
En el corazón de la selva tropical de Ituri, en la República Democrática del Congo, habita un animal tan fascinante como esquivo: el okapi (Okapia johnstoni).
Este mamífero, conocido como la “jirafa del bosque”, combina características físicas únicas que lo hacen parecer una mezcla entre jirafa y cebra. Sin embargo, su singularidad no sólo radica en su apariencia, sino también en su comportamiento reservado y en los desafíos que enfrenta para sobrevivir en un entorno amenazado por la actividad humana.
Es gracias a estos factores que el okapi está catalogada como una especie en peligro de extinción, cuya conservación depende de esfuerzos internacionales y locales para proteger su hábitat y frenar la caza furtiva.
Un mamífero con características únicas
El okapi es un animal que sorprende por su apariencia. Aunque pertenece a la familia de las jirafas, su cuello es mucho más corto, lo que le permite adaptarse a la vegetación baja de la selva, de acuerdo con la revista de divulgación científica Muy Interesante.
Su pelaje, de un tono castaño oscuro, le proporciona un camuflaje perfecto en su entorno boscoso, mientras que las rayas blancas y negras en sus patas y glúteos, similares a las de una cebra, cumplen un doble propósito: camuflarse y facilitar la identificación entre madre e hijo en un ambiente de baja visibilidad.
Además de su aspecto físico, este animal cuenta con adaptaciones anatómicas notables. Su lengua, que mide entre 30 y 35 centímetros, no sólo le permite alcanzar hojas y brotes en las ramas, sino también limpiarse las orejas, una habilidad que subraya su capacidad de adaptación al entorno selvático.
Según Muy Interesante, esta lengua es de color azul oscuro, un detalle que añade aún más singularidad a este mamífero.
Hábitat exclusivo en la selva del Congo
Esta especie es endémica de la selva tropical de Ituri, un ecosistema denso y húmedo que le proporciona refugio y alimento. Este entorno es ideal para un animal de hábitos solitarios y precavidos, ya que le permite mantenerse a salvo de depredadores y de la intervención humana.
Sin embargo, la deforestación y la expansión de la agricultura están reduciendo drásticamente su hábitat, lo que pone en riesgo la estabilidad de la especie.
En su dieta, el okapi demuestra una notable capacidad de adaptación. Se alimenta de hojas, brotes y tallos de más de cien especies de plantas, muchas de las cuales son venenosas para otros mamíferos.
Esta diversidad alimenticia le otorga una ventaja en un entorno donde la competencia por los recursos es intensa. Su lengua alargada le permite acceder a fuentes de alimento que otros animales no pueden alcanzar, lo que refuerza su capacidad de supervivencia en un ecosistema tan competitivo.
Comportamiento social y reproducción
Este animal es mayormente solitario, aunque puede formar vínculos estables con una pareja o convivir en pequeños grupos familiares. Este carácter reservado es una estrategia natural para evitar conflictos y proteger su territorio en un entorno lleno de riesgos, de acuerdo con la revista.
Sin embargo, los machos pueden protagonizar enfrentamientos ritualizados para establecer jerarquías o derechos de reproducción, en los que utilizan sus cuellos para chocar, una conducta que recuerda a las jirafas, aunque con menor intensidad.
En cuanto a la reproducción, las hembras alcanzan la madurez sexual a los dos años, mientras que los machos lo hacen a los tres. El periodo de gestación dura aproximadamente 15 meses, tras lo cual nace una sola cría que recibe cuidados intensivos de su madre.
Este largo tiempo de gestación asegura que las crías nazcan con la fortaleza necesaria para enfrentar los desafíos de su entorno. En libertad, puede vivir hasta 30 años, una cifra notable para un mamífero de su tamaño en un hábitat tan exigente.
Amenazas y esfuerzos de conservación

Este okapi enfrenta serias amenazas que lo han llevado a ser clasificado como una especie en peligro de extinción. La deforestación, impulsada por la tala descontrolada y la expansión agrícola, ha reducido significativamente las áreas donde puede refugiarse.
Según Muy Interesante, a esto se suma la caza furtiva, motivada por el comercio ilegal de carne y pieles, que ha diezmado las poblaciones de este mamífero. Según reportó el medio, estas actividades humanas no sólo afectan al animal, sino también al equilibrio del ecosistema congoleño.
A pesar de estos desafíos, se están llevando a cabo esfuerzos para proteger al okapi y su hábitat. Organizaciones locales e internacionales trabajan en la creación de áreas protegidas y en la promoción de prácticas sostenibles en el uso de los recursos forestales.
La participación de las comunidades cercanas es clave en estos esfuerzos, ya que la educación y la difusión de información son fundamentales para fomentar la coexistencia entre humanos y vida silvestre.
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