compartir chocolate caliente, repartir juguetes y luego reencontrarse con la familia para pasar la Nochebuena. Para varios de ellos, ese trayecto era ya parte de una costumbre: viajar cada diciembre para llevar alegría a comunidades rurales donde la Navidad se celebra con lo poco que hay, pero con todo el corazón. La combi avanzaba por la carretera Castrovirreyna–Ticrapo cargada no solo de regalos, sino de ilusión.
A las 8:45 de la mañana del sábado 20 de diciembre, en el sector de Chagua, ese camino se volvió final.

El viaje solidario que nunca llegó a su destino
La unidad se despistó y cayó a un abismo de aproximadamente 200 metros. El impacto fue violento, definitivo. La combi terminó destrozada en las laderas de la pendiente, convertida en un amasijo de fierros retorcidos. En segundos, la jornada solidaria quedó truncada y la escena se volvió devastadora.
Ocho personas perdieron la vida y otras siete quedaron heridas, varias atrapadas entre los restos del vehículo.
Pobladores de la zona, personal de salud y efectivos policiales fueron los primeros en llegar. Con cuerdas improvisadas, con manos desnudas y con lo poco que tenían, iniciaron las labores de rescate. El distrito no cuenta con ambulancia propia, por lo que varios heridos fueron trasladados en vehículos particulares hasta el centro de salud de Ticrapo y, posteriormente, derivados a hospitales de Pisco (Ica) debido a la gravedad de sus lesiones y ante la falta de un centro especializado en Huancavelica.
En la carretera quedaron esparcidos los juguetes, las bolsas con dulces, el chocolate derramado. Objetos que horas antes representaban una fiesta y que, tras el accidente, se volvieron símbolos mudos de una tragedia que golpeó a toda la región.
Las víctimas mortales fueron identificadas como Guillermo Martínez Loza, Ahmed Martínez Arteaga, Maricruz Cerón Lara, Yareli Calderón Herrera, Claribeth Calderón Herrera, Lidia Arteaga Chávez, Hildauro Mejía Arteaga y la pequeña Danna Medina Cerón. Cinco de ellos eran menores de edad. Personas que no viajaban por obligación, sino por voluntad. Por solidaridad.
Navidad sin luces: el duelo que marcó a Ticrapo
La noticia se expandió rápido por la zona y llegó a las familias como un golpe seco. El dolor se agravó con la espera. Debido a las difíciles condiciones climáticas y a la demora de la Fiscalía, los cuerpos permanecieron varias horas en el lugar del accidente. “La población está indignada“, denunció el alcalde de Ticrapo, Giuliano Dávalos, quien también alertó sobre la falta de una ambulancia en el distrito y la insuficiente cobertura del SOAT para cubrir los gastos médicos de los heridos más graves.
Mientras las autoridades iniciaban las investigaciones —el conductor del vehículo permanece detenido—, el pueblo entraba en silencio. La Municipalidad Distrital de Ticrapo declaró duelo distrital y suspendió todas las actividades prenavideñas. No hubo chocolatadas, no hubo música, no hubo celebración.
Días después, los entierros se realizaron en medio de un profundo dolor colectivo. Amigos, vecinos y familiares despidieron a quienes salieron a regalar alegría y no regresaron. En muchas casas, el árbol quedó armado, pero sin ánimo. La mesa estuvo servida, pero incompleta. La Navidad llegó sin brindis y con fotografías apoyadas junto a velas encendidas.


El duelo también quedó registrado en palabras breves, escritas desde la pérdida. Jhon Medina, esposo de Maricruz Cerón Lara y padre de la pequeña Danna, anunció el sepelio a través de un mensaje en su cuenta de Facebook que resume la dimensión del vacío: “Hoy 22 de diciembre será el sepelio de mi esposa Nora Maricruz Cerón Lara y de mi hija Danna Maricruz Medina Cerón, en Ticrapo. Solo me queda agradecer a Dios por tenerlas en su gloria. Dejan un inmenso dolor y un vacío en mi corazón”.

Un país donde el camino también mata
La tragedia ocurrida en Huancavelica no es un hecho aislado. Es parte de una realidad que se repite a lo largo del país y que, en el 2025, alcanzó cifras alarmantes. Según el Sistema Informático Nacional de Defunciones (Sinadef), hasta inicios de diciembre se registraron 2.711 muertes por accidentes de tránsito a nivel nacional, una cifra que supera incluso a las muertes por homicidio y que coloca al tránsito terrestre como una de las principales causas de mortalidad violenta en el Perú.
Lima encabeza la lista con 548 víctimas fatales, seguida por Puno (291), Arequipa (209) y La Libertad (187). A ellas se suman regiones como Cusco, San Martín, Madre de Dios, Piura y Junín, donde los accidentes viales se repiten con una regularidad que ya no sorprende, pero sí enluta. A mitad de noviembre, el conteo nacional ya superaba los 2.500 fallecidos, consolidando al 2025 como uno de los años más trágicos de la última década en seguridad vial.

Las causas se repiten una y otra vez. La imprudencia de los conductores explica cerca del 60 % de los accidentes fatales. A ello se suma la falta de educación vial y el incumplimiento de normas por parte de peatones, además del crecimiento desordenado del parque automotor, la informalidad del transporte, las deficiencias en la infraestructura y la escasa fiscalización, especialmente en rutas rurales.
Especialistas y organizaciones como la Asociación de Víctimas de Accidentes de Tránsito insisten en la urgencia de reforzar la educación vial, mejorar la fiscalización y avanzar hacia una gestión real del riesgo.
Atropellos, choques, despistes y volcaduras se repiten tanto en zonas urbanas como en carreteras de difícil acceso, donde la ayuda tarda en llegar. En Huancavelica, una misión solidaria quedó truncada en una curva de la carretera. En el resto del país, miles de familias han vivido duelos similares a lo largo del 2025. Cambian los nombres y los lugares, pero el final se repite. Y mientras las cifras sigan creciendo, cada viaje seguirá cargando una pregunta que nadie debería hacerse: si llegarán.
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