La crisis moral: la madre de todas las crisis

No hay plan económico sostenible y mucho menos sanitario. Ya no les queda sector por lastimar: el campo, el turismo, la industria, el comercio, todo rompen. Y corrompen

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Desde hace más de un año los argentinos -y sobre todo los bonaerenses- vivimos en un continuo loop. La vida parece ser eso, que cada tanto, nos obligan a ponerle llave a la puerta de casa y no poder asomar, generar, trabajar y así podemos seguir. Hablamos de libertad.

Ya va casi un año y medio de soportar una situación desesperante que lo único que ha hecho es empobrecer a toda la sociedad, sobre todo a aquellos comerciantes, dueños de PyMEs, gastronómicos, hoteleros y trabajadores autónomos, que sobreviven a una economía informal que la inflación devasta. Y por supuesto deja prácticamente en la indigencia a quienes viven en situación de vulnerabilidad y pobreza.

Porque más allá del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y la Tarjeta Alimentar -las cuales son de imperiosa necesidad-, no hay políticas públicas que pueda brindar herramientas de reactivación para las industrias más castigadas. El Estado no pensó en ellos.

No hay plan económico sostenible y mucho menos sanitario. Decían que el virus no llegaría, decían que no éramos un país de riesgo, decían que antes no teníamos Ministerio... Lo cierto es que ahora, con un Ministro (Ginés González García) que debió renunciar sospechado de vacunar a los amigos del poder, nos convertimos, después de 9 meses de encierro en el 2020, en el país con más muertos por millón de habitantes. No se planificó una política sanitaria para los argentinos.

No hay una “hoja de ruta” más allá de decretar confinamientos, de restringir libertades, de impedir desarrollar actividades productivas que dan trabajo y que puedan reactivar la empobrecida economía. Así no hay país que aguante, si cada vez castigan con un nuevo impuesto, si manejan la crisis con fundamentalismo político, si cercenan las propuestas del arco opositor.

No es que la crisis está golpeando la puerta. La crisis bajó las persianas, apagó las máquinas, tapó las esperanzas.

El kirchnerismo logró alcanzar índices de pobreza e indigencia nunca vistos en nuestra historia. Llegaron con la promesa de llenar las heladeras de asado para todos y, en menos de dos años sólo lograron una inflación del 50 % anual, desocupación récord y una devaluación que hace imposible pensar en una salida a corto o mediano plazo.

Buenos Aires es una provincia devastada por la corrupción y el populismo, sólo la administran con los recursos del Estado -para algunos- y los negociados de los militantes propios. No hay manera de pensar en un futuro próspero mientras mantengan una economía cerrada, mientras la iniciativa privada sea considerada “el origen del mal”.

Ya no les queda sector por lastimar: el campo, el turismo, la industria, el comercio, todo rompen. Y corrompen.

Desde el bloque de senadores provinciales de Juntos por el Cambio hemos elevado numerosas propuestas para aminorar el impacto financiero de esta cuarentena obligatoria y eterna. Desde declarar la emergencia económica por el término de 6 meses, hasta propiciar políticas para promover la reactivación de la industria y el comercio: entre ellas la Ley de emergencia turística y de la emergencia PyME (coautora).

En todos estos meses hemos compartido decenas de reuniones con Cámaras empresarias, responsables de pequeñas y medianas empresas e industrias, comerciantes y demás actores de la actividad económica. Duele en el alma escuchar sus testimonios, sus padecimientos, ver que están perdiendo el sueño de sus vidas, todo su esfuerzo, su historia, sus proyectos. Vivimos angustia e incertidumbre.

El panorama es sombrío, sí, sobre todo porque tanto el Gobierno nacional como provincial se siguen aferrando a políticas cada vez más cerradas y populistas, sin educación, sin propuestas y, sobre todo, sin vacunas y un plan sanitario conciso.

Pero por cada persiana que se cierra, seguiremos elevando una nueva propuesta de apoyo a los que día a día apuestan al trabajo y el esfuerzo como símbolo de dignidad y entereza para enfrentar una realidad y un Gobierno que sólo les pone un pie en la cabeza y un nuevo impuesto en el bolsillo, porque nunca del ejecutivo recibimos una respuesta.

No sabemos cuánto falta para que pase todo esto. Sólo sabemos que en septiembre y posteriormente en noviembre podremos empezar a cambiar el rumbo. Si estamos juntos, escuchando las necesidades de la gente y defendiendo la libertad de los argentinos lo vamos a hacer posible.

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