El Sistema Nacional Integrado de Salud (1974-1976)

Las dificultades de implementación que enfrentó el proyecto de Perón sirven para pensar el escenario actual. Así no se repetirán errores

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Un enfermero trabaja en la Unidad de Terapia Intensiva del Hospital de Agudos de Ezeiza, en la Provincia de Buenos Aires
Un enfermero trabaja en la Unidad de Terapia Intensiva del Hospital de Agudos de Ezeiza, en la Provincia de Buenos Aires

El SNIS fue la iniciativa más importante de integración del sistema de salud argentino. Fue el único proyecto integral de reforma del sistema de salud aprobado por ley en ambas cámaras del Congreso Nacional, en septiembre de 1974. Concebido por un equipo integrado por excelentes técnicos de filiaciones políticas distintas del peronismo (Aldo Neri, Carlos Canitrot, Jorge Mera, María Teresa Beas, entre otros) a solicitud de un gran cardio cirujano de renombre en nuestro país, Domingo Liotta.

El proyecto fue elevado para su aprobación por Juan Perón poco antes de su muerte, él mismo expresaba una mirada sanitarista con base en la justicia social. Si bien fue un proyecto muy debatido, ya en los años 70 su viabilidad era difícil. Las provincias donde se fue aplicando progresivamente –La Rioja, San Luis, Chaco y Formosa- tenían poca población y un ínfimo desarrollo del sistema de obras sociales.

Me permito recurrir a mis propios recuerdos para describir su implementación. A mediados de 1973, decidí ir a impulsarlo a San Luis, donde fui nombrado delegado sanitario federal y director general de Hospitales.

El proyecto original de Liotta tenía reminiscencias del sistema inglés: incorporación masiva obligatoria al Estado nacional; carrera profesional común; y unificación de absolutamente todas las fuentes de financiamiento, conformando un “sistema único” regionalizado y con servicios organizados por niveles de complejidad en torno a los hospitales, como una manera de superar las inequidades.

Por supuesto, no era fácil una propuesta de ese tipo en una Argentina Federal. Todos queríamos hacer un cambio, aunque personalmente tenía dudas respecto de la factibilidad de hacerlo sin gradualismo: una reforma de esa magnitud no se podía hacer de un día para otro. Entendía que por eso el proyecto había sido modificado en el Congreso, para superar la oposición de los colegios profesionales y para que no fuera tan abrupta la incorporación de las obras sociales. Pero lo cierto es que la ley finalmente sancionada no aclaraba mucho el camino. De todas formas, la CGT lo fue aceptando y en San Luis pocos médicos no adhirieron al SNIS.

No fue fácil ni automático: poco a poco fui convenciendo a los sectores disidentes locales, sobre todo legisladores, legisladoras y sectores sindicales. Recuerdo que era una época de mucha euforia. Había pasión, militancia y trabajo. Sentíamos que íbamos a poder cambiar todo, que todo iba a ser innovación y alegría. Recorrí la provincia predicando el cambio y logré convencer a la inmensa mayoría. Siempre que uno cree en algo convence mejor. Se mudaron a San Luis más de 300 profesionales de todo el país, jóvenes que iban a hacer patria llenos y llenas de expectativas y esperanzas. Nunca más volví a vivir un período como ese. Donde más fuerte se sintió el cambio fue en la atención primaria. Atención primaria de calidad en toda la provincia, hospitales con especialidades y horarios prolongados, servicio de visitas domiciliarias en las ciudades más importantes.

Las dificultades de implementación del SNIS sirven para pensar un proyecto actual de integración en Salud, para no repetir errores. Por ejemplo, el largo debate en el Congreso provocó que se hicieran cambios que dificultaron el ingreso al sistema de las obras sociales. Algunos representantes sindicales me decían que el SNIS era “un salto al vacío”: se desarmaba un subsistema que funcionaba para armar uno nuevo que no se sabía cómo iba a funcionar. En todo caso, primero había que fortalecer el sector público, para luego incorporar progresivamente a las obras sociales. Pero incluso era dificultoso para el sector público: la documentación que había que juntar en cada provincia era tortuosa, legajo por legajo había que pasar a todo el personal al Estado nacional, con todos sus antecedentes. Tal vez en esto último influyó que el proyecto haya sido formulado por expertos y expertas sin experiencia de trabajo en el Estado, porque se venía de 18 años de proscripción del peronismo.

Sin embargo, observo una tendencia a explicar un supuesto “fracaso” del SNIS por presuntos defectos intrínsecos del proyecto, cuando lo cierto es que tuvo que afrontar obstáculos inmensos: la muerte de Perón, la inestabilidad económica y la violencia política. Finalmente, fue derogado de facto por la dictadura más sangrienta de nuestra historia. Tal era la jerarquía que había adquirido el SNIS que esa misma dictadura tardó más de un año y medio en desmembrarlo. Llama la atención que omitan estas minucias la mayoría de los especialistas que escribieron sobre este período.

Un proyecto de integración requiere que se avance en el diálogo para construir consensos con las provincias y con los sectores involucrados. Recientemente hubo varias reuniones en el Consejo Federal de Salud para debatir la integración de los sistemas. La dificultad principal reside en que hoy el sector tiene una complejidad mayor que hace medio siglo: los servicios y los intereses se diversificaron en todo el territorio nacional, y el gasto en medicamentos y tecnología de altísimo costo aumentó en todo el mundo, y también crece la longevidad de la población, lo que hace que los gastos en Salud sean mucho más difíciles de afrontar. Todo esto es un enorme desafío para el acceso, la equidad y la calidad de nuestro sistema de salud.

Por eso es una excelente noticia que la integración del sistema de salud siga vigente en la agenda del gobierno. A eso se suma una recuperación en los últimos años del rol de rectoría del Ministerio de Salud nacional. Algunos avances se han hecho visibles, sobre todo a partir de la política de salud ante la pandemia, que demostró que es posible –y favorece a todo el mundo– brindar servicios de salud de similar calidad en todo el país.

Debemos recuperar del SNIS la enorme energía social que generó. Para hacer un cambio de esa magnitud son indispensables los consensos y la mística, porque la implementación de un proyecto de este tipo dura mucho más que un gobierno. Igualmente, hay algunas reformas que urge realizar hoy, para garantizar la supervivencia financiera del sistema y para resolver las inequidades más flagrantes. Sería un grave error obstaculizar cambios parciales a la espera de la gran reforma por venir.

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