Por qué elijo construir mi futuro en Argentina

Los jóvenes y jóvenes adultos tenemos la responsabilidad y la obligación de ser mejores que nuestras generaciones antecesoras

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Imagen de archivo de una bandera argentina colgando de una ventana en Buenos Aires, Argentina. 23 abril 2020. REUTERS/Agustín Marcarian
Imagen de archivo de una bandera argentina colgando de una ventana en Buenos Aires, Argentina. 23 abril 2020. REUTERS/Agustín Marcarian

Sorprende la cantidad de jóvenes y adultos que están convencidos de que en nuestro país no se puede planificar el futuro. Sin ir más lejos, vecinos, familiares y amigos ya decidieron exiliarse en busca de nuevas oportunidades, desembarcando en países limítrofes, Estados Unidos o Europa, principalmente. En parte tienen razón, porque Argentina es un país volátil, difícil, cambiante, complejo. Hoy se respira una fragmentación colosal respecto al país que quiere la sociedad argentina. Por un lado, un sector harto de los gobernantes y sus recetas políticas, y por otro, una misma proporción que se enamora cada vez más de la visión de un Estado presente, que brinda servicios y recursos casi ilimitadamente. Pareciera que ambos modelos son antagónicos y la posibilidad de consensuar un futuro en conjunto se torna cada vez más difícil, no sólo porque hay una generación de líderes que fogonean dicha fragmentación sino porque el diálogo lamentablemente se perdió hace varias décadas y la dirigencia política sigue fracasando en la búsqueda de políticas de Estado de largo plazo.

Sin embargo, el objetivo de esta publicación no es seguir remarcando errores, desaciertos, incoherencias, falta de liderazgos constructivos o las cuestiones negativas que tenemos como sociedad los argentinos. Todos, absolutamente todos, desde hace prácticamente diez años, hemos sentido tristeza, esperanza, confianza o miedo viviendo en Argentina. En el caso particular de cada uno, dependiendo de los colores políticos o la afinidad con la representación del gobierno de turno, la convicción de vivir en nuestro país ha sido cuestionada en mayor o menor medida y no sólo ha alcanzado a aquellos que realmente pueden decidir expatriarse sino también a los más vulnerables que también tienen su poder de voz y voto.

En mis treinta y unos años, he decidido en reiteradas oportunidades trasladarme al exterior por diferentes razones. A los 17 años, apoyado por mi familia, decidí iniciar mi carrera profesional como jugador de fútbol, y participé durante meses en la reserva de un club de París, Francia. No sólo fue una experiencia reveladora acerca de mis prioridades y mis deseos a futuro, sino que fue la primera alerta de la dificultad que representa exiliarse en el exterior. Además de perderse los afectos, las costumbres, el lenguaje y los vínculos, las oportunidades difieren radicalmente. Luego, en dos etapas distintas de mi educación, estuve becado en Wharton, Universidad de Pennsylvania, Estados Unidos y en Alemania, en una escuela de economía y finanzas, Frankfurt School of Finance & Management. Finalmente, en 2017 viajé a hacer una Maestría en Economía y Políticas Públicas en la Universidad de Columbia, Estados Unidos. Es por todas estas experiencias realizadas en distintas etapas de mi vida que sostengo que la Argentina es uno de los países más desafiantes y motivantes para establecerse y desarrollarse. Nosotros, los jóvenes y jóvenes adultos, tenemos la responsabilidad y la obligación de ser mejores que nuestras generaciones antecesoras. En nosotros radica la oportunidad no sólo de moldear el país que merecemos y soñamos, sino que también tenemos la enorme posibilidad de hacerlo entre todos. Exiliarse significa perder el privilegio de tomar el toro por las astas y darnos la oportunidad y demostrarnos que tenemos las herramientas, las capacidades, los recursos y la sapiencia para construir nuestro futuro en Argentina.

Como todo país inmaduro y muy joven, ya que sólo contamos con un puñado de décadas de democracia estable, nuestro país tiene una infinidad de problemas que resolver y una infinidad de oportunidades que ofrecer. Desde cualquier punto de vista desde el que se lo analice, ya sea desde el ámbito privado, empresarial, educativo o social, Argentina tiene un camino fenomenal por recorrer para establecerse y así reducir la volatilidad estructural, y construir mayor previsibilidad y consensos.

En mi caso, decidí hace muchos años enfocar mi carrera profesional en tres ejes distintos: educación, emprendedorismo y responsabilidad social. Pienso que únicamente conjugando distintos sectores claves de una sociedad se pueden construir transformaciones de base en nuestro país.

Para concluir, se necesita una generación comprometida al diálogo, la divergencia, la representación absoluta de todos los sectores, y que en dichos espacios, se puedan establecer políticas que trasciendan a las personas y tengan el sello propio de Argentina. Por ende, solo vamos a lograr cambiar la realidad si decidimos hacerlo en nuestro país.

El autor es director de Romano Group, profesor de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Austral y máster en Finanzas y en Economía y Políticas Públicas (Universidad de Columbia)