En un avance sorprendente en la intersección de la medicina y el comportamiento animal, diversos estudios han demostrado que los perros son capaces de detectar ataques epilépticos en seres humanos, un descubrimiento que abre la puerta a nuevas formas de apoyo para quienes viven con esta condición. Esta capacidad para predecir las convulsiones, basada en el sentido del olfato de las mascotas, fue documentada en investigaciones recientes de universidades en distintos países.
Uno de los estudios más destacados en esta área proviene de la Universidad Queen’s de Belfast en Irlanda del Norte, que se enfocaron en la capacidad de los perros para reconocer un olor específico emitido por los pacientes antes de un ataque epiléptico. Esta investigación, dirigida por el doctor Neil Powell, fue publicada en la revista MDPI Animals y representa un esfuerzo pionero en el análisis de la relación entre los perros y las señales químicas humanas. Estos animales se dirigen hacia cada objeto y toman noción de manera perfecta cuál es la que tiene un olor derivado de una convulsión.

Powell y su equipo plantearon la hipótesis de que ciertos compuestos orgánicos volátiles que los humanos emiten antes de una convulsión pueden ser identificados por el olfato extraordinariamente sensible de los perros. A través de este estudio, se analizaron los comportamientos de 19 perros que nunca antes habían tenido contacto con personas que padecen epilepsia, y se observó que cada uno de ellos reaccionaba de manera distintiva ante el olor característico de las fases de las crisis epilépticas, ya fuera con gestos de atención, como mirar fijamente a sus dueños, tocarles o incluso emitir sonidos.
Este hallazgo es muy importante, ya que hasta hace poco no existía una validación científica clara sobre la percepción de convulsiones inminentes por parte de los perros. En palabras de Powell, su investigación mostró que “los perros de compañía pueden actuar como una fuente confiable para detectar un ataque inicial”, un descubrimiento que podría representar un cambio en la calidad de vida para quienes viven bajo el constante riesgo de un ataque. Con esta detección precoz, los pacientes tendrían la oportunidad de reducir las lesiones, buscar ayuda médica a tiempo y mejorar su independencia, al no depender exclusivamente de dispositivos electrónicos que hasta ahora no han demostrado ser una opción práctica y confiable en todos los casos.
Otro estudio que aporta a esta línea de investigación fue realizado en la Universidad de Rennes, en Francia, en colaboración con la organización estadounidense Medical Mutts, especializada en perros de asistencia. Este equipo de investigadores logró identificar un “olor a ataque” específico, liberado durante las convulsiones, y comprobar que los perros de asistencia bien entrenados pueden detectar esta señal antes de que el ataque se presente.

Este trabajo, que forma parte de una creciente base de estudios, refuerza la idea de que los perros pueden servir como un sistema de alerta temprana para prevenir los efectos de una convulsión inminente. En estos casos, los perros reaccionan de diferentes maneras, ya sea lamiendo frenéticamente a la persona afectada o realizando movimientos específicos para captar su atención. La variedad de respuestas destaca cómo el comportamiento de estos animales puede ser un recurso valioso y adaptable a cada paciente en particular.
En España, se está llevando a cabo un proyecto similar en la Universidad de Alicante, donde un equipo multidisciplinario liderado por Carmen Carretón, profesora de Comunicación y Psicología Social y presidenta de la Asociación de Epilepsia de Alicante, busca perfeccionar el proceso de adiestramiento de perros para esta tarea específica. Inspirada por un incidente en el que un perro en entrenamiento alertó con éxito de tres crisis epilépticas en un niño con síndrome de West, Carretón revisó más de 200 artículos académicos y diseñó un programa que permite entrenar a estos animales de manera sistemática.

Su equipo, compuesto por expertos en bioquímica, biología molecular, psicología y medicina preventiva, creó un sistema de certificación para cada perro que cumpla con los estándares necesarios como “perro de alerta médica de epilepsia”.

La metodología de adiestramiento en Alicante se adapta a cada familia y a cada perro, ya que cada animal desarrolla un método propio de detección. Mientras que algunos pueden morder suavemente o lamer al paciente para advertirle, otros exhiben comportamientos de desobediencia o irritabilidad antes de una crisis. Este proceso, que dura aproximadamente un año, requiere un seguimiento minucioso de la conducta del perro y una estrecha comunicación entre los entrenadores y las familias para garantizar que la detección sea efectiva y que el animal sea capaz de emitir una señal clara y anticipada. Además, se han documentado beneficios adicionales para el entorno del paciente, como la reducción de síntomas de ansiedad y estrés en familiares cercanos, quienes suelen sufrir debido a la incertidumbre de las crisis epilépticas.
El estudio de Queen’s University Belfast y la investigación en la Universidad de Alicante coinciden en un aspecto fundamental: la capacidad de los perros para detectar convulsiones representa una alternativa eficaz ante la falta de un dispositivo electrónico de alerta temprana.

Este enfoque complementa la asistencia médica y mejora la autonomía de los pacientes, un aspecto clave para los aproximadamente 65 millones de personas que padecen epilepsia en el mundo, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre las cuales, un 30% no logra controlar sus crisis mediante medicación.
El sentido del olfato altamente desarrollado de los perros, que en ciertas razas puede ser hasta 100.000 veces más potente que el de los humanos, les permite captar cambios sutiles en el olor corporal de las personas con epilepsia antes de una crisis, lo que convierte a estos animales en una herramienta valiosa en la prevención de lesiones graves.
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