Después de la derrota oficialista, el interrogante es cuánto arte tolera la economía y cuánta ciencia soporta la política

Las dos coaliciones principales de la política necesitan permanecer unidas internamente y lograr algunos acuerdos básicos entre sí. Pero el problema es que cada grupo interno tiene una visión distinta respecto del futuro y ofrece intangibles diferentes

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Alberto Fernández, Mauricio Macri y Cristina Kirchner en 10 de diciembre de 2019, cuando asumió el actual gobierno (REUTERS/Agustin Marcarian)
Alberto Fernández, Mauricio Macri y Cristina Kirchner en 10 de diciembre de 2019, cuando asumió el actual gobierno (REUTERS/Agustin Marcarian)

Empiezo con mi cuento favorito sobre las proporciones.

Un viajante de comercio observa, al costado de la ruta, una fonda anunciando “empanadas de perdiz”. Con una mezcla de hambre y curiosidad, se detiene, entra y ordena un par de empanadas. Las saborea y pide un par más. Terminado el almuerzo, se produce el siguiente diálogo con el mozo.

— Muy ricas las empanadas, pero no vi muchas perdices por esta zona.

— Sí, la verdad es que hay muy pocas.

— Y entonces, ¿cómo hacen con las empanadas?

— Y… mezclamos el relleno con carne de caballo.

— Ah, ¿50% carne de perdiz y 50% carne de caballo?

— No. Un caballo, una perdiz; un caballo, una perdiz.

Hace falta que la política monetaria y cambiaria deje de ser el Frankestein en que se ha convertido y tienda a un esquema más razonable

La política económica es siempre un tema de proporciones, entre “arte y ciencia” o, para usar una terminología más actual, entre “intangibles” y ciencia.

Dentro de los intangibles se cuenta el liderazgo, la credibilidad, la gobernabilidad, la capacidad de gestión. No hay buena política económica sin estos ingredientes. Tampoco hay buena política económica sin buena ciencia. Sólo con arte, no alcanza, sin el apoyo de esos intangibles, aún la buena ciencia fracasa.

Lamentablemente, gran parte de la coalición gobernante ha creído siempre que, para hacer política económica, sólo hace falta “carne de caballo”. Que basta con los intangibles, que no hace falta ciencia.

Y el problema de los últimos dos años o de sus primeros dos años de gobierno es que tuvieron malos intangibles y los mezclaron con mala ciencia. El resultado no podía ser distinto.

El ministro de Economía, Martín Guzmán
El ministro de Economía, Martín Guzmán

Aunque suene demasiado contra fáctico, sospecho que tampoco hubiera sido muy diferente, si el mundo no hubiera tenido la tragedia de la pandemia. Construyeron un modelo de gobierno con un liderazgo confuso, con baja credibilidad por las contradicciones internas, sus antecedentes y reputación, con una gobernabilidad difícil y sin ninguna capacidad de gestión. Y a este combo, le sumaron un pseudo barniz académico, para intentar arreglar el problema de la deuda y construir un programa para “tranquilizar” la economía.

El resultado ya lo conoce. También, a estas alturas, conoce el resultado electoral.

La pregunta del millón es si dicho resultado modifica los intangibles, si existe algún margen para mejorar la ciencia y qué proporciones de arte y ciencia surgirán en los próximos días.

Permítanme especular con la respuesta.

Aspirar a una mejora sustancial de los intangibles, definiendo como mejora sustancial a aquélla que pueda servir de respaldo a un programa de buena ciencia, resulta imposible, porque el oficialismo ingresa a esta nueva etapa muy debilitado.

Hay quienes todavía consideran que, con malos intangibles y mala ciencia es posible llegar a buen puerto

Con mucho viento a favor, podremos tener las condiciones mínimas para que la política no genere una crisis institucional y permita que, con una pizca de mejor ciencia, la coalición gobernante complete su mandato.

Respecto de la política económica propiamente dicha, como le contaba temprano este domingo, desde esta misma columna, a lo máximo que podemos aspirar es a evitar que la tasa de inflación espiralice (ante la imposibilidad cierta de instrumentar un verdadero programa antiinflacionario y procrecimiento), aunque necesita seguir siendo elevada para “ayudar” con la licuación del gasto. Hace falta que la política monetaria y cambiaria deje de ser el Frankestein en que se ha convertido y tienda a un esquema más razonable, que reduzca la brecha de precios entre los distintos dólares (gigantesco impuesto a las exportaciones y subsidio a las importaciones). Y lograr, en este contexto, cierto orden fiscal, que incluya una reducción de los subsidios económicos, y con este “programa”, cerrar un acuerdo con el Fondo que evite que nos caigamos del mundo, siempre tratando de minimizar los costos de los sectores más vulnerables de la sociedad, afectados por una regresiva y derrochadora asignación del gasto público.

Pero aún este programa mínimo, dados los intangibles, no está asegurado, ni mucho menos. Hará falta algo de ciencia distinta a la que nos trajo hasta aquí. (los detalles, insisto, relean mi nota anterior).

Pero todo dependerá de qué tribu predomine en la coalición gobernante y que diagnóstico tengan de lo que hace falta y su solución.

El dilema, entonces, para los próximos meses, será cuánta nueva ciencia tolera la política y cuánto de este debilitado arte soporta la economía

Porque todavía hay quienes atribuyen el fracaso de este bienio a un problema de dosis y no de remedio y que la derrota es consecuencia de haber aumentado la dosis demasiado tarde.

Es decir, hay quienes todavía consideran que, con malos intangibles y mala ciencia es posible llegar a buen puerto.

Si se impone esta corriente, no hemos tocado fondo, (el del pozo no el de Washington) y el descontrol macro está a la vuelta de la esquina.

Si, por el contrario, toma el control una corriente más pragmática, con algunos acuerdos mínimos, será posible estabilizar este mal equilibrio y transitar los próximos dos años razonablemente.

En síntesis, las dos coaliciones principales de la política necesitan permanecer unidas internamente y lograr algunos acuerdos básicos entre sí. Pero el problema es que cada grupo interno tiene una visión distinta respecto del futuro y ofrece intangibles diferentes.

El dilema, entonces, para los próximos meses, será cuánta nueva ciencia tolera la política y cuánto de este debilitado arte soporta la economía.

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