
El Índice de Libertad Económica 2025, elaborado por The Heritage Foundation, confirma con datos internacionales lo que la vida diaria evidencia desde hace años: Argentina paga un costo elevado por su prolongado distanciamiento de la libertad económica. No se trata de una discusión ideológica ni de un eslogan partidario. Este ranking, de carácter técnico y comparable internacionalmente, mide el margen que el Estado otorga a los individuos para producir, comerciar, invertir y progresar.
En la edición 2025, que incluye a 184 países, Argentina obtuvo un puntaje de 54,2 sobre 100, ubicándose en el puesto 124 del ranking global. El promedio mundial es de 59,7, lo que deja al país por debajo de la media internacional. Esta calificación lo ubica dentro de la categoría de economías “mayormente no libres”, una definición que describe la experiencia cotidiana de empresarios, trabajadores y ahorristas: regulaciones excesivas, presión impositiva elevada, inseguridad jurídica y una intervención estatal permanente.
El índice mide doce dimensiones clave, entre ellas el respeto por los derechos de propiedad, la eficacia del sistema judicial, la carga regulatoria, el tamaño del gasto público, la apertura comercial, la libertad financiera y la estabilidad monetaria. En otras palabras, evalúa si una economía opera bajo reglas previsibles o bajo la discrecionalidad del poder político.
El ranking de libertad económica, de carácter técnico y comparable internacionalmente, mide el margen que el Estado otorga a los individuos para producir, comerciar, invertir y progresar
Desde esa perspectiva, el puesto 124 no sorprende. Durante décadas, Argentina avanzó en dirección contraria a la libertad económica: controles de precios, cepos cambiarios, impuestos distorsivos, déficit fiscal crónico y un marco regulatorio que desalienta la inversión. El resultado es previsible: estancamiento, pobreza estructural y una economía que expulsa capital y talento.
El informe 2025, que toma información de parte de 2023 y 2024, destaca un dato relevante. Argentina muestra una mejora respecto de años anteriores, tanto en puntaje como en posición relativa. Esto no implica que el país se haya transformado en una economía libre, pero sí que dejó de caer y comenzó a corregir algunos de los desvíos más severos. En términos históricos, este avance es significativo.
No obstante, sería un error caer en triunfalismos. Un puntaje de 54,2 resulta bajo y está muy lejos de los estándares de países como Singapur, Suiza o Irlanda, que superan los 80 puntos. La diferencia no radica en la suerte ni en la dotación de recursos naturales, sino en la solidez de las reglas de juego.
Chile y Uruguay figuran entre las economías mayormente libres del mundo. Perú, Colombia y México superan ampliamente a la Argentina
Ventajas y desventajas
La comparación regional refuerza el diagnóstico. Chile y Uruguay figuran entre las economías mayormente libres del mundo. Perú, Colombia y México superan ampliamente a la Argentina. Incluso Brasil, pese a sus dificultades, exhibe hoy un puntaje más alto. El contraste demuestra que el problema no es latinoamericano, sino argentino.
El índice deja en evidencia un punto frecuentemente negado: no existe crecimiento sostenible sin libertad económica. Los países con mayor libertad atraen más inversión, generan empleo formal y logran mejores salarios reales. Las economías mayormente no libres permanecen atrapadas en ciclos recurrentes de crisis.
La mejora reciente es apenas un primer paso. Para dejar los últimos puestos del ranking no bastan discursos ni medidas aisladas. Se requiere un cambio profundo y sostenido: respeto por la propiedad privada, apertura comercial genuina -no utilizada solo para forzar la baja del IPC-, una reforma tributaria integral y un Estado que deje de invadir decisiones que corresponden a los individuos. La libertad económica no es un fin en sí mismo; es la condición necesaria para que la sociedad mejore su calidad de vida.
Si bien Argentina mejora en el ranking, persisten interrogantes sobre la sostenibilidad de la reducción del gasto público. La falta de mantenimiento de rutas, las transferencias a las provincias y las futuras reformas laborales e impositivas plantean desafíos cuya resolución será determinante.
La serie histórica, iniciada en 1995, muestra que entonces el país alcanzaba 65 puntos y era considerado moderadamente libre. El período de mayor libertad económica coincidió con la convertibilidad. Con la llegada del kirchnerismo, se inició una larga etapa de economía mayormente no libre. Hace 23 años que la Argentina permanece en esa categoría.
Los países con mayor libertad atraen más inversión, generan empleo formal y logran mejores salarios reales
Un dato adicional: persiste la creencia de que los países nórdicos (Suecia, Finlandia, Noruega y los Países Bajos) son socialistas. Sin embargo, estos países figuran entre los 20 más libres económicamente.
Suele exagerarse el éxito de la libertad económica en lo que va del gobierno de Javier Milei. Aún queda un extenso recorrido para alcanzar el nivel de un país mayormente libre o libre, y luego lograr sostenerlo en el tiempo. En los años 90, la Argentina era mayormente libre y, desde hace 23 años, permanece en la categoría de países mayormente no libres. En aquel entonces se celebraban las privatizaciones, la convertibilidad, la estabilidad de precios y la desregulación, pero una década de libertad económica no fue suficiente para establecer bases sólidas: desde 2002, el intervencionismo volvió a predominar.
Se corre el riesgo de anticipar celebraciones. Hoy, Argentina sigue lejos de consolidar un modelo de libertad económica que permita un desarrollo sostenible y generalizado.
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