Restaurar el color es hacer hogar, matizar es crear comunidad, pintar es recuperar el vínculo

En muchas ciudades del Perú, pintar las fachadas representa más que renovación estética: transforma el barrio, refuerza la identidad y fortalece el sentido de comunidad

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El deterioro de las fachadas
El deterioro de las fachadas en barrios peruanos refleja una pérdida de conexión emocional con el entorno urbano (Trabajadores pintan las paredes de una escalera en el barrio de San Cristóbal, en Lima. Foto Archivo) / REUTERS/Sebastian Castaneda

El entorno donde vivimos, además de la función práctica que cumple, también refleja cómo nos sentimos, cómo somos y hacemos comunidad. En muchas ciudades del Perú, los barrios dejaron de ser espacios vibrantes, se han ido apagando. Las fachadas sin mantenimiento, las paredes descoloridas y los muros deteriorados se han vuelto parte de nuestra cotidianeidad, normalizando o adaptándonos a ese “sentir visual”. Pero este deterioro también evidencia una pérdida de conexión emocional con el espacio que habitamos.

En los últimos años, pintar ha pasado de ser un gesto simbólico de renovación a una inversión que muchas familias deciden postergar. Según el estudio “Barreras del pintado exterior” (Consumer Truth, 2024), las principales razones para no pintar están asociadas a la percepción de que el clima deteriora la pintura rápidamente o de que implica un gasto elevado. A esto se suma la incertidumbre que genera el proceso en sí: más del 55% de los motivos para no pintar se relacionan con dudas sobre el tiempo, el costo o cómo realizar, de acuerdo con el “Estudio Barreras del Pintado” (Narval, 2024).

Pintar fachadas no solo es
Pintar fachadas no solo es un acto decorativo, sino una forma de fortalecer la identidad y el sentido de pertenencia barrial. (Pasaje Ronald, en la zona Monumental del Callao). (Andina)

Con ello, se instaló el sesgo de que pintar es un gasto solo decorativo, cuando en realidad el significado e impacto son mucho más profundos, es una manera de reinventar el entorno y, con ello, la relación de las personas con su espacio. No es colorear la casa, es repotenciar el sentido hogar; no es dar un brochazo a las fachadas, es reivindicar la identidad del barrio. Dar color a una fachada puede devolverle vitalidad a una calle entera, renovar el ánimo de los vecinos y fortalecer el sentido de pertenencia e identidad. La pintura puede actuar, según señala el primer estudio citado, como un movilizador social que promueve orden, seguridad y armonía, impulsando el progreso de la comunidad.

La pintura de fachadas puede
La pintura de fachadas puede revitalizar calles, mejorar el ánimo vecinal y promover la seguridad y el orden comunitario. REUTERS/Toby Melville

En ese contexto, para revertir esta tendencia, surge el movimiento Pinta Perú, que busca consolidarse como una oportunidad de transformación social y emocional. Su propósito es inspirar a las personas a volver a pintar como una forma de reconectarse con su entorno y con su propio bienestar, pero además con el sentido de comunidad. Pintar es más que renovar una pared, es devolver identidad y con ello sentido de pertenencia colectivo. Eso también es hacer comunidad, hacer país.

El movimiento contempla llevar el cambio a la práctica, sacarlo del discurso e integrarlo en la vida cotidiana. En una ciudad que muchas veces se percibe desordenada, pintar deja de ser una tarea individual para convertirse en una acción vecinal que fortalece los lazos.

Pinta Perú busca convertir la
Pinta Perú busca convertir la acción de pintar en una práctica colectiva que refuerza los lazos y el bienestar de la comunidad. - Crédito: Facebook / Pinta Perú

Pintar, es una forma para reactivar la comunidad. Una fachada recuperada contagia al vecino, ordena la calle y despierta el deseo de cuidar lo que se comparte. Lo que empieza con un color puede convertirse en una cadena de gestos que devuelven vida al barrio y fortalecen su tejido social.

Y más allá de los muros, pintar es también una declaración de confianza. Elegir hacerlo es creer que el bienestar puede construirse con pequeñas acciones visibles, donde cada trazo de color se convierte en una forma de renovar los espacios, y también la esperanza colectiva.