
En noviembre de 1820, un cachalote embistió al ballenero estadounidense Essex en el océano Pacífico. La nave se hundió y su tripulación quedó a la deriva en condiciones extremas. El episodio inspiró a Herman Melville a escribir Moby Dick, publicada en 1851, uno de los clásicos más reconocidos de la literatura. La historia del Essex no solo reveló la dureza de la caza de ballenas en el siglo XIX, también expuso la relación conflictiva entre el ser humano y un animal que aún hoy fascina por su tamaño, inteligencia y fuerza.
Según precisó BBC, el Essex había zarpado de Nantucket en agosto de 1819 bajo el mando del capitán George Pollard. A bordo viajaban hombres que buscaban fortuna en la industria ballenera. Durante meses navegaron por el Atlántico sur y después cruzaron el cabo de Hornos. Cazaron algunos ejemplares y lograron abastecerse en islas del Pacífico. El 20 de noviembre de 1820, cerca de las costas de Sudamérica, avistaron un gran cachalote. El animal apareció tranquilo, pero poco después cargó contra el barco con una violencia inesperada que lo dejó inutilizado.
El oficial Owen Chase relató el ataque con precisión. “Nos dio un testarazo tan horrible que casi nos lanzó a todos de bruces. El barco se paró tan brusca y violentamente como si hubiera chocado con una roca”, escribió. La ballena se retiró unos instantes y luego regresó con más fuerza. “La vi acercarse al doble de velocidad, con furia renovada y deseo de venganza”, explicó en testimonios recogidos por BBC. Con ese segundo golpe, la nave quedó destruida. La tripulación rescató lo que pudo y se repartió en tres botes pequeños con rumbo incierto.

La travesía que siguió fue aún más dramática. Los marineros tenían dos opciones: dirigirse hacia islas cercanas en el Pacífico o intentar llegar a las costas de Sudamérica, a unos cinco mil kilómetros de distancia. El temor a caer en manos de supuestos grupos caníbales inclinó la decisión hacia el continente americano. El viaje duró más de 80 días y estuvo marcado por la sed, la desnutrición y la desesperación. De acuerdo con el medio, pocos hombres fueron rescatados con vida. El resto murió en el mar.
El capitán Pollard y Owen Chase lograron regresar a tierra. Chase publicó su relato pocos meses después y alcanzó a un público numeroso. Décadas más tarde, otro sobreviviente, Thomas Nickerson, escribió sus memorias, aunque ese manuscrito no salió a la luz hasta 1960. Los dos textos coinciden en los detalles del hundimiento y en la violencia del ataque. Melville conoció la historia y se entrevistó con Pollard. De esos encuentros surgió la base de Moby Dick. Para dar nombre a su protagonista tomó como referencia a Mocha Dick, un cachalote albino avistado en Chile en la primera mitad del siglo XIX.

El explorador Jeremiah Reynolds describió a ese animal en 1839 como un macho “blanco como la lana” y de “fuerza prodigiosa”. Según las crónicas, compartidas por BBC, Mocha Dick sobrevivió a múltiples intentos de captura, acumuló cicatrices y mató a decenas de marineros antes de ser abatido en 1838. La figura de esa ballena, sumada al ataque contra el Essex, alimentó el mito literario. Melville transformó los hechos en la obsesión del capitán Ahab por un animal que encarna la fuerza indomable de la naturaleza. La novela no tuvo éxito en su época, pero con el tiempo se convirtió en una obra fundamental.
Los científicos aún debaten por qué un cachalote atacó un barco de grandes dimensiones. Richard Bevan, zoólogo de la Universidad de Newcastle, sostiene que “un cachalote puede recordar si lo atacaron con un arpón y puede responder de manera agresiva si se siente amenazado”. Para Lindy Weilgart, investigadora de la Universidad Dalhousie, la memoria compleja de estos animales explica reacciones violentas. “Un cachalote tiene la capacidad de agresión necesaria para atacar un barco, sobre todo una madre si su hijo está amenazado”, aseguró. Ambas posturas apuntan a la posibilidad de que el ataque fuera una respuesta a la persecución humana.

Otros especialistas proponen una explicación más simple. Per Berggren, profesor de ciencias marinas en Newcastle, considera que la colisión pudo ser accidental. “Es más probable que la nave se estrellara con la ballena y que la fuga provocada hundiera al barco”, afirmó. Lo que resulta llamativo es que, según los testimonios, el animal volvió para golpear el casco una segunda vez. Esa insistencia alimentó la idea de un acto de venganza y dio fuerza al mito de Moby Dick. Aunque nunca se sabrá la verdad, la historia del Essex aún genera debate entre historiadores y biólogos marinos.
El contexto histórico explica parte del episodio. La caza de ballenas era un negocio lucrativo en el siglo XIX. El aceite se usaba como combustible y en la fabricación de jabones y velas. Hacia mediados de ese siglo había cerca de novecientos barcos en altamar, la mayoría provenientes de puertos de Estados Unidos. Cada expedición duraba entre tres y cuatro años. El descubrimiento de petróleo en Pensilvania en 1859 redujo la presión sobre los cetáceos, y hacia la Primera Guerra Mundial la industria ballenera de Estados Unidos estaba casi extinguida.
Hoy la caza de ballenas es ilegal en gran parte del mundo. Las investigaciones modernas muestran que los cetáceos poseen cerebros grandes y estructuras sociales complejas. Establecen lazos duraderos y transmiten información entre generaciones. Estudios recientes sugieren que pueden sentir dolor y emociones. La posibilidad de que experimenten miedo o incluso un instinto de defensa ante amenazas humanas refuerza la idea de que el ataque al Essex no fue un simple accidente. La historia real que inspiró a Melville todavía proyecta su sombra sobre la relación entre el hombre y el mar.
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