
La inteligencia emocional, según sostiene Verónica, es una herramienta clave para potenciar el desempeño en entornos de alta exigencia como la logística y el comercio exterior, donde las decisiones urgentes y el ritmo 24/7 son parte de la rutina. “Cómo te sentís impacta en cómo hacés las cosas”, advierte, y resalta que reconocer y trabajar las emociones mejora la salud laboral e influye directamente en los resultados de cualquier organización.
¿Qué lugar ocupan hoy las emociones en sectores como la logística y el comercio exterior, donde el ritmo es 24/7 y las decisiones urgentes son parte de la rutina?
Las emociones existen desde que existimos como especie y haberlas ignorado tanto tiempo nos trajo consecuencias que recién ahora empezamos a ver. Por suerte, hoy podemos hablar de estos temas y reconocer que durante mucho tiempo se nos pedía que dejáramos nuestras emociones fuera del trabajo, como si eso fuera posible. Pero no se puede disociar lo que sentimos de lo que hacemos, y cuando intentamos hacerlo, lo que se ve afectado es nuestra salud mental y física.
La tecnología avanza y todavía no puede imitar lo emocional. Esa es nuestra ventaja competitiva como seres humanos: gestionar lo que sentimos para no vivir en piloto automático. En rubros como la logística, donde todo funciona bajo una dinámica 24/7, es muy fácil caer en ese automatismo y no registrar cómo estamos. El riesgo es que todo eso que se reprime o se acumula en algún momento explota. Por eso creo que estamos en un momento muy favorable para introducir estos temas tanto a nivel individual como organizacional.
¿Qué impacto tiene la inteligencia emocional en los resultados de una organización?
Tiene un impacto directo. Sacando el romanticismo del cuidado de la gente, que es importante, estamos hablando de resultados concretos. Cómo te sentís impacta en cómo hacés las cosas. Una persona que no gestiona sus emociones va a ser impulsiva y sus decisiones pueden afectar negativamente al negocio. Imaginate un área como finanzas o logística, donde las decisiones diarias son constantes y críticas.
La inteligencia emocional es una habilidad clave. Podés tener un coeficiente intelectual altísimo, ser un genio con los números, pero si no gestionás tus emociones no vas a poder liderar ni trabajar en equipo. Y eso a largo plazo tiene un costo enorme para la empresa.
Desde un análisis costo-beneficio, ¿es rentable para las empresas invertir en el bienestar emocional?
Totalmente. A veces me preguntan qué inversión implica trabajar el bienestar y yo les digo: empecemos por lo básico. Bienestar es estar bien, y eso incluye cómo nos tratamos en el día a día. No alcanza con poner frutas o dar un bono si todo el tiempo se maltrata a la gente. A la larga, esa inestabilidad impacta en el compromiso, en la rotación y en los resultados.
Hoy el bienestar pesa tanto como el dinero a la hora de decidir quedarse en un lugar o irse. Hay estudios donde el bienestar aparece en primer lugar en las prioridades de las personas. Eso no tiene precio y cuando lo perdés, te das cuenta de su valor. Además, no se trata de grandes inversiones. Muchas veces las empresas gastan fortunas en otras cosas y no ven que esto no es un costo, es una inversión que se recupera en resultados.
¿Cómo ves a las nuevas generaciones frente a este tema? ¿Valoran más lo emocional?
Sí, noto que las generaciones más jóvenes valoran mucho su bienestar. Tal vez tienen desafíos en habilidades sociales porque crecieron muy atravesados por la tecnología, pero tienen claro que no quieren repetir los modelos de sacrificio que vivimos otras generaciones. En cambio, buscan propósito, quieren entender para qué hacen lo que hacen.
Eso incomoda a veces a los mayores porque los lleva a preguntarse si ellos mismos estuvieron toda la vida en un lugar que no los motivaba. Pero está buenísimo que lo hagan. Revalorizan el tiempo, el ocio, el disfrute y eso antes se veía con culpa. Hoy entienden que ese equilibrio también te da salud y creatividad.

¿Cómo puede una persona detectar que está en un momento emocional complicado? ¿Es fácil autodiagnosticarse?
El problema es que estamos muy desconectados de nosotros mismos. Nos cuesta parar y preguntarnos cómo nos sentimos. Por eso sugiero empezar con algo tan simple como respirar y registrar el cuerpo. A veces el cuerpo habla antes que la cabeza: la ansiedad se siente en el estómago, la angustia en la garganta o en el pecho. Y la pregunta clave es: ¿Qué estoy pensando que me hace sentir así?
Siempre detrás de una emoción hay un pensamiento, y el pensamiento se puede elegir. Si desde que te levantás pensás que el día va a ser difícil, te predispone mal. Pero también podés entrenarte a pensar de otra manera, con un enfoque más optimista y realista. Eso genera bienestar y cambia la forma en la que enfrentás el día.
Frente al avance de la tecnología y la inteligencia artificial, ¿cómo puede un profesional de logística o comercio exterior evitar sentirse superado?
Creo que el gran desafío es repensarnos todo el tiempo. En el mundo de la logística, como en tantos otros, muchos se formaron desde la práctica porque ni siquiera existía una carrera. Hoy el contexto es otro y tenemos que saber hacia dónde queremos ir. Hay trabajos que van a desaparecer, pero también se van a crear otros. La pregunta es cómo me diferencio en ese contexto.
Ahí es donde la parte humana sigue siendo el diferencial. Todo lo que podamos humanizar de nuestro trabajo va a ser más difícil de reemplazar. Hay que amigarse con la tecnología, verla como una aliada, pero sin dejar de pensar y ser creativos. Porque el que te va a dejar sin trabajo no es la tecnología, sino quien la sepa usar mejor. Por eso la clave es informarse, transformarse y no perder de vista qué queremos y hacia dónde vamos.
¿Qué te dejó la experiencia de trabajar con empresas en este tipo de procesos de reconocimiento de emociones?
Lo que más orgullo me da es haber trabajado en sectores muy tradicionales, verticalistas y hasta burocráticos, fue ver que parecía imposible hablar de bienestar emocional y que cuando se animaron a hacerlo, todos los indicadores mejoraron: el liderazgo, el trabajo en equipo, la comunicación, la colaboración.
Lo más valioso es que nunca vi retrocesos cuando se trabaja en inteligencia emocional. El desafío está en sostenerlo en el tiempo y que el liderazgo predique con el ejemplo. Pero una vez que se ven los resultados, no hay vuelta atrás.
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