Mitos y realidades de la inflación en la Argentina actual

Pensar la inflación a partir de ideas que no se corroboran en los hechos impide alcanzar la estabilidad monetaria y el desarrollo económico y social

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Una mujer mira el precio
Una mujer mira el precio de unos aceites en un supermercado, en una fotografía de archivo. EFE/Juan Ignacio Roncoroni

La inflación en la Argentina es parte del ser nacional tanto porque los gobiernos como los propios habitantes han pasado gran parte de su vida luchando contra ella o lucrando gracias a ella. Esto permitió que, con los años, surgieran algunas ideas socialmente bastante compartidas, algo así como “mitos sobre la inflación”.

Mito 1: el Estado puede frenar la inflación mediante el control de precios en alguna de sus variantes: precios máximos, acuerdos de precios, etc.

En los últimos años han estado vigentes diversos programas de intervención, con énfasis en CABA y algunos partidos del Gran Buenos Aires, en las grandes cadenas de supermercados, y en alimentos y productos de limpieza y de aseo personal. Este enfoque de alcance territorial diferenciado implica que debieran constatarse tasas de inflación distintas por regiones en las categorías de bienes incluidos. En ese marco, la de la Ciudad de Buenos Aires debería ser menor a la del Gran Buenos Aires, la del área metropolitana a la de aglomerados urbanos del interior y a la del total país.

Se analizó la inflación de algunos grupos de bienes incluidos en todos los acuerdos de mayor a menor nivel de apertura (alimentos y bebidas no alcohólicas; alimentos; pan y cereales; aceites y grasas; leche, lácteos y huevos; y bebidas no alcohólicas) para el período diciembre 2016-marzo 2022 y para varios subperíodos de éste.

Realidad: las tasas de inflación por grupo de bienes y territorios registraron diferencias no sistemáticas y sin patrón definido, incluyendo el esperable de los acuerdos de precios. Por lo tanto, estos no habrían afectado la inflación de bienes sensibles de la canasta familiar.

Mito 2: la inflación es causada por monopolios y grupos concentrados, que abusan de su posición en el mercado y remarcan recurrentemente sus precios sin justificación alguna.

Se comparó la inflación núcleo (sin precios estacionales ni regulados) con un indicador de costos de producción interna elaborado en base a los precios mayoristas de productos importados, el precio de las commodities de exportación y los salarios para el período diciembre de 2016-marzo de 2022.

Realidad: los precios y los costos han estado altamente correlacionados y los únicos desacoples relevantes, pero transitorios, fueron los meses de fuertes devaluaciones. De aquí se concluye que no hay indicios de comportamientos abusivos que hayan sido capaces de afectar la inflación núcleo.

Mito 3: la causa, al menos de la reciente aceleración, es la inflación internacional.

Realidad: La inflación en muchos países se más que duplicó, como también en la Argentina, pero mientras en aquellos se llegó a tasas anualizadas entre 7% y 10%, aquí trepó al 65%-75% (por el momento). No es difícil inferir que hay algunos agregados locales que se están escapando en este tipo de análisis, que no es la apertura comercial o las variables estructurales, sino más bien los resultados de la política económica y de la falta de comprensión de la economía política de la inflación.

Mito en ciernes: los datos de inflación están manipulados. Unos dicen que se los infla para perjudicar al gobierno; otros, que se los deprime para beneficiarlo.

Realidad: para que así sea, por ejemplo, se deberían encontrar diferencias significativas y persistentes entre los datos del INDEC y los de los institutos provinciales (principalmente CABA), y entre la inflación núcleo y los indicadores de costos. Lo antes expuesto sugiere que, con los datos disponibles a la fecha, se trata de una idea infundada que esperemos no se convierta en una realidad o en un nuevo mito o leyenda urbana.

En conclusión, hay que dejar atrás los mitos, las teorías conspirativas y los enfoques infructíferos de política económica sobre lainflación a fin de que, en algún momento, podamos lograr las condiciones macroeconómicas que faciliten tomar las mejores decisiones orientadas al desarrollo económico y social sostenible.

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