Exportación de carne: con amenazas y avanzadas, no

Es un momento demasiado delicado como para que el país se dé el lujo de avanzar otra vez contra el campo

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Si bien hoy la mayor preocupación del Gobierno está puesta en la segunda ola de contagios por Covid y las nuevas restricciones, creemos que, en simultáneo, también es sumamente necesario que funcionarios como Matías Kulfas y Paula Español respondan algunas inquietudes de la oposición y del sector productivo y empresarial, que tienen que ver con el futuro de la actividad económica y decenas de puestos de trabajo.

Lo cierto es que hoy la economía argentina está marcada por controles de precios, control de cambios, restricciones a las importaciones y una presión tributaria en aumento. Y la semana pasada nos alarmó que otra vez aparecieran las mociones de prohibir exportaciones, como en este caso se anunció para el sector cárnico, y, a su vez, se imprima mayor presión sobre las empresas que forman la cadena de producción, distribución y comercialización de los productos incluidos en el Programa Precios Máximos para que incrementen su producción al tope de su capacidad instalada.

Si bien este jueves no se anunció explícitamente el cierre de las exportaciones de carne, sí se comunicó desde el Gobierno una avanzada contra el sector, al crear un nuevo registro/filtro/monitoreo (en este caso son sinónimos), con la intervención de la Secretaría de Comercio Interior, que impone mayores requisitos para poder concretar efectivamente las ventas de este producto al exterior. Es decir que, de alguna manera, se implementará un freno sin decir que se frenan.

El ministro de Economía, Martín Guzmán, y la secretaria Paula Español se han mostrado preocupados por el aumento de los precios -y en buena hora que así lo demuestren-, pero no deberían seguir los mismos métodos obsoletos a los que nos tiene acostumbrados el kirchnerismo, de buscar siempre el culpable de la inflación en el sector privado. Porque las pymes productivas no pueden vivir bajo la constante amenaza de más retenciones, más trabas para importar o más requerimientos para exportar y generar empleo y divisas.

No creo que ningún país funcione bajo presiones o aprietes permanentes al sector productivo. En aquellos en los que estas prácticas existen, los resultados están a la vista. Por el contrario, estoy convencido de que sería mucho más sano que el ministro Kulfas fomente incentivos fiscales, administrativos o de financiación, por ejemplo, para aumentar la producción, porque con los anuncios que se conocieron en estos días, lo único que hace el Gobierno es espantar capitales, que serían muy importantes para recuperar los millones de empleos perdidos el año pasado.

Es un momento muy delicado para la economía de los argentinos, luego de un año de eterna cuarentena y caída estrepitosa de la actividad, como para que el país se dé el lujo de entorpecer las exportaciones, avanzando otra vez contra el campo. Claramente, es un camino errado, en el que, además, el Gobierno se contradice, porque al mismo tiempo que asegura querer poner al país de pie, les corta las piernas al sector productivo y a las pymes, que son el motor de la economía.

El propio ministro de Producción de Santa Fe, Daniel Costamagna, subrayaba, semanas atrás, que “el 2020 marcó un récord en las exportaciones de carne, de las cuales casi el 50% corresponden a nuestra provincia”, por lo que obstaculizar la comercialización exterior para este producto sería un golpe para muchas pymes santafesinas, así como también de otras provincias argentinas que completan el total de exportaciones cárnicas del país.

En definitiva, para crecer como país, generar puestos de trabajo y bajar los niveles de pobreza, es clave que se brinden y se mantengan reglas claras de juego, con políticas de Estado que trasciendan los gobiernos y los colores políticos, para llevar certezas a los emprendedores, a las pymes y a las grandes empresas, que, insisto, no necesitan de amenazas, sino de un marco de paz y estabilidad para invertir y emplear al máximo su capacidad productiva.

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