
A un mes del asesinato de Alejo Oroño, su familia se acercó al Congreso de la Nación para pedir Justicia, no solo por él, sino también por las 10 víctimas masculinas que, en los últimos 30 días, fueron salvajemente agredidos por mujeres, acuchillados y hasta prendidos fuego, pero que apenas se visibilizaron en medios locales.
La vida de Alejo fue arrebatada de un puñal en el corazón por parte de su pareja, Nadia Navarro, de 24 años. Su caso despertó gran polémica acerca de la necesidad de abordar la violencia no solo desde la exclusiva perspectiva de las mujeres, pero el feminismo se opone.
La Ley Alejo no es una provocación al feminismo, sino que quiere visibilizar tanto a las mujeres, como a los varones, transexuales, transgénero y travestis que sufren violencia, para proteger a las víctimas, sin importar su género.
Actualmente, estamos padeciendo como varones violencia institucional, económica, judicial, social y política. Solo por ser hombres somos vistos como los perpetuadores de la agresión, pero la violencia no tiene género.
Como sostienen los mensajes que circulan en redes sociales:
Un hombre no viola, viola un violador.
Un hombre no mata, mata un asesino.
El hombre no maltrata, maltrata un maltratador.
Un hombre no golpea, golpea un golpeador.
Un varón es un ser humano al igual que una mujer, y si queremos igualdad tenemos que empezar por el respeto. No podemos criminalizar presumiendo que la violencia está en el ADN masculino. Se está tratando de generar una visión ideológica enfrentando a la sociedad, de manera totalitaria y desigual, atentando contra derechos constitucionales, como el principio de inocencia.
Tenemos que cerrar la grieta de géneros, porque solo si trabajamos juntos podremos evolucionar y abordar la problemática desde la educación, para terminar con las relaciones tóxicas.
Según un estudio realizado por investigadoras del CONICET, Antonella Bobbio y Karin Arbach, en promedio 34% de las mujeres y 22% de los varones agredieron físicamente a su pareja en los 12 últimos meses de relación. También existen recomendaciones internacionales que establecen que la violencia es bidireccional y exhortan a reconocer a las víctimas masculinas.
Tampoco se visibiliza que, en promedio, siete hombres se suicidan por día. En 2018 fueron 2.698 hombres (que representan el 81% de los casos, es decir, 8 de cada 10 casos). Y vale recordar que se quitaron la vida Agustín Muñoz de Bariloche y Thomás Pérez Ruiz, de tan solo 18 Años; Javier Messina, el músico rosarino; o Luis de Florencio Varela; por citar algunos casos, tras padecer falsas denuncias, marchas, intentos de linchamientos y escraches de la mal llamada “justicia social”, que en redes sociales se viralizan con el nombre de supuestos agresores, destruyéndoles la vida en instantes. Pero luego se conoció que eran inocentes.
Muchos dicen que son mínimas las falsas denuncias, pero lo cierto es que no hay estadísticas oficiales porque nadie las contabiliza, porque no se quieren reconocer, porque políticamente se tomó una bandera protegiendo a un solo género, pero se sabe que son muchas y cada vez más -sobre todo en medio de divorcios o por despecho de relaciones que se terminan-. Eso se percibe en los tribunales.
Según datos que publicó la ex directora de proyectos de CONICET, Marta Albarracín, en el marco de los conflictos post-divorcios, dos de cada tres denuncias contra padres por abuso sexual resultan falsas.
Hemos visto en televisión que hasta la propia policía teme detener a una mujer por miedo a falsas denuncias. El reciente caso de la señora que agredió y mordió a un oficial visibilizó algo insólito: la policía en lugar de detenerla le gritaba a la agresora “soltame, soltame, me está agrediendo”, en un intento de dejar registrado en video que ellos no cometieron ningún abuso.
Pero no solo la policía tiene miedo, también la Justicia. El propio presidente del Colegio Público de Abogados de la Capital Federal, el Dr. Eduardo Awad, aseguró -con gran valentía- que “para los jueces es más tolerable el riesgo de equivocarse y procesar o detener a un hombre que a lo largo del proceso podrá comprobar su inocencia, pero que quedará social, psicológica y laboralmente destrozado”. No puede valer más la palabra de una denunciante solo por su género.
Por eso, quiero agradecerles a las mujeres que en redes sociales salieron a apoyar el proyecto “Ley Alejo”, como madres, hermanas, abuelas y tías, que ven que las vidas de sus seres queridos son destruidas por falsas denuncias, que sufren impedimento de contacto con sus hijos en materia de divorcios, “cosificando” incluso a los niños, y que el sufrimiento de sus seres queridos no vale nada solo por ser varones.
También agradecerle a las numerosas ONGs que acompañan la iniciativa, que busca ampliar los alcances de la “Ley Micaela” (para que el personal del Estado, principalmente policiales y judiciales, aborden esta problemática con una visión integral), como Infancia Compartida, Aafani, Papás en Lucha (San Juan), No más hijos rehenes, Papás en Lucha, Infancia X+Justicia (Mendoza), Adnap (Córdoba), A.P.A.U Asociación de Padres Autoconvocados del NOA, El Amor puede Más (Chubut), Crecer en Familia (Tucumán), Fundación Lazos, Padres Víctimas de Violencia, Movimiento de profesionales víctimas de falsas denuncias, Hombres Víctimas de Falsas denuncias (Mendoza) y Padres Autoconvocados de Quilmes, entre otras, que entienden que el único camino para detener la violencia es cerrar la grieta y proteger a las víctimas, cualquiera sea su género.
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