House of cards a la criolla: la mejor manera de ganar el respeto de los superiores es desafiándolos… o morir en el intento

El cisma político generado por la dueña del poder y ex dueña de los votos mayoritarios del pueblo resulta una ofensa a todos los argentinos. Alberto Fernández no tiene poder ni credibilidad, pero es el Presidente que votó el pueblo a instancia de la propia Cristina Kirchner

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Alberto Fernández y Cristina Kirchner, en el búnker del oficialismo luego de que se conocieron los resultados de las PASO
Alberto Fernández y Cristina Kirchner, en el búnker del oficialismo luego de que se conocieron los resultados de las PASO

“Los amigos son los peores enemigos” (Frank Underwood).

Quien aún no haya visto la serie “House of cards”, deje todo lo que está haciendo en este momento y hágalo. La trama resulta tan apasionante como inextricable, desnudando todas las miserias del poder. Tanto las desventuras de los que no lo tienen y quieren alcanzarlo haciendo todo lo que sea necesario, como las de quienes lo tienen y no piensan en perderlo, para lo cual también harán todo lo que tengan que hacer para conservarlo, y la de los que saben que no tienen poder, que nunca lo tendrán, pero harán todo lo que sea necesario para estar lo más cerca posible y gozar de él.

La primera escena de la serie resulta reveladora: con la imagen completamente en negro se escucha como un automóvil atropella a un perro en plena calle. De repente se abre una puerta, se hace la luz y aparece el personaje principal, “Frank Underwood”, quien se hace cargo de la situación mientras el auto escapa. El perro malherido, agonizante, gime de sufrimiento, mientras Frank lo consuela dice: “Hay dolor de dos tipos. El dolor que nos fortalece, o el dolor inútil, el dolor que sólo es sufrimiento. Yo no tengo paciencia para las cosas inútiles”. En ese instante el personaje de ficción rompe el cuello del animal sufriente para luego decir mirando nuevamente a la cámara: “Los momentos así requieren a alguien que actúe, que haga lo desagradable, lo necesario”. Mientras se escucha el espasmo final del faldero, dice: “Listo, no más dolor”.

Fue la primera imagen que vino a mi memoria al tomar contacto con la noticia del renunciamiento masivo de funcionarios directamente vinculados con la Vicepresidenta este miércoles. La derrota electoral significó tomar el toro por las astas (o el perro por el cuello en el caso de Underwood) y hacer lo desagradable, lo que sea necesario para doblegar a quienes no se estaban cuadrando bajo su voluntad. Los amigos terminan siendo los peores enemigos y pareciera que el “desafío” del Presidente y su intensión de ganarse el respecto (de vaya a saber quién a esta altura) fue tomado como una ofrenda inaceptable. Lo más lamentable es que mientras todo esto sucede los pobres siguen aumentando, la inflación también y los muertos por COVID-19 no cesan. Juegan al Juego de Tronos con todos nosotros.

El cisma político generado por la dueña del poder y ex dueña de los votos mayoritarios del pueblo resulta una ofensa a todos los argentinos. Estamos en pandemia. Convivimos con la muerte, la enfermedad, la incertidumbre, la falta de trabajo, la ausencia de perspectivas en un país donde el futuro mejor que nos prometen en cada elección nunca llega, sino que se aleja cada dos años un poco más. Encima de todos estos problemas y tantísimos más, resulta un abuso de poder sin justificación alguna someter al pueblo argentino ante tamaña incertidumbre en una guerra por el poder, que sólo le interesa los privilegiados de la casta política, mientras cada día más y más argentinos penan por conseguir un plato de comida al día. Realmente dan vergüenza, no merecen ser nuestros representantes, la silla de la ética les queda demasiado incómoda.

El Frente de Todos perdió estrepitosamente una elección. El pueblo le demostró que estaban equivocados. En lugar de asumir sus errores, lamerse las heridas y comenzar el camino necesario para dar certidumbre y gobernabilidad a un pueblo hambriento, salieron a romper todo, sin importar las consecuencias, en un pseudo golpe de Estado, que no es tal, pero se le asemeja bastante, tratando de mostrar quién tiene la sartén por el mango. Alberto Fernández es un presidente sin poder ni credibilidad, pero es el presidente que votó mayoritariamente el pueblo a instancia de la propia Vicepresidenta. Fue ella quien lo puso ahí. Es responsabilidad de todos sostenerlo hasta el último día de su mandato. Así es y funciona la institucionalidad, por más que el traje de primer mandatario le quede grande.

Precisamente actos infortunados como los que vivimos en los últimos días son los que nos exhiben al mundo como una aldea de pobres, desorganizada e imprevisible. ¿Inversiones? Olvidémonos por mucho tiempo, nadie en su sano juicio se acercará a nuestras orillas. Nos hacen retroceder décadas. Estamos en la avenida donde la estupidez se cruza con la arrogancia. La propia Vilma Ibarra en su libro “Cristina vs. Cristina” dice textualmente: “La supervivencia del relato es un objetivo central para Cristina. Ella cree que de ello depende el lugar que ocupará en la historia y también la posibilidad de conservar importantes cuotas de poder para condicionar a futuros gobiernos. Necesita que pueda sobrevivir un espacio político relevante en el escenario nacional que la siga teniendo como referente. Por eso, su esfuerzo hasta el final del mandato estará destinado a salvar el relato”.

Más claro imposible.

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