
Como un equipo de fútbol que juega ya sin aire, sin coordinación entre los jugadores y buscando cada cual hacer su propio gol, Argentina insiste en seguir compitiendo en la carrera del desarrollo sin los botines adecuados, con mal estado físico, sin hidratación y siempre cambiando de estrategias. Y de entrenadores.
Como si esto no bastara, en cada jugada que hace, su misma hinchada, en vez de alentarla y darle coraje, la distrae del objetivo: es que se están gritando entre ellos, discutiendo utopías de Narnia, volviendo a pasar videos de glorias pasadas y olvidando que la carrera hacia el gol no está detrás, sino delante. Así, mientras la Argentina va perdiendo el partido y se esfuerza por seguir compitiendo, mira de reojo a las tribunas y ve banderas: indigencia, devaluación de la moneda, inseguridad, inflación, narcotráfico, conflictividad social, informalidad laboral, baja creación de empleo genuino. Vuelve a mirar y los mensajes siguen ahí, repitiéndose. Pobreza, inflación, inseguridad.
Este equipo podría responsabilizar a causas externas de su bajo rendimiento y su mala preparación para la competencia. Pero una vez más estaría administrando erróneamente los activos que le quedan, ya que ninguna de ellas explicaría por qué aún no pudo adaptarse al nuevo mundo que está llegando y por qué persiste en su intento de resolver problemas crónicos con las mismas herramientas que parecen no tener resultado y cada vez se ven más viejas.
Sin embargo, nuestro país tiene la oportunidad histórica de cambiar el aire, tomar impulso y volver a estar en la vanguardia de la competencia. Hay una nueva forma de producir, que algunos llaman la Cuarta Revolución Industrial, que demanda muchas capacidades y atributos que a la Argentina le sobran. Cómo nunca antes en la historia de la humanidad el mayor valor de una nación no pasa por las materias primas que tenga en su suelo ni en la fuerza de su industria liviana o pesada, sino por el capital intangible que otorga el conocimiento, entendiendo a éste como la capacidad de agregar valor a la producción mediante la mejora de procesos y la invención que solamente es posible mediante el uso intensivo de tecnología junto al intercambio de información entre los actores del sistema.
Nuestra cultura es compatible con este nuevo modelo de riqueza, ya que la tecnología requiere conocimientos diversos y nosotros tenemos una base educativa amplia y somos una sociedad muy colaborativa, acostumbrada tras sucesivas crisis a resolver problemas complejos con pocos recursos y mucha creatividad. La misma idiosincrasia argentina de largos debates de sobremesa y de una alta adaptación a entornos variables nos hacen tener capacidades culturales acordes a las necesidades de este tiempo. A su vez, esta incipiente industria no requiere una alta inversión de capital y es una fuente concreta de divisas. Hoy es posible exportar el conocimiento argentino y las proyecciones indican que no es coyuntural sino que, en caso de aprovecharse, puede ser una oportunidad de diversificar y potenciar nuestra balanza comercial de forma estructural. Por último, si en otros tiempos nuestra ubicación geográfica era una debilidad debido a los costos de logística, hoy es una fortaleza. Al ser intangible, y gracias al desarrollo de la conectividad, esta industria no requiere de enormes buques mercantes. Para nuestro país, estar lejos de la crisis del hemisferio norte, potenciada por la guerra de Ucrania, se vuelve un rasgo positivo. Este ciclo se potencia dado el aumento de la demanda de la energía y alimentos que nuestro país también produce.
Esta revolución industrial es profundamente democrática ya que cualquier persona con educación digital y herramientas tecnológicas, en igualdad de oportunidades, podría valerse por sí misma para su ascenso social y esto repercutirá en el desarrollo sustentable con independencia económica, soberanía política y justicia social que tanto anhelamos desde el peronismo. Es por esto que es indispensable que las nuevas generaciones con vocación de servicio público generemos el consenso necesario para crear un nuevo modelo de país, donde la hinchada sienta el deseo de alentar para que no solo mejore el país, sino también cada individuo que lo habita.
Desde la comunidad Cripto Peronista, una comunidad que cuenta con más de 200 miembros a lo largo y ancho del país, ya estamos en marcha e invitamos a todos y todas a sumarse a favor de un desarrollo moderno e inclusivo que haga a la Argentina grande otra vez.
En definitiva estamos ante la posibilidad de construir un nuevo sueño argentino que se refleje en la posibilidad de vivir en el rincón que más te guste de nuestro inmenso y maravilloso territorio, de trabajar en comunidad con la gente que quieras, a cambio de una remuneración que te permita hacer lo que te gusta y de poder sentir el inmenso orgullo de realizar un trabajo que no solo te dignifique sino que también genere un impacto social positivo a tu alrededor.
Si logramos aprovecharlo, más que grieta vamos a tener un trampolín.
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