
El año bisiesto, una peculiaridad del calendario gregoriano que se observa cada cuatro años, incorpora un día adicional, el 29 de febrero, resultando en un año de 366 días en lugar de los habituales 365. Esta modificación responde a la necesidad de corregir la discrepancia entre la duración del año calendario y el tiempo que le toma a la Tierra completar su órbita alrededor del Sol.
Dicha discrepancia surge porque un año solar no tiene una duración de 365 días exactos, sino de aproximadamente 365.24219 días. De no realizarse ajustes periódicamente, se acumularía un desfase significativo que, con el paso de los años, alteraría la correlación entre las estaciones del año y nuestro calendario.
Conexiones con la cosmovisión maya
Lejos de ser un concepto exclusivamente moderno, la necesidad de corregir el calendario para reflejar con precisión la duración real del año era una comprensión que también compartían los antiguos mayas.
Daniel Flores Gutiérrez, investigador del Instituto de Astronomía de la Universidad Nacional Autónoma de México, explicó en la Gaceta universitaria que, según ciertas evidencias, los mayas agrupaban los días en ciclos de cuatro años, asignándoles la denominación de año del norte, sur, este y oeste.

Cada uno de estos años comenzaba a una hora diferente del día, organizándose de tal manera que, al final de cada ciclo de cuatro años, se había hecho un ajuste incremental que sumaba un día completo al calendario. Este sistema permitía a los mayas mantener una cuenta precisa del tiempo sin necesidad de nombrar explícitamente un día adicional.
En contraste con la integración gradual de un cuarto de día cada año por parte de los mayas, el sistema gregoriano opta por una corrección más drástica cada cuatro años, mediante la adición del 29 de febrero. Este ajuste es esencial para alinear el calendario con los ciclos astronómicos y prevenir desfases que afectarían desde la agricultura hasta la precisión en la observación de fenómenos naturales.
Esta corrección obedece a la duración fraccionada del año solar frente a la cuenta entera de días por año que adoptamos. Para garantizar la precisión del calendario, se aplican reglas específicas para determinar cuándo un año es bisiesto: debe ser divisible entre cuatro, excepto aquellos años que, siendo divisibles entre cien, no lo son entre cuatrocientos.
Los mayas y la predicción de eclipses

Más allá de la administración del calendario, los mayas destacaron en el campo de la astronomía y la predicción de eclipses. Gracias a su meticuloso estudio y registro de los cielos, lograron establecer patrones para predecir eclipses solares con notable precisión, evidencia de lo cual se encuentra en el Códice de Dresde.
Este documento muestra una tabla con 69 fechas que se alinean aproximadamente con eclipses solares a lo largo de 33 años, demostrando el avanzado entendimiento astronómico de esta civilización.
El año bisiesto, una característica distintiva de nuestro sistema de medición del tiempo, encuentra ecos en la sabiduría de civilizaciones antiguas como la maya. A través de ajustes calculados, tanto modernos como ancestrales, la humanidad ha buscado mantener la precisión de sus calendarios, esencial para la agricultura, las celebraciones y el estudio de fenómenos astronómicos. La percepción y manejo del tiempo, inherentes a diversas culturas, subrayan la conexión universal con los ciclos de la naturaleza y los astros.
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